[caption id="attachment_513" width="560"] Ernesto Caballero (en el centro) durante la presentación de la temporada del CDN[/caption]
La próxima temporada del Centro Dramático Nacional tiene un aire más contemporáneo que sus precedentes. Los dramaturgos más célebres del repertorio español están ausentes pero de los 21 espectáculos programados, trece son de autores españoles vivos. Es una programación arriesgada, pero para Ernesto Caballero, director del CDN, “no es más que una selección del pujante momento que está atravesando el arte teatral en nuestro país”.
No quiero entrar en la programación venidera sin antes hablar de las actividades de investigación dramatúrgica impulsada por el CDN, pues ya comienzan a dar sus frutos y algunos de gran valor. Me refiero al Laboratorio Rivas Cherif, creado por Caballero para articular la formación e investigación del colectivo de artistas. Según informó ayer el director, una de las líneas de trabajo del Laboratorio, Creadores Escénicos, ha facilitado que cinco jóvenes directores estén en estos momentos en el Teatro del Arte de Moscú con la tarea de escenificar textos de Valle-Inclán, textos que han sido traducidos al ruso para la ocasión. Es una gran noticia que el gran autor del teatro contemporáneo español (junto con Lorca), apenas traducido, comience a estar disponible en otras lenguas, especialmente en la de aquellos países con una poderosa tradición teatral.
Otro de los pilares del Laboratorio es Escritos en la Escena. Permite que los autores trabajen su texto a pie de escena en colaboración con un grupo de intérpretes y un director y su finalidad es que esas obras, que acaban siendo exhibidas como semimontados, puedan prorrogar su vida en otros ámbitos comerciales. Que yo sepa, todavía ninguna de las obras de Escritos… ha despertado el interés de productores ajenos al CDN, pero Caballero ha programado para el próximo año, en la sala de La Princesa, una pieza de José Padilla, Haz clic aquí, que nació el pasado año precisamente en este vivero.
[caption id="attachment_514" width="560"] Haz click aquí de José Padilla. Foto: Andrés de Gabriel[/caption]
Si atendemos a los espacios, el director ha reservado para el María Guerrero los grandes títulos del repertorio europeo. Abrirá la temporada una coproducción con la Compañía Nacional de Teatro de México de La sangre de Antígona, de José Bergamín, estrenada a comienzos de este años en el país azteca; a continuación, cita obligada con Declan Donnellan, que trae Medida por medida con actores rusos; lo nuevo de Joglars, VIP, en la que hincan el diente al universo infantil; El juego del amor y del azar, de Marivaux, dirigida por Josep María Flotats y que ha supuesto el reencuentro del director con el Teatre Nacional de Cataluña; Rinoceronte, de Ionesco, única producción que dirigirá Caballero (con Pepe Viyuela, Fernando Cayo y Fernanda Orazzi); un Francisco Nieva (Salvator Rosa o el artista) en manos de Guillermo Heras y un Ibsen (Hedda Gabler) en las de Eduardo Vasco (quien repite con la actriz Cayetana Guillén Cuervo).
Por su parte, la pequeña sala de La Princesa del María Guerrero queda destinada a los dramaturgos que escriben en la actualidad: el ya citado José Padilla, Alberto Conejero, que estrenará La piedra oscura (en torno al amante de Lorca, Rafael Rodríguez Rapún) dirigida por Pablo Messiez; y Carolina Román, con Adentro, dirigida por Tristán Ulloa. Además, acogerá dos ciclos de Escritos en la escena.
La sala grande del Valle-Inclán, en el barrio de Lavapiés, se centra en mostrar el trabajo de directores de escena que en estos momentos agitan la escena europea, algunos de los cuales llegan gracias al ciclo Una mirada al mundo. A mediados de octubre, cuando abra la sala, se exhibirá Iliada, en clave contemporánea, dirigida por Stathis Livathinos (exdirector de la sección de nuevas tendencias del Teatro Nacional de Grecia); a continuación, Gasoline Bill, de René Pollesh, dramaturgo y director alemán y una de las figuras más interesantes de la escena actual alemana aunque es la primera vez que se presenta en nuestro país; y Testamento, un brutal texto escrito por la canadiense Vickie Gendreau poco antes de morir de cáncer a los 23 años y producido por la compañía Théatre de Quat’Sous de Montreal. Fuera del ciclo, vuelve Tomas Pandur, que se atreve nada menos que con Fausto, y el polaco Jan Klata, que monta con el Teatro Stary de Gracovia Manuscrito encontrado en Zaragoza.
En la sala Francisco Nieva será posible ver a Blanca Portillo con El testamento de María, un impactante texto del irlandés Colm Toibin que dirigirá el cineasta Agustí Villaronga. El humor político de la pareja Juan Margallo y Petra Martínez con ¡Chimpón! Panfleto post mortem; el director Manuel Canseco con La pechuga de la sardina, de Lauro Olmo, y Trilogía de la ceguera, de Maeterlinck, a cargo de tres jóvenes directores cierran la programación.
Dejo para el final dos espectáculos que tienen una pinta fabulosa pero cuya producción pone de manifiesto la esquizofrenia cultural que están provocando los nacionalismos de este país y su política monolingüística. La pequeña sala Francisco Nieva se abrirá con La calma mágica. Es un texto de Alfredo Sanzol, autor de Pamplona que escribe en castellano. Él está habituado a que lo traduzcan al catalán (trabaja con la compañía T de Teatre) y ahora tendrá el privilegio de que también lo hagan al vasco. La obra es una coproducción del CDN con la compañía donostiarra Tantakka, y cuando se represente en el País Vasco se hará en “euskera”, traducido por Harkaitz Cano. Huelga decir, que los actores deberán aprenderse las dos versiones.
Por su parte, La Ola es una pieza escrita por el madrileño Ignacio García May y dirigida por Marc Montserrat Drukker. Se estrenó en el Lliure en 2013 con gran éxito. Se hizo en catalán, por lo que hubo que traducirla del castellano en el que escribe García May. Ahora, la pieza vuelve a montarse en el Valle Inclán, en su idioma original, pero como una nueva producción financiada por el CDN. Aunque se mantiene el mismo equipo artístico de la producción catalana, no así el reparto que, supongo, estará integrado por intérpretes afincados en Madrid acostumbrados a trabajar en castellano.