[caption id="attachment_1994" width="560"] Un momento de la obra El maestro Juan Martínez que estaba allí[/caption]
Tras la rehabilitación literaria del periodista Manuel Chaves Nogales (1897-1944) con la publicación en estos últimos años de muchos de sus títulos, el actor Alfonso Lara se ha propuesto llevarlo también a los escenarios. Ha elegido una de sus novelas que mejor pueden funcionar en ellos: El maestro Juan Martínez que estaba allí, relato de la increíble peripecia vivida por una pareja de bailaores españoles atrapados en la Rusia de la Revolución de Octubre.
Lara firma la adaptación, dirige la obra y también la protagoniza. Cuenta que leyó el texto y pronto quiso hacer una función teatral de él: “Chaves Nogales me da la oportunidad de hablar de mí mismo. Él era republicano y acabó exiliándose, pero me admira que estando en el cogollo del desastre fuera capaz de mantener una gran imparcialidad, una extraordinaria limpieza de criterio. También, de alguna manera, se identificó con Juan Martínez al darle voz, como también hago yo ahora. Creo que su periodismo sigue vigente, es de una actualidad atronadora”.
Se ha escrito mucho sobre las virtudes del periodismo de Chaves Nogales y, en el caso del relato sobre Juan Martínez y su mujer Sole, de cómo consigue poner cara y ojos a un acontecimiento histórico tan trascendental como la revolución rusa y la guerra civil que le siguió, permitiendo que nos hagamos una idea muy humana del horror y las penalidades vividas por la población durante aquellos días. Chaves relata la historia como un reportaje novelado, contado en primera persona por el bailaor, y secuenciado en capítulos salpicados de numerosas anécdotas y acontecimientos y de su encuentro con asombrosos personajes. Esta estructura narrativa facilita su traslado a las tablas.
La violencia y el terror que aplicaron los bolcheviques para alcanzar el poder y el hambre que sufrió la población fruto de sus políticas arbitrarias componen un relato trágico y terrorífico de la revolución rusa, de una ferocidad sin límite, tanto que es obligado preguntarse cómo fue posible que en la Europa occidental el comunismo alcanzara tan “buena prensa” en las capas intelectuales y se prolongara casi hasta nuestros días.
Lara deja claro que él no ha querido hacer una comedia: “Esta historia es como un cuento, pero un cuento terrible. Tiene escenas que provocan la risa, pero es una historia trágica. Por otro lado, El maestro Juan Martínez… me conecta como actor con personajes de larga y arraigada tradición en España, la de los pícaros, la de los cómicos-pícaros, que encontramos en el Lazarillo y llega a nuestros días en películas como El viaje a ninguna parte”.
Lara ofrece una versión que raras veces levanta el vuelo del relato literario y son contados los momentos en los que exprime el aire tragicómico de ciertas situaciones absurdas que viven Juan y Sole en ese mundo hostil. Ofrece escenas bien compuestas y dialogadas, como cuando Juan Martínez se encuentra con el soldado francés disidente o aquella en la que relatan el hambre que pasan junto con sus otros amigos artistas españoles. Reserva un emocionante monólogo para el final, que no pertenece al libro de Chaves Nogales, en el que habla de la deshumanización del individuo en aquellas ideologías que, en nombre de un futuro luminoso, se aplican a cortar cabezas siguiendo un plan de ingeniería social.
Del elenco sobresalen Lara como Juan Martínez y Pepa Rus como su mujer Sole, están convincentes, tienen una presencia física y un trapío adecuado; se percibe en ellos unas facultades interpretativas mucho mayores de las que el texto les permite, pues la fragmentación de escenas amortigua el recorrido y la evolución de sus personajes. En escena les acompañan Eva Boucherite, Rosa Fernández Cruz, Piñaki Gómez, Micaela Quesada, Pepe Lorente y Pablo Rivero Madriñán, que se multiplican en infinidad de personajes como comisarios políticos, aristócratas y burgueses, Rasputin, Trosky, bailarinas, payasos de circo...
Ocho actores no es habitual para una producción independiente (de la productora Coarte) que también ha hecho un gran esfuerzo en el diseño escenográfico (de Oscar Camín), y de iluminación (Felipe Ramón). La escenografía se componen de una especie de jaula con una pantalla en el foro en el que se proyectan imágenes documentales de la revolución rusa, un sencillo dispositivo para sugerir la situación que vive la pareja de artistas durante los seis años que permanecieron atrapados en un país que selló sus enormes fronteras rápidamente.
La obra se ha presentado el pasado fin de semana en los teatros Luchana, dentro del I Certamen Nacional de Artes Escénicas, y ahora le aguarda una gira por el país.