[caption id="attachment_1160" width="560"] Nuria Mencía en La respiración, de Alfredo Sanzol. Foto: Javier Naval.[/caption]

La nueva comedia de Alfredo Sanzol es emocionante, me ha gustado muchísimo. Se llama La respiración y creo que es su comedia más depurada, pero también la más convencional y por ello la que mejor puede contribuir a que encuentre un amplio público. O sea, que si estuviera en mi mano, yo correría a ponerla en un teatro comercial y la mantendría hasta que los espectadores dejaran de hablar de ella. Es frustrante que esta obra, que ha agotado todas las entradas en La Abadía (donde se representa en la actualidad), no la puedan disfrutar más espectadores; que solo unos pocos puedan apreciar la carambola que la actriz Nuria Mencía hace en escena pues, al tiempo que se deja las entrañas contándonos su dolor, nos hace reír.

La comedia tiene un arranque argumental aparentemente trivial: cómo se torna la vida tras una separación matrimonial. Ante un asunto que podría devenir en un cliché, el autor compone una comedia  que destila amor con mayúsculas, no sólo por lo que dicen sus personajes, sino por la sensibilidad y la delicadeza con la que lo hacen. Tiene un difícil equilibrio, por lo lírica, intensa e íntima que resulta y, a la vez, por los momentazos cómicos y las situaciones tan simpáticas que nos ofrece. Las heridas del amor se curan, viene a decirnos Sanzol, de eso trata la vida: de amar, pero también de equivocarnos y de sufrir y de volver a amar y de volver a sufrir y de querernos a nosotros mismos para querer a los demás. Se sale del teatro con un chute de optimismo, sin miedo a seguir los dictados del corazón, pero también dispuestos a perdonar. Es una obra de amor y de redención, como le gustaban a Shakespeare.

El autor también ha dirigido la obra y eso le ha permitido alcanzar con sus actores una expresividad precisa y armónica. El equipo ha dado con el tono y el vertiginoso tempo de la narración. La protagonista, Mencía, es Nagore y por Nagore habla Sanzol (él lo deja bien claro en el programa: ella es mi alter ego). El tono lo marca Mencía que, simplemente, está pletórica como payasa trágica, o como trágica cómica. Cómplice con los espectadores desde el minuto uno en el que aparece en escena, nos confía su íntimo dolor, su impotencia para hacer frente a la terrible soledad que arrastra una vez que su mundo se ha venido abajo. Con la aparición de la vitalista Gloria Muñoz haciendo de su madre,  Sanzol prepara su receta contra el desamor: huyamos de la realidad que no nos gusta, y construyamos la fantástica vida que deseamos.

La fantástica vida que redimirá a Nagore viene de la mano de Pau Durá, Pietro Olivera, Martiño Rivas y Camila Viyuela y Muñoz, un gran equipo de cómicos que conforman la atípica nueva familia de la protagonista. Una utopía familiar, de amor libre y sexo alegre, donde Sanzol crea brillantes situaciones cómicas, (buenísima la escena del sacacorchos), pero también momentos de poesía y otros muy intensos, como el monólogo  que en un momento brinda Camila Viyuela (jovencísima y prometedora actriz que lleva en los genes este oficio), en el que Sanzol se permite ofrecernos una hermosa idea del amor. La idea de resolver las transiciones de las escenas con canciones interpretadas a coro por el grupo es bonita, y me encanta el efecto que produce que los actores se mantengan en escena observando, y disfrutando, con la actuación de sus compañeros de reparto, crea un cruce de perspectivas de la narración interesante.

Esta es la segunda vez que Nuria Mencía colabora con Sanzol y, curiosamente, lo que el autor y la actriz han hecho ha sido retomar el personaje que ya crearon en En la luna, o sea, aquella mujer que lloraba porque no le gustaba celebrar su cumpleaños. Mencía tiene una voz con una musicalidad muy especial y reconocible que, en mi opinión, tiene un poder hipnóptico sobre el público. Terreno ganado, pues. Pero además, su personaje atraviesa por muchos estados de ánimo. Ella lo explica así: "Creo que más que a un personaje, interpreto un estado de ánimo, a mí me encantaría parecerme a Nagore, pero no me reconozco en ella, es una tía completamente distinta a mí. No sabría manifestar todos esos pensamientos tan íntimos que se atreve a decir al público. El personaje tiene una paleta increíble de colores y yo soy muy consciente de lo bien que conecta con el público. Noto cómo la gente está deseando que les cuente cómo voy a salir del agujero, lo he notado desde el momento en el que estábamos construyendo la función".

–Tengo entendido que Sanzol ha inaugurado una nueva forma de escribir comedias a raíz de esta obra. ¿Qué método ha seguido?

–Sí, es la primera vez que ha trabajado sin un texto cerrado. Empezamos con unos talleres de tres días , hablamos de la vida, todas sus obras son bastantes autobiográficas, y comenzamos a imaginar respuestas a situaciones que él nos proponía. A los pocos días nos trajo la obra medio escrita y poco después el texto completo. Hemos coincidido un equipo que ha funcionado muy bien. Y estoy feliz porque eso es lo que yo siempre he querido y he defendido: el teatro es un trabajo de conjunto y en un equipo los egos tienen que desaparecer.

–Pero está claro que su personaje es la columna vertebral de la obra.

-Sí, Nagore es la protagonista pero yo no podría estar bien si mis compañeros no lo están. Además, tengo que estar muy pendiente de ellos porque el ritmo es muy importante en las obras de Sanzol. El texto lo es todo y no puedo saltarme nada.

-¿Cómo explica la buena recepción que está teniendo la obra?

-Quiero dejar claro que La respiración no es fruto del azar, sino del amor por este oficio que sentimos los miembros del equipo, pero también es fruto de nuestro trabajo constante y continuado y de muchas más cosas que están conectadas. Yo he intuido desde el momento que comencé con los ensayos que estábamos haciendo una obra muy particular, que estábamos trabajando un material especial que gustaría.

-¿Cómo es Sanzol como director ?

-Se comporta como un compañero de camino, bueno, está claro que él es el jefe, pero no se impone, sino que te acompaña. Y como los buenos directores, te dirige mucho, pero antes de decirte lo que haces mal, te señala lo que te sale bien. Se gana rápidamente nuestra confianza. Yo me siento como si hubiera encontrado un bolsa de oro, solo tengo que sacarle brillo. Quiero decir que solo tengo que estar relajada, porque el  texto lo es todo.

-¿Cuál es la clave de la comicidad de su personaje?

-Siento que Nagore es un ser muy especial. Es un personaje tragicómico. Para hacerlo cómico sólo tengo que interpretarlo desde la seriedad. O sea, que estoy encabronada por lo que me ha pasado. Luego, claro, está mi cabeza, mi cuerpo y, sobre todo, mi técnica como actriz, que me permite hacer lo que hago y llegar donde quiero. Me siento como un clown o como un muñeco de cómic. Soy muy feliz haciendo reír. La risa con recado es muy buena, nos dice Sanzol.