Pasqual y Lorca, un cerebro compartido
[caption id="attachment_1192" width="300"] Lluís Pasqual[/caption]
Cuando uno entra en casa ajena, cree descubrir un poco la manera de ser de sus habitantes por los libros, los discos… que descansan en su librería. Los libros que nos gustan nos identifican; y como lectores apasionados podemos llevar muy lejos nuestras relaciones con la obra de un autor que descubrimos y admiramos, relaciones que quizá ni siquiera él pudo llegar a intuir. En el mundo del arte, y en concreto en el teatro, es natural que estas comuniones entre artistas se den a menudo; que el artista de hoy, fascinado por la obra del que le precedió, intente mostrarla, apropiarse de su espíritu y explicarla a la luz de las ideas de su tiempo.
Lluís Pasqual acaba de publicar De la mano de Federico (editorial Arpa), un opúsculo sobre la relación que ha ido tejiendo a lo largo de los años con el poeta más universal de nuestras letras. Más que un ensayo, el texto es una suerte de autobiografía artística, también vital, con dos protagonistas: el lector Pasqual nos va descubriendo al poeta García Lorca a partir de la admiración que sintió por su obra desde sus orígenes en el teatro y de los numerosos montajes que ha hecho de sus textos. De esta manera, Pasqual, que interpreta de una manera esotérica signos como compartir el día de nacimiento del poeta o un tío con el mismo nombre, llama a Lorca su hermano gemelo y lo considera su gran interlocutor.
Una de las virtudes de este texto (que por cierto, merecía antes de su publicación pasarle al menos el corrector de Word) es que da al lector algunas de las claves del teatro de Lorca, pero no desde una perspectiva académica o literaria, que de eso se ha escrito mucho, sino desde un enfoque poético y escénico, intentando también desvelar la magnética personalidad de Federico. Para mí, que comulgo y mucho con el sentido poético del teatro de Pasqual, la obra me ha refrescado la memoria, y me ha traído el recuerdo de algunos de sus más importantes montajes como El público, Comedia sin título, Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre o la más reciente La casa de Bernarda Alba.
Es muy interesante todo lo que Pasqual cuenta sobre la musicalidad de la poesía y los dramas de Lorca, de cómo respiran y de cómo hay que interpretar su obra como si fuera una partitura, pero también de la importancia que tienen los acentos andaluces, concretamente de Granada. Un aspecto que precisamente dificulta su traducción a determinadas lenguas, aunque sea nuestro autor más internacional.
Y es ilustrativo para alguien que se interese por el mundo de la escena sus recuerdos de los ensayos de sus obras. Cuando habla, por ejemplo, de La casa de Bernarda Alba, explica muy bien el estudio preliminar que exige poner en pie una obra de teatro, la investigación del texto y de lo que subyace en él. La importancia que Pasqual da a sus actores, en este caso, actrices, se manifiesta en la anécdota de Rosa María Sardá, que interpretó a Poncia. Le pregunta a la actriz cómo explica su relación con Bernarda (Nuria Espert). Su respuesta es fantástica, y me ha traído también el recuerdo de la entrevista que le hice a la actriz para tal ocasión, y cómo me sacó del error en el que yo estaba: “Poncia”, me vino a decir,” es la peor de todas las mujeres de esa casa, la cancerbera, solo le interesa conservar su estatus, aunque resulte muy simpática”.
Pasqual ha estudiado a Lorca a fondo, en la vida y en el arte. Ha escudriñado su obra, ha trabajado con los actores que tuvieron contacto con la tradición de su teatro (Alfredo Alcón), ha leído y tocado sus diarios y cartas personales, ha tratado a su familia. Ha ido relacionando y desvelando los episodios de la vida del poeta, se ha identificado con su espíritu, con su actitud ante la vida. Brook ha dicho que “el teatro es un cerebro compartido” y es muy habitual encontrar felices y fecundas asociaciones (Strehler-Grassi, Donnellan-Ormerod…) en este mundo. No sería descabellado decir que Lorca, aunque estuviera muerto, ha sido la pareja de Pasqual mientras dirigió el Centro Dramático Nacional (CDN). Así parece reivindicarlo él. Fue entonces cuando hizo bellísimos espectáculos, que culminaron con El público, un texto desconocido que recientemente ha vuelto a escenificar otro catalán, Álex Rigola. Después ha seguido presentado la obra del poeta ya fuera en recitales de poesía, conferencias o ballets (Mariana Pineda, con Sara Baras y Manolo Sanlúcar, La casa de Bernarda Alba, compañía de Antonio Canales). Creo que nadie como él nos lo ha traducido a la escena tan bien y tan hermosamente.