'Macbeth', último testamento artístico de Vera
La obra póstuma del director, heredada por Alfredo Sanzol, tiene buena factura, un imponente aparato escenográfico y estupendas interpretaciones
Esta crítica llega tarde, después de ver la última función de Macbeth en el María Guerrero, la producción del Centro Dramático Nacional que Gerardo Vera no llegó a dirigir por su inesperada muerte, pero que dejó bastante avanzada. La buena factura del espectáculo, con un aparato escenográfico imponente, estupendas interpretaciones y claridad expositiva, junto al hecho de ser el último testamento artístico de Vera, merece que deje testimonio de ella.
¿Qué le interesa contarnos a Shakespeare en esta historia sobre un regicidio diseñado y cometido por un matrimonio de cortesanos escoceses? Hay varias respuestas, pero cuando uno lee el texto encuentra una progresión de reflexiones de Macbeth dedicadas a convencerse a sí mismo de cometer el asesinato, ideas que también oye de boca de su cómplice esposa. Resulta interesante que unas brujas que le predicen que será rey son las que impulsan el deseo de sangre del protagonista y desencadenan la acción. ¿Cómo interpretar ese oráculo? Si las brujas no existen, ¿a qué se está refiriendo el autor? Esas brujas pueden verse también como metáfora de la paranoia que sufre Macbeth (aunque las brujas se le presentan cuando está con su amigo Banquo, que también las oye y ve). Pero esto de recurrir a figuras fantásticas y misteriosas como desencadenante del mal es habitual en Shakespeare, algo parecido le ocurre a Hamlet con el fantasma de su padre, que algunos prefieren interpretar como fruto de su locura o imaginación.
En esta obra Shakespeare pone mucho empeño en contarnos la evolución del pensamiento del noble Macbeth en su ascensión hacia el asesinato y la tiranía y eso, para la puesta en escena, es un problema: hay mucha literatura antes de la acción. Macbeth y también su mujer emplean mucha palabrería para convencerse de cometer el mal, al igual que hacemos cuando repetimos algo muchas veces para ir concienciándonos de ello. A los Macbeth la retórica les sirve para ir convenciéndose de cometer sus terribles acciones.
En esta producción la narración de la evolución de los estados mentales de la pareja asesina, así como las acciones que protagonizan, es clara y tiene un ritmo ajustado que me mantuvo atenta todo el tiempo. A ello contribuye la versión de José Luis Collado (no sé a quién pertenece la traducción), concisa y de poco más de dos horas; y la dirección de Sanzol, que toma las riendas en sustitución de Vera (por cierto, el director escribe en el programa de mano que en esta obra ha experimentado una nueva forma de trabajar con los actores, lo que me llena de curiosidad).
Carlos Hipólito es un Macbeth que inicialmente actúa instigado por su energética y resolutiva mujer (Marta Poveda), pero luego le coge gustillo a la sangre y abandona su precavida actitud para adoptar una personalidad más excitada y capitanear una travesía de perfidia, traición y muerte sin vuelta atrás. Da gusto escuchar a Hipólito, por su clara dicción y naturalidad, por la intensidad bien medida que da a sus palabras de un lirismo arrebatador, pero su edad no corresponde con la que asociamos a un noble guerrero esgrimiendo la espada en duras batallas. Por su parte, esta Lady Macbeth de Poveda ofrece uno de los mejores personajes que le he visto hacer: autoritaria, volcánica y convincente, es tan protagonista como su esposo y logra escenas extraordinarias en las que no pude despegar la vista de ella. La habitual intensidad y dramatismo con los que la actriz suele abordar sus personajes se complementa muy bien en el rol de Lady Macbeth.
Otro soberbio actor que pocas veces me defrauda, Jorge Kent, en el personaje de Banquo, consigue darle un tono de noble caballero y amante padre de gran verosimilitud, amén de su hermosa y clara voz. En el resto del elenco destacan Chema Ruiz, Agus Ruíz, Mapi Sagaseta, Markos Marín… todos bajo una imponente escenografía de Alejandro Andújar que nos sugiere exteriores e interiores de una fortaleza, pero también campo abierto donde uno puede imaginar mesnadas de caballeros librando batallas.
Escenografía con una media bóveda invertida fabricada en lamas y enfrentada a un suelo en plano inclinado hacia el patio de butacas que sugiere mayor profundidad y horizonte en el foro. La movilidad de la bóveda permite crear planos visuales del paisaje escénico fascinantes, acentuados por la iluminación de Juan Gómez-Cornejo, que juega con la luz filtrada por las lamas, y por la videoescena de Alvaro Luna proyectado en la escenografía. Gómez-Cornejo pinta la escena durante la mayor parte de la obra en azul y rojo, estilo tenebrista, para terminar en luz deslumbrante a la muerte del tirano Macbeth.
La música original y el espacio sonoro de Alberto Granados Regullón bebe de la música celta e ilustra con lirismo los cambios de escena y momentos señalados de la acción. Pero en esta exigente producción el vestuario es un contratiempo, volvemos a los vulgares chándales para vestir caballeros.