En el ámbito de la danza contemporánea y en la era de la globalización es llamativo que algunas compañías coincidan en volver la mirada hacia el rico folclore de bailes populares como fuente de inspiración para sus espectáculos. Esta es una de las tendencias detectadas en la programación del Festival Dansa València que hoy termina tras una semana en la que ha presentado espectáculos de pequeño formato en teatros y espacios al aire libre.
Uno de los trabajos más aplaudidos ha sido el último de Mucha Muchacha y que se inscribe en esta línea. A la obra Para cuatro jinetes, estrenada hace apenas dos meses en el teatro Condeduque de Madrid, no le falta originalidad. Es una exploración de las danzas populares de nuestro país desde una radical y divertida mirada a cargo de cuatro desprejuiciadas bailarinas de danza española, casi recién salidas del Conservatorio de Danza de Madrid. Cuatro cuerpos que se han aliado en esta ocasión con los hermanos sevillanos de Los Voluble, especialistas del remix de video y audio.
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En realidad, casi todas las danzas del folclore español están más muertas que vivas, y estos tiempos en los que prevalece una cultura uniforme y compartida en casi todo el mundo han terminado de darles la puntilla.
En nuestro país puede que resista el flamenco y algunas danzas andaluzas que todavía se mantienen enraizadas en una comunidad y que se transmiten entre sus miembros, pero las danzas populares que vemos son una pieza de museo, vamos a descubrirlas a teatros, desfiles y festivales como quien va al Prado a ver Las meninas. Como producto cultural tienen un valor patrimonial o turístico, pero ya no nos identifican, no son una tradición.
Creo que el espectáculo de Mucha Muchacha pretende hablar de eso. La pieza se abre con un prólogo impactante, vemos a las cuatro danzantes como cuatro gracias desnudas, haciendo una exhibición enérgica y extenuante de algunas danzas célebres como la jota de Albalate y la de Antillón, verdiales, muñeira, ball payés…, y entre las que cuelan un perreo.
“Todas las danzas que nombramos en el espectáculo las bailamos. Lo hacemos de una forma académica porque así es nuestra relación con el folclore. Las cuatro las llevamos aprendiendo desde los ocho años, cuando comenzamos a ir al Conservatorio”, explica Belén Martí Lluch, una de las integrantes de la compañía, original de Palma de Mallorca.
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La atrevida exhibición en pelota que hacen las bailarinas busca una expresión depurada y atemporal, al menos así lo justifica Lluch: “No sabemos en realidad cómo se bailaba en el pasado. Tu tatarabuela lo podría bailar de una manera, y se lo enseñaba a tu abuela, que lo hacía a su manera, pero luego estas danzas nos han llegado filtradas por los Coros y Danzas de la Sección Femenina que hoy podemos ver en el NODO. A nosotras nos interesaba apropiarnos de ellas, conocemos a fondo el lenguaje por tantos años de estudio en el Conservatorio, pero nos son muy lejanas. Queríamos volver a investigar sobre este lenguaje para cuestionarlo y hacerlo contemporáneo”.
Dramaturgia trabada (Celso Giménez y Violeta Gil de La Tristura les asesoran en estas lides) con humor, alarde de forma física y mucha energía de sus integrantes y una puesta en escena ritual y misteriosa por momentos. El cuarteto se entrega con las distintas danzas, mientras en el video vamos viendo la documentación real y ficticia usada para el remix. Ficción y realidad sirven para reflexionar sobre la transmisión del folclore y el valor que hoy tiene.
La pieza sigue una narración que va del pasado al futuro de estos bailes, e incluye una desternillante escena teatralizada en torno a la realización de un pódcast sobre una antigua y singular forma de cantar como es el cant redoblat de Ibiza al que eran grandes forofos John Lennon y Yoko Ono. Aquí se nos presenta como una scoop periodística divertidísima. La última parte del espectáculo tiene un tono más lírica y misteriosa, montada casi como un ritual.