[caption id="attachment_939" width="510"] Living Theatre[/caption]

La idea de que el arte puede transformar la realidad no está hoy muy extendida. Pero el siglo XX ha sido generoso en autores y artistas que pusieron sus obras al servicio de ideas y consignas que, creían ellos, defendían una sociedad mejor. Así actuaron primero los artistas de las vanguardias europeas, muchos de los cuales estuvieron vinculados al fascismo y, sobre todo, al comunismo. En Estados Unidos, entrada la segunda mitad de la centuria, los movimientos protestatarios tuvieron un cariz menos beligerante, surgió la generación beat y el hippismo y, entre ellos, apareció el grupo de teatro más popular y subversivo, el Living Theatre.

Judith Malina y Julián Beck, los fundadores del Living Theatre, eran pareja, vivían en Nueva York, se declaraban anarquistas y pacifistas, y quisieron hacer la revolución cultural en Estados Unidos actuando por los teatros de las universidades de su país en los años 60. El grupo, creado en 1947, alcanzó gran celebridad internacional al atacar el establishment americano y, tiempo después, a la dictadura brasileña del general Medici. La compañía estaba decidida a probar que el teatro podía cambiar la sociedad.

La experiencia del grupo en Estados Unidos contrastada con la vivida a partir de 1970 en Brasil organiza el relato de La invención del paraíso, ensayo de Carlos Granés publicado recientemente por Taurus. La obra no solo tiene el atractivo de contar casi de forma novelada las peripecias del grupo de teatro; parece como si el autor se propusiera probar las teorías de Karl Popper a partir de las consecuencias que tuvieron las acciones capitaneadas por el grupo en una sociedad abierta como la americana, frente a las experimentadas en una sociedad cerrada como la brasileña.

Tanto Judith como Julián defendían una revolución pacífica, sin armas ni acciones violentas, en la que el sexo operaba como exorcismo del impulso agresivo. Y esta fue una de las tensiones más virulentas a las que tuvo que enfrentarse el grupo, ya que algunos miembros se hicieron simpatizantes de los Panteras Negras, entre ellos Carl Einhom, amante de Judith, lo que llevo al grupo a su primera escisión en 1967.

El Living Theatre más que un grupo de teatro operaba como una comuna, en la que se practicaba el amor libre, se tomaban drogas, se luchaba contra la guerra de Vietnam y los valores de la burguesía conservadora, y se creaban obras de manera colectiva. A él se adherían  jóvenes que iban y venían, aunque otros permanecían largas temporadas. Piscator y su teatro politizado, Artaud y su defensa de la irracionalidad y el psiquiatra Paul Goodman y su teoría para combatir la alienación capitalista, fueron las figuras que más influencia cultural ejercieron en el grupo.

Produjeron varias obras pero fue Paradise Now con la que alcanzaron mayor  fama. Era una performance de casi cinco horas y estaba concebida para remover las conciencias del público, proponiendo la manera de alcanzar la sociedad que ellos preconizaban, o sea,  la que se adaptaba a los deseos de la gente. La obra no seguía un guión, pero sí mantenía una estructura que permitía improvisar a los actores. Era una especie de ritual en el que los actores aparecían desnudos, fumaban marihuana, quemaban dinero,  gritaban... Y, sobre todo, provocaban al público.

Mantuvieron 18 meses la obra en cartel, y con ella recorrieron todo el país, desde Nueva York a la costa oeste. Pero al final, después de superar distintos altercados con la policía ( multas, detenciones, censura...) y tras una accidentada estancia en California, acabaron arruinados económicamente. La compañía se disolvió y Judith y Julián concluyeron en que Norteamérica no podía curarse del virus del conservadurismo. Ellos, al contrario que otros artistas del movimiento pop, como Warhol o John Cage que fueron adoptados y celebrados por la sociedad y los medios de comunicación, se negaron a entrar en el circuito comercial, y quizá por ello han quedado como un grupo marginal de la contracultura norteamericana. Y eso cuando, según Granes, fueron el verdadero eslabón que unió a las vanguardias europeas con los movimientos protestatarios americanos.

Tras una gira por Europa, el grupo acabó en 1970 en Brasil. Allí, tendrían ocasión de experimentar su ideario y su teatro en una dictadura. Rescataron a un autor de origen ucraniano, Sacher-Masoch, que inspiró El legado de Caín. Con esta obra viajaron por el país, representándola por calles de pueblitos y favelas. Pero la gira acabó con el arresto y encarcelamiento del grupo. Fueron numerosos los intelectuales que apoyaron una campaña internacional por la liberación de los miembros del grupo y, al final, el dictador Medici, en medio del proceso, decidió liberarlos, eso sí, prohibiéndoles volver al país.

Fue de esta manera como Judith y Julián se cercioraron de que la cultura poco puede hacer contra las estructuras de poder. Mientras en Brasil corrieron graves riesgos por defender su utopía, en Estados Unidos muchas de sus ideas fueron incorporadas con el paso del tiempo, como por ejemplo la defensa del movimiento homosexual. Como ya había previsto el filósofo austriaco Popper, "solo las sociedades democráticas proporcionan el marco institucional capaz de producir las reformas sin violencia".