[caption id="attachment_1207" width="560"] El Hamlet de Miguel del Arco es una coproducción de la productora Kamikaze y la CNTC[/caption]
¿Por qué una producción teatral que obtiene una buena acogida en un teatro público no se explota en un teatro privado una vez que ha caído de su programación? Esa es la pregunta que planteaba la semana pasada a raíz del fenómeno de algunos espectáculos que agotan entradas en los teatros públicos y dejan a la afición con la miel en la boca. He indagado con algunos de sus protagonistas y mi conclusión es que el teatro público es en la actualidad la principal oficina de empleo de los artistas y las compañías, de manera que ese trasvase de artistas y producciones que planteaba en la pregunta se da mucho más en sentido inverso, del privado al público. Da la impresión de que el teatro en general sufre un agostamiento y, en mi opinión, se debe a la deslealtad con la que opera y ha venido operando el sector público.
El sistema teatral que impera en Madrid está dividido entre una empresa privada que languidece frente a un sistema público de teatro con muchos más recursos, costeado por el contribuyente, que le permite pagar mucho más generosamente a los artistas y, por tanto, atraer a los mejores. Y todo ello sin la presión del fracaso. ¿Por qué las productoras y los artistas van a irse a trabajar a una empresa menos poderosa y peor financiada, que entraña riesgo para ellos, paga peor y, sobre todo, que les puede proporcionar un repertorio de obras menos interesante y una menor proyección mediática? ¿Qué atractivos puede ofrecer hoy el teatro privado a un artista célebre? No son muchos, la verdad.
Hubo un tiempo pasado en el que los autores, los actores y los productores preferían estar en la cartelera de la Gran Vía y medirse ante el público. Ahí era donde podían ganar fama y dinero si sus obras encontraban el respaldo de la taquilla. Francisco Nieva me confesó que la casa que habita en el centro de Madrid la compró con el éxito que obtuvo en los años 70 con el estreno de La carroza de plomo caliente y Combate de Ópalos y Tasias, dos títulos que presentó como programa doble. En la actualidad, los dos grandes éxitos de la cartelera privada son (excepción del musical El Rey León): Toc Toc, con siete años en cartel y que han visto 750.000 espectadores, y El crédito, que se despide después de tres temporadas ininterrumpidas, aunque posiblemente vuelva con otro elenco. Dos comedias que no han exigido una gran inversión, la primera tiene seis actores, la segunda los célebres Carlos Hipólito y Luis Merlo, y las dos comparten un sencillo dispositivo escenográfico.
El caché frente a la taquilla
Frente a ello se erige la red de teatros públicos, que en Madrid controla entre espacios nacionales, autonómicos y municipales, casi 20.000 butacas (frente a las 16.000 del privado). Los teatros públicos pueden permitirse producciones más complejas que las privadas y practicar un “teatro de arte”, como presumen. No viven pendientes de la taquilla y su relación con las compañías y con los artistas se adapta a alguna de las tres modalidades siguientes:
1. Espectáculos de producción propia, que diseñan e impulsan en solitario o con otros teatros públicos.
2. Obras en coproducción con productoras y compañías privadas.
3. Y espectáculos de compañías privadas, e incluso de empresarios de paredes de teatros privados, que son invitadas a exhibirlos en sus escenarios.
Hamlet, dirigida por Miguel del Arco, pertenece a la modalidad 2. Es una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y la productora Kamikaze. Según informa la productora, el acuerdo establece que la producción la financia la CNTC en un 80%. Los actores y el equipo artístico cobran un caché o tarifa fija por las funciones que ofrecen en Madrid y que paga la CNTC, así como los gastos de promoción y publicidad. Cinco semanas en La Comedia, con el cartel de entradas agotadas, ha permitido que vieran la obra unas 17.000 personas.
De la explotación de la gira se ocupa Kamikaze, que exhibe el espectáculo por teatros municipales o autonómicos y paga un canon a la CNTC. Los teatros contratan a la compañía a caché y corren también con los gastos de publicidad. A fecha de hoy, la productora ha vendido 40 funciones para este año con las que, me asegura, ha recuperado el dinero de su inversión y cubre los costes de personal. El acuerdo con la CNTC es beneficioso para la productora, le financia la obra, no asume riesgos y le permite explotarla durante un año y medio más o menos. Para los teatros nacionales esta modalidad también tiene una ventaja: resuelve las giras por el país, pues la mayoría las había paralizado debido a los altos costes que suponía ceder a las presiones sindicales de los técnicos (exigen movilizar a más personal del que emplea una producción privada y en el régimen de las horas extras).
