Inicio de la temporada teatral muy movidita en Madrid, pero no me refiero artísticamente, sino en el terreno político, que es donde está la acción y se anuncian novedades. El teatro madrileño es un bussines básicamente político: las administraciones públicas en su conjunto son los patrones más poderosos, los que más teatros poseen, los que más invierten, los que más empleo dan; y aunque los nuevos políticos todavía andan conociendo el terreno que pisan, ya han comenzado a tomar decisiones.
Acabo de saber que Andrea Levy, la nueva concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid (por el PP), ya le ha comunicado a Carme Portaceli, la directora del Teatro Español, que no renovará su contrato, de tres años prorrogable a cuatro, que vence el próximo 30 de septiembre. Como se sabe, el pasado mes de agosto se hizo público que el Español recupera las Naves del Matadero y que su actual director, Mateo Feijoo, cesa al finalizar su contrato este 30 de septiembre.
Según fuentes municipales, la reagrupación obedece a varios factores: aprovechamiento de recursos y creación de un gran teatro con cinco salas que permita consolidar una programación escénica a nivel de los grandes centros europeos. Los espacios de la plaza de Santa Ana se dedicarán a teatro de repertorio y las Naves, a teatro contemporáneo y de vanguardia, pero el proyecto aún debe desarrollarse. Tampoco está claro el sistema de selección del futuro director. La destitución por el equipo de Carmena de Pérez de la Fuente, elegido por proceso de selección público, ha deslegitimado este sistema en favor del nombramiento directo.
Por último, el resto de los directores de los teatros municipales, (Fernán Gómez y Conde Duque) se mantienen de momento.
Las tres administraciones que conviven en Madrid son ahora de signo político distinto; es un suponer que sus programas culturales deberían responder a las ideas diferente que defienden. En este terreno la cuestión se dilucida entre la defensa de una cultura popular frente a una cultura de vanguardia, o en otras palabras, un teatro para el público o un teatro para una élite, compuesta en su mayoría por los profesionales. Pero me da que tenemos que volver a citar a Lampedusa con su escéptico aforismo de que es necesario que todo cambie para que todo continúe igual.
Hoy Marta Rivera de la Cruz, nueva consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid (por Ciudadanos) se ha estrenado con una rueda de prensa en los Teatros del Canal. Lo de “estrenarse” es un decir, porque la exparlamentaria tiene más tablas que un actor de repertorio, como ha demostrado ante las preguntas de los periodistas, que como era lógico hemos dejado de lado a los bailarines y coreógrafos de Abierto en Canal (motivo de la rueda).
Ha venido a decir que no tiene ninguna decisión tomada sobre el relevo en los Teatros del Canal, que se está informando y entrevistando con los profesionales del sector, que no está decidido si seguirá la fórmula del nombramiento directo o el proceso público de selección para elegir sucesor, y que se va a tomar su tiempo porque hay un equipo administrativo sólido que garantiza la continuidad del funcionamiento de los Teatros.
Ante los dos modelos que hasta ahora se han ensayado en los Teatros del Canal, el de Boadella (un teatro popular de calidad) y el de Natalia Álvarez Simó (vanguardia), ella toma el camino de en medio.“No estoy de acuerdo con esa bicefalia cultural, no creo que en el teatro público deba elegir entre un tipo de teatro u otro, creo que son complementarios”. Y añadió: “Yo no soy una empresaria que tenga un teatro, por tanto, lo que a mí me guste o no artísticamente no decidirá la programación de estos Teatros”. Esta última declaración me recuerda a las que le oí a Boadella siendo director, llegando a decir que de la parrilla que programaba probablemente le interesaba personalmente el 10% como mucho, que él hacía un teatro para las ciudadanos que eran quienes lo pagaban.
Finalmente quedan los teatros nacionales, que están mostrando una transición de sus equipos directivos más o menos decorosa. Ayer Ernesto Caballero, que cesa este mes como director del Centro Dramático Nacional para dar paso a Alfredo Sanzol, presentó su temporada. En su largo discurso de despedida de estos ¡ocho años! hizo balance, y señaló: haber mantenido y renovado el repertorio, haber fundado el laboratorio de creación escénica Rivas Cherif y haber dado cuenta de nuestra Historia contemporánea a través de los montajes que ha programado.
En su despedida advirtió contra "un fantasma que recorre el arte" y que ataca la libertad de expresión como es el puritanismo que impone la corrección política. No mete en este saco de la corrección el tema del feminismo, pues presumió minutos antes de su compromiso con la igualdad de género al haber dado más presencia a las mujeres en la nómina artística. No os desmenuzo la nueva programación porque ya han escrito de ello mis colegas Alberto Ojeda y Andrés Seoane en esta misma web.
También han tomado posesión Joaquín de Luz y Rubén Olmo al frente de las Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional de España, que por el momento no han dado a conocer su programación ni sus líneas de trabajo (son compañía estables y, por tanto, dependen mucho más de los equipos de bailarines que formen).