[caption id="attachment_1971" width="560"] Un momento de Ben-Hur, de la compañía Yllana[/caption]

Había curiosidad por conocer cómo Yllana iba a resolver en teatro la célebre carrera de cuadrigas de una de las películas más oscarizadas de la historia del cine, Ben-Hur. Expectación acentuada porque la producción se había concebido para un espacio monumental como el teatro romano de Mérida. El pasado miércoles tuvo lugar el estreno de la obra, dentro del festival y programada hasta el 8 de julio. De la célebre escena solo diré que es la cumbre del espectáculo, y que está resuelta con astucia, maña y humor. Hasta llegar a ella este Ben-Hur ofrece al público otros momentos descacharrantes e inspirados.

El autor de la versión, el actor y dramaturgo Nancho Novo, ha confesado que la obra original de Lewis Wallace ha sido su punto de partida, pero le ha dado la vuelta a la historia como a un calcetín. Al término de la función contó que había escrito “lo equivalente a dos Quijotes, pues he tenido que desechar mucho. He trabajado en colaboración con los  directores, David Ottone y Juan Ramos Toro, que han ido cribando el texto. He escrito hasta el último momento, la noche del preestreno todavía estaba añadiendo diálogo”.

La novela, al igual que la película, comienza con el relato de algunos episodios de la vida de Cristo, y luego se interna en las peripecias del judío Ben-Hur, que ve truncada su amistad de infancia con el romano Messala por diferencias religiosas y políticas. Novo ha respetado la evolución del relato, pero transforma el dramón en comedia y hace del héroe épico un gay afectado. Esta idea central se apoya también en la vieja leyenda que Gore Vidal, el guionista de la película, dejó correr en torno a la homosexualidad de los dos personajes protagonistas, Ben-Hur y Messala, y que según él explican sus motivaciones más íntimas.

Aquí no hay subtexto que valga y Ben-Hur es un julandrón en faldita, musculoso y pringado en aceite (al que Víctor Massán le saca un gran partido cómico con sus automasajes, poses y gestos), cuya enemistad con Messala (Fael García, muy gracioso) se explica porque fueron amantes en la adolescencia, relación que acaba en incesto mediante un delirante deux ex machina que los convierte en hermanastros. A este disparate argumental se une otro más oportunista, para dar juego al elenco femenino y que gira en torno a la mujer romana y a sus reivindicaciones feministas.

La historia permite a David Ottone y Juan Ramos Toro hacer un gran aprovechamiento de los recursos escénicos, y recurriendo a referencias musicales (Jesucristo Superstar, Queen…). Llaman teatromascope a la pantalla que sirve de foro y en la que se proyectan los escenarios donde transcurre la historia, y que en algunas escenas se combinan con las acciones de los actores. Esta pantalla acota las grandes dimensiones del escenario romano y oculta la parte central de la fachada del monumento.

El elenco lo forman solo seis actores que hacen una labor exigente: se multiplican en un número notable de personajes y dan rienda suelta a sus chistes, gags, mezclándose con el público en las gradas y buscando su participación. Los chicos mostrando musculitos y en falditas de romanos están graciosos. A los actores ya citados, se unen Agustín Jiménez y Richard Collins-Moor, con un perfil cómico muy definido, que el público reconoce. Y también las chicas, Eva Isanta y Elena Lombao, de gran vis cómica.

Sin ser la mejor producción de Yllana, este Ben-Hur tiene algunas escenas que, solo por las carcajadas que proporcionan, merece verla. Sin ánimo de hacer spoiler, señalo la escena de la escultura como una de las más ingeniosas y tronchantes; y también la de las chicas leprosas o la de la aparición de Cristo que personifica Collins-Moor. La obra tiene momentos de inspiración a lo Monty Python, en otras da la sensación de estar viendo Astérix en cine, y espero que con la gran gira que les aguarda acaben puliendo los menos afortunados.

Se han oído voces que consideran que incluir esta producción en el Festival de Mérida, en un espacio monumental como el teatro romano, tenía algo de sacrilegio, pues consideran que debe estar consagrado a indiscutibles textos trágicos o cómicos. Ha sido una apuesta arriesgada de la dirección del festival, y del grupo Yllana, que actuaba por primera vez en este mítico teatro. A tenor de la respuesta del público, este ha dado la razón a los artistas.