Natalio Grueso deja los teatros municipales de Madrid el próximo 1 de junio. Un comunicado emitido ayer por Madrid Destino, la empresa que gestiona los teatros del Ayuntamiento de la capital, lo confirmó. Hace tiempo que se rumoreaba su salida y, ahora, una vez producida, la pregunta que el mundillo teatral y político se hace es quién le va a suceder. Pedro Corral, el concejal las Artes, tiene todavía unos meses para designar a su sucesor.
¿Por qué se va Grueso? Hay varias versiones. La oficial es que “ha tomado esta decisión con la voluntad de comenzar una nueva etapa profesional”, que según añade el citado comunicado, consiste en "un ambicioso e ilusionante proyecto profesional dedicado a la creación y producción artística y literaria". Le deseo buena suerte.
La oposición política en el gobierno municipal ofrece, sin embargo, otra versión, cree que el director se va acosado por la Justicia y los partidos políticos de Asturias: “Grueso tienes dos procesos judiciales abiertos en Avilés que se refieren a las irregularidades detectadas durante su gestión al frente del Centro Niemeyer, cuya contabilidad registró facturas sin justificar. Además, el parlamento asturiano ha abierto una comisión de investigación sobre su gestión y su presidente tiene que presentar su informe definitivo en los próximos días”, explica Milagros Hernández, concejal de IU en el Ayuntamiento de Madrid. “Creo que él ha querido anticiparse a lo que diga el informe. Y, por otro lado, él sabe que no cuenta con el apoyo de ningún partido político en Asturias, ni siquiera con el del PP, lo que entra en contradicción con el PP de Madrid, que lo ha tenido contratado todos estos años”.
Recordemos que él vino a sustituir a Mario Gas. Llegó a comienzos de 2012 de la mano del presunto liberal Fernando Villalonga, que sería defenestrado como concejal del Área de Cultura, Deportes y Turismo cuando el Tribunal Constitucional sentenció que no podían ejercer como ediles aquellas personas que no hubieran sido electas.
Recuerdo la presentación oficial de las líneas generales de la programación de los teatros municipales que protagonizaron Villalonga y Grueso. Entraron como elefantes en una cacharrería en el Español. Vendieron puro aire, concretamente un vídeo titulado De Madrid al Mundo en el que Woody Allen, Kevin Spacey y otras estrellas americanas hablaban de Madrid como destino cultural. No sé a quiénes convencieron, pero me rechinó que unos tipos que probablemente apenas habían pisado nuestra ciudad vinieran a desvelarnos sus virtudes y valores culturales.
La agenda internacional de Grueso era uno de los elementos de su perfil profesional que más valoraban los políticos que le seleccionaron. En aquella primera aparición pública señaló que su primer objetivo sería situar a la ciudad en el circuito internacional de las artes escénicas. Pero traer compañías extranjeras y establecer alianzas con los grandes teatros del mundo es muy caro y la crisis reinante no ha favorecido precisamente ese tipo de políticas. Su predecesora, Alicia Moreno, llevaba años practicándola e invirtiendo ingentes cantidades de dinero en espectáculos internacionales. En este terreno, lo único que ha hecho Grueso es el proyecto “Dos Orillas”, dirigido a coproducir con teatros de países como Argentina, Colombia o México. Pero la cosecha ha sido escasa, sólo ha dado un título: Tirano Banderas, dirigida por el catalán Oriol Broggi.
Lo que sí ha conseguido Grueso es mantener buenas relaciones con el sector privado, romper con las acusaciones de competencia desleal que le dirigían al Español de Mario Gas. Él ha abierto la puerta a producciones de Pentación, Focus, salas alternativas, productoras y compañías independientes e, incluso, otros teatros públicos como la Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Centro Dramático Nacional. Ha sido su estrategia para compensar un descenso importante en la producción propia de espectáculos. La organización del Festival Fringe, durante el mes de agosto, fue también una manera de abrir los escenarios municipales a los artistas, aunque las condiciones económicas fueran excesivamente humildes.
Él tiene varios teatros bajo su responsabilidad como el circo Price, en cuya dirección mantuvo a Pere Pinyol hasta su muerte, permitiendo que la programación circense fuera reduciéndose cada vez más a favor de la proliferación de conciertos, mucho más rentables, y eliminando iniciativas pedagógicas como CRECE; o el Conde Duque, que carece de programación con la excepción de los meses que actúa La Joven Compañía. Respecto al Fernán-Gómez, nombró a Miguel Munárriz como director, pero éste fue despedido poco tiempo después, precisamente cuando su programación comenzaba a definirse. No ha debido de ser fácil asumir que se iba quedando sin equipo.