Celebro los estrenos de obras de David Mamet (Chicago, 1947) y acudo al Reina Victoria a ver Trigo sucio con la voracidad de una mujer que rompe su dieta de adelgazamiento tras haber perdido quince kilos. Es la última del autor de Illinois, se estrenó en Londres justo antes de la epidemia dirigida por él mismo y con John Malkovich de protagonista, que en la versión española asume Nancho Novo. El autor ha dicho que “es pura coincidencia” el parecido de la ficción con hechos y personas reales, pero desde el minuto uno reconocemos la caricatura del productor Harvey Weinstein.
La obrita, que se ve bien y pasa como un suspiro, de apenas una hora y cuarto de duración, es esquemática pero atrevida. Lo que más me gusta de Mamet es justamente cómo exprime las posibilidades del lenguaje y las situaciones dramáticas, planteando dilemas morales con personajes que adoptan posiciones ideológicas enfrentadas. Pero aquí no hay dilema y el protagonista es tan malote como gordote. No importa, lo atrevido es hacer sátira y farsa de un tema polémico y sensiblemente delicado en nuestros días como fue el caso Weinstein y creo que justamente Mamet lo presenta con un trazo de brocha gorda en sintonía con el tratamiento que se hizo de él en los medios.
La dirección de Juan Carlos Rubio juega a favor de los actores: Nancho Novo compone un villano zafio y exhibicionista, aunque el personaje tiene poca escala para la evolución. Desde el momento que tiene su encuentro con el guionista que interpreta Fernando Ramallo, al que insulta despiadadamente, sabemos por dónde van a ir los tiros: Barney Fein, que así se llama el protagonista, es un monstruo de barraca de feria de nuestros días, un panzudo productor de películas sociales oportunistas, acostumbrado a corromper empezando por su propia madre, maltrata a sus empleados, se beneficia y acosa a las actrices… Nancho Novo coge el toro por los cuernos y anima con chistes y cinismo su villanía ególatra, siempre dentro del juego cómico y resultando bastante despreciable.
La misma treta en la que cae es previsible y le llevará a perder todo su imperio: corrompe a un jurado con una de sus actrices, que interpreta Candela Serrat como un ratoncito atrapado. Pensé que a partir del momento en que Fein toma viagra crecería la comicidad, pero todo es bastante patético en el magnate. Hasta su fiel secretaria y cómplice Sondra, estupenda Eva Isanta, acaba hartándose de él y huyendo. En el final, cuando todo se desmorona, Juan Carlos Rubio hace que también caiga el decorado. Un acierto.