[caption id="attachment_1148" width="560"] Paloma Paso Jardiel en Huevos con amor[/caption]

Como bien indica su apellido, la actriz Paloma Paso Jardiel es eslabón de una de las sagas del teatro madrileño más célebre del siglo XX, ya que es nieta de Jardiel Poncela e hija de Alfonso Paso. La cómica acaba de estrenar en el Fernán Gómez, y en la sala que lleva el nombre de su abuelo, su primer monólogo: Huevos con amor, dirigido por Mariano de Paco. Un texto agridulce, escrito a su medida por su hijo Ramón Paso, quien prolonga así la tradición teatral de la familia. Tal empeño de Ramón debe tener algo de genético, pues contrasta con la mala opinión que Paloma tiene hoy de su oficio: "Es dificilísimo vivir del teatro".

Paloma cumplirá pronto los 50 años en el escenario. Comenzó muy joven, a los 14 años, en la compañía de Vicente Parra como meritoria, y confiesa que nunca ha pasado por escuelas o ha recibido una formación para ser intérprete: "Yo he aprendido el oficio como antiguamente se hacía, en el escenario, viendo desde entrecajas a Ismael Merlo, a José Bódalo, a las hermanas Gutiérrez-Caba, a Asunción Sancho... ¡Menudos actores! Si tuviéramos que aprender ahora así, no sé que haríamos...

Pregunta.- ¿A qué se refiere?

Respuesta.- Pues que ahora lo que te encuentras son los chiquitos de la tele.

P.- ¿Y no le gustan?

R.- Es otra cosa, hacer tele no tiene nada que ver con el teatro, no hay que proyectar la voz, el personaje no exige tanta preparación... A mí la tele me encanta, es muy fácil, no ensayas... ¡Vamos... que si no fuera por madrugar! Yo trabajo mucho en series, pero sólo me llaman para personajes dramáticos, y voy ya por la cuarta monja. He hecho de monja en Celia, Aída, Amar en tiempos revueltos... En la tele todavía no se han enterado de que en el teatro soy actriz cómica.

P.- Usted está especializada en el repertorio de su abuelo.

R.- Dicen que se me dan muy bien esas mujeres tan excéntricas de sus obras, que entiendo su humor. Y la verdad que he hecho muchas: Eloísa está debajo de un almendro, Los habitantes de la casa deshabitada, Usted tiene ojos de mujer fatal... muchas y con distintos directores, con Gustavo Pérez Puig, Juanjo Seoane, Manuel Canseco... Y también he hecho bastante a Mihura. Es un humor que entiendo.

P.- ¿Cuál es la clave para interpretar el humor de Jardiel?

R.- Hay que hacer sus personajes muy, muy en serio. Sus mujeres son absurdas, no parecen de este mundo, si se quiere tener gracia con ellas hay que evitar hacerse la payasa. Creo que ahí está la clave.

P.- Usted es conocida por lo que se llamaba una actriz de reparto ¿no?

R.- Yo lo que nunca he hecho ha sido la dama guapa que besa el galán. Siempre he sido la puta tonta, la chacha, la monja... la actriz que antes decíamos de "tipos".

P.- También hay un ramalazo jardielesco en esta pieza de su hijo que interpreta ahora, Huevos con amor.

R.- En casa tenemos todos un ramalazo jardielero que consiste en reírse de lo bueno y de lo malo, de tomarse la vida con simpatía a pesar de las tragedias. Y así ocurre con Huevos de amor, que es una tragicomedia, porque todo lo que le ocurre a Carmela es de aúpa, pobre mujer, qué desgraciada. En la obra nos reímos del suicidio, que es un tema bien dramático, pero lo hacemos con un toque de humor negro.

P.- Este es el primer monólogo que hace. ¿Por qué ha tardado tanto?

R.- Han acabado con el teatro. El IVA, las empresas que han desaparecido... hoy no te contrata nadie. Así que verás que hay muchos actores haciendo monólogos. Yo le pedí a mi hijo Ramón que me escribiera uno, me gusta mucho lo que escribe. Y después hemos tenido la suerte de que un señor fantástico llamado Luis Torres aceptara nuestra propuesta de actuar en la sala Jardiel Poncela del Centro Fernán-Gómez. Pero llevamos con esta producción mucho tiempo, estas cosas van muyyyy... lentas.

P.- O sea, ¿que esta pieza le va a permitir vivir?

R.- ¡Qué va! Yo soy actriz de milagro, he conseguido criar a mis dos hijos sola, su padre nunca me pasó pensión, y también comprarme la casa en la que vivo. He vivido de mi profesión, lo que no podrían hoy decir hoy muchos actores. Antes un actor podía estar siete meses representando una obra, celebrábamos las cien representaciones, las 300... Nos íbamos de gira y llevábamos una maleta con ropa de invierno y otra de verano, porque tardábamos mucho tiempo en volver. Pero tampoco puede llamarse giras a lo que hay hoy. Ahora entras en un teatro y estás cuatro semanas, tanto si es un fracaso como si es un éxito. Así no puede funcionar, ensayas más que representas.

P.- El teatro público parece que tiene que intentar repartir el trabajo entre muchos actores ¿no le parece?

R.- Eso que dice no pasa de verdad, porque en el Clásico hay una compañía prácticamente fija, no se puede llamar estable, pero ahí no entra ni Dios y siempre están los mismos. Y en el Centro Dramático Nacional ni te reciben, cuando es su obligación porque es un teatro público. He pedido audiencia con el hombre en cuestión y ni me ha contestado. Recuerdo cuando estaba Marsillach en el Clásico que solicité verle. Un día me llamó su secretaria para darme cita un mes después. Pues muy bien, es lo correcto ¿no? ¡Si yo no llamo para que me contraten, sino para que me reciban!

P.- ¿Y no hay algo del teatro actual que le guste?

R.- Nada. La profesión está destrozada, es dificilísimo vivir de esto. Cuando hablo con mis compañeros nos decimos: "menos mal que nos jubilamos ya". Me quedan tres años.

P.- ¿Qué espera de este monólogo?

R.- Pues girarlo. No creo que vuelva a hacer un monólogo, lo paso fatal, me da un miedo horroroso estar sola en escena porque ¿quién te ayuda si se te olvida algo?, ahora tampoco hay apuntador. En esta obra es muy importante oír la risa del público, me permite respirar, lo que equivale a seguir viva en escena. El monólogo es duro incluso en el camerino, cuando estás con una compañía hay una alegría, un encuentro con los compañeros. Pero ahora estoy sola.