En un callejón sin salida
Hasta no hace mucho tendíamos a dividir a la sociedad entre ricos y pobres, pero se diría que hoy la divisoria va más por la de verdugos y víctimas, muchas de estas últimas con heridas imperdonables que el tiempo no ha conseguido sepultar (y asi tenemos las de la Conquista de América, las del heteropatriarcado, etc.). En esta dualidad el lugar del agraviado, convertido hoy casi en condición civil, tiene su preferencia. Un asunto ciertamente original del que trata precisamente la obra Espejo de víctima, de Ignacio del Moral, en la sala Princesa del María Guerrero hasta el 21 de abril.
La obra tiene una factura impecable. Los dos textos de que se compone están bien construidos, con su dosis de dialéctica y personajes poliédricos, y magníficamente dialogados. Del Moral es un maestro de escritura dramática: a través de los diálogos compone las acciones de los personajes y avanza la trama. Eduardo Vasco dirige a los actores con precisión y no les da tregua. Y Eva Rufo y Jesús Noguero forman una gran pareja de intérpretes, ofrecen una interpretación medida, exigente, hacen un trabajo de orfebrería por la amplia gama de matices que muestran en el desarrollo y la evolución inesperada de sus personajes y todo a un palmo de la nariz del público. Esto es teatro del bueno.
La primera de la obras, La lástima, nos presenta a dos personajes cuya misteriosa identidad descubriremos poco a poco. El crescendo de la acción nos lleva a un dilema moral muy de actualidad: ¿hay que juzgar hechos violentos sepultados hace muchos lustros y, sobre todo, por actores que entonces eran menores? El personaje que suponemos malo termina siendo descubierto por otro que también esconde su "monstruosidad" porque, viene a decirnos el autor, todos tenemos un lado perverso, nadie está libre de ser un diablo… La obra tiene un final abierto, justo en el momento más interesante, una vez descubierta la monstruosidad de cada uno, por lo que el autor nos deja con las ganas de saber cómo vivirán estos personajes con ella.
La segunda pieza lleva por título La odiosa, y tiene por protagonista a una víctima de un atentado terrorista que ha quedado afectada físicamente. La protagonista es una mujer que rechaza adoptar la actitud de "dar pena" y, en cambio, se muestra como una mujer de fuerte carácter, que hace explícitos sus deseos sexuales y que pretende llevar una vida independiente, "normal". El autor viene a decirnos que sería preferible llamar "supervivientes" y no "víctimas" a estas personas, que ayudaría a superar el trauma que viven. Quizá, pero también podría interpretarse como un eufemismo para disfrazar la realidad y borrar cualquier rastro del mal.
Espejo de víctima es una obra que reflexiona sobre un tema nada trillado, cosa que aplaudo. Pero cuando me pregunto qué me quiere contar Del Moral, me encuentro en un callejón sin salida, confusa y con cierta inquietud ideológica. Tampoco me sorprende, me pasa a menudo, pues la obra está en línea con las ideas que transmiten buena parte de las que hoy se escriben y veo en los escenarios: personajes que pueden ser vistos como monstruos y como seres benéficos, nada de Calibanes o Yagos al estilo Shakespeare. Son obras de una ingenua moralidad,como manda el canon posmodernista, donde es más importante lo que dicen que sienten los personajes que lo que hacen… y cuando a estos se les enfrenta a hechos claramente delimitados, nos quedamos con las ganas de saber cómo actuarán, porque se apaga la luz o baja el telón, y el drama queda interrumpido.