Si Kamikaze quisiera llevar el espectáculo a un teatro privado de Madrid tendría que contar con el permiso de la CNTC y mantener la producción en los mismos estándares artísticos y técnicos. Pero a Kamikaze ni se le ocurre esta idea: “Los acuerdos con un empresario de paredes suele consistir en repartir los ingresos por taquilla al 50% y también la inversión en publicidad. Esta obra tiene muchos gastos, son siete actores para empezar, la escenografía es compleja… en total me exige pagar doce sueldos. Para cubrir costes la taquilla tendría que ir como un tiro, asegurando un mínimo de entradas a diario. Es muy arriesgado”, comenta Aitor Tejada, productor de Kamikaze.
La modalidad 3, la de compañía invitada, permite la exhibición en escenarios públicos de producciones impulsadas por productores independientes. Suelen estar contratadas a taquilla aunque no siempre es así, pues algunos teatros garantizan un fijo mínimo. José Sacristán también dejó las Naves del Matadero con todo el aforo vendido con Muñeca de porcelana, y aunque le espera una larga gira, confiesa que a él no le importaría ir a un teatro privado de Madrid siempre y cuando acepte “que yo solo hago seis funciones a la semana. Lo de la función doble en un día se ha acabado en mi vida”. Su obra solo tiene dos actores.
[caption id="attachment_1206" width="560"] La piedra oscura, producción del CDN, se estrenará en el Teatro Galileo[/caption]
En la actualidad el Centro Dramático Nacional sí que permite la explotación de sus coproducciones en el circuito privado y pone de ejemplo La piedra oscura (que abrirá temporada en el Teatro Galileo) y Páncreas (que iniciará la del Amaya). E incluso facilita también su exhibición en otros teatros públicos como ocurrió con El malentendido, que luego se vio en Matadero. Las dos primeras son producciones de pequeño formato, de dos y tres actores, respectivamente. La última tenía un reparto de cinco intérpretes. El CDN informa que en estos casos corrió con todos los costes de su exhibición en Madrid. Esta política de pagar a caché o a taquilla con un fijo garantizado es una de las razones por la que algunos “empresarios de paredes” (que administran teatros privados de la ciudad) se han apuntado también a exhibir en los teatros públicos, les resulta más rentable que hacerlo en los suyos propios. La fórmula tiene escandalizados a algunos productores independientes.
Teatro para una élite de actores
Uno de los productores más combativos del teatro privado madrileño es Enrique Salaberría, que gobierna siete teatros en la ciudad y para el que, en su opinión, el teatro público ha roto las normas de funcionamiento del sistema teatral vigente: “Nosotros vivimos de la taquilla y no podemos pagar a los actores con arreglo a lo que ofrece el teatro público, que es insostenible desde la perspectiva empresarial. Un actor cobra en el teatro público el doble de lo que nosotros podemos pagarle y así en todos los aspectos de esta industria”.
El empresario sostiene que son tan grandes las diferencias entre un modelo y otro que es muy difícil que se dé el trasvase de obras. Y habla de la dificultad que encuentra para ofrecer repartos con figuras atractivas y trabajos exquisitos: “El teatro público es el que tiene hoy dinero y está para satisfacer a una élite de actores acostumbrados a comer todos los días en plato de oro. Si se fija, casi siempre son los mismos equipos y actores los que trabajan en estos espacios, no han acabado la función en un espacio público y ya les han encargado una nueva producción en otro, son endogámicos ¿cómo va a interesarles pasar al circuito privado?”. Y añade un elemento más de tensión: “La desfachatez de los teatros públicos llega hasta el punto de que ya ni se molestan en ofrecer una programación diferenciada de la nuestra, quizá más arriesgada, que justifique su existencia. Ahora el Centro Dramático Nacional va a montar La rosa tatuada, un título que se estrenó en el teatro comercial hace muchos años”.
A modo de conclusión, añade: “A pesar de todo esto, para mí, sin embargo, lo más grave, más incluso que el 21% de IVA, es la subvención de la taquilla que practican los teatros públicos. Venden las entradas tan baratas que tampoco podemos competir en eso”.