[caption id="attachment_1633" width="600"] Vicent Miralles, Macarena de Rueda y Pedro Segura en Un tonto en una caja[/caption]
Martín Giner es un autor argentino del que se han representado en Madrid varias de sus comedias, siempre en salas alternativas (75 puñaladas, Terapia, Medio pueblo). Su notable escritura y su fresca forma dramática va ganando poco a poco nuevos escenarios. En estos momentos puede verse en el Nuevo Teatro Alcalá Un tonto en una caja, uno de sus últimos textos en el que disecciona con humor y fina observación la convivencia en sociedad a partir de una cómica distopía pseudoplatónica.
Con esta obra el actor murciano Carlos Santos (Goya al mejor actor revelación de 2016) repite con Martín Giner, pues ya dirigió del autor 75 puñaladas (representada hasta hace poco en el Alfil). Y lo hace con los mismos actores, Pedro Segura y Vicent Miralles, a los que se ha unido en esta ocasión la joven madrileña Macarena de Rueda.
La obra nos habla de una sociedad estamental a través de tres personajes: el anciano Notable (Pedro Segura) representa el poder y la máxima sabiduría; el Grande (Vicent Miralles) pertenece a la clase dedicada al estudio y la ciencia, actúa de lameculos del anterior para mantener sus privilegios; y el Pequeño (Macarena de Rueda), que aparentemente es tonto, esclavo, supersticioso, y está dedicado a servir a los precedentes.
La obra funciona como una fábula crítica en torno a la autoridad y otros argumentos políticos que ordenan la sociedad: la protección y el miedo, el reparto desigual de la riqueza y el trabajo, la religión frente a la razón y el conocimiento, la ambición de poder, el desprecio y la explotación de los inferiores… Aparentemente, son asuntos que podrían hacer peligrar la obra hacia el panfleto (ya saben… la lucha de clases), pero Giner opta por una deriva más interesante, diría que casi shakesperiana: qué valor damos a lo misterioso, a lo supersticioso, ¿nos explicamos la vida teniendo en cuenta esos mensajes ocultos, del más allá o no? Ahí estriban las diferencias de los personajes.
El humor, la ironía, el atinado análisis que hace Giner de las conductas y contradicciones de los individuos, le permite construir habilidosos y cómicos diálogos. Los actores representan con acierto sus personajes: Miralles consigue darle un tono ridículo, mientras Segura trabaja un perfil patético. Y me ha sorprendido gratamente la bella Macarena de Rueda, que se inclina por un estilo interpretativo clown, y con eficaces resultados.