Los veinticuatro años transcurridos desde el estreno de 4.48 Psicosis han contribuido a consolidar la calidad poética de la obra de Sarah Kane y a refutar a los críticos que entonces se escandalizaron y la consideraron teatro experimental y pasajero.
Su impacto emocional es brutal, se sale del teatro tocada pero no hundida. La obra trata del delirio suicida de su protagonista y exige de un intérprete capaz de exhibir un dolor íntimo y extremo frente al espectador. Natalia Huarte acepta el desafío, dando muestra de que el riesgo y la dificultad labran su carrera de intérprete.
Huarte lleva una temporada imparable. Con 34 años, comparte cartel con los consagrados en producciones de perfil contrastado. Comenzó con Paris 1940 en compañía de Josep Maria Flotats dando vida a su alumna Claudia; después Lucía Carballal la incluyó en su comedia Los pálidos, y cierra la temporada en la sala pequeña del Teatro Español con esta pieza íntima que Luz Arcas (La Pharmaco) ha montado como un monólogo y en la que nos muestra la disociación de una mente humana afectada por una profunda depresión.
4.48 Psicosis es el testamento de su autora, Kane la dejó escrita días antes de suicidarse, con apenas 28 años y tras arrastrar una profunda depresión. Esta obra es estremecedora, de una gran tristeza. Como puede uno presumir, no es apta para todos los públicos, pero los aficionados al teatro sabrán degustar el espesor poético y la verdad profunda que transmite. Tiene gran ritmo teatral gracias a su lenguaje directo y sin medias tintas, y a su estructura, que se asemeja al patrón de un patchwork reflejo de la mente disociativa de la protagonista.
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Vemos a una mujer encerrada en una habitación que nos habla de su tristeza, de su soledad, de su insatisfacción y aburrimiento. Recita y también dialoga. En estos diálogos creemos que habla con su amante, con Dios, con su médico, con su padre... Son muchos los personajes que desfilan sin saber exactamente quiénes son. En sus diálogos, Kane nos transmite su rabia y su dolor, su visión lúgubre y torturada de la existencia, pero también habla de amor, único medio de redención que encuentra, lo que es emocionante.
Recita series de números, también nombres de medicamentos que le van administrando para mantenerla a flote y que ella repudia porque le impiden escribir, le quitan el apetito sexual, o simplemente la mantienen como una zombi. Por eso espera el momento de la noche cuando todavía no ha entrado la alborada, a las 4.48 horas de la mañana, experimenta entonces un momento de lucidez ya que la medicación ha dejado de hacerle efecto.
La puesta en escena de Luz Arcas recrea la habitación donde está recluida la protagonista con apenas dos elementos: una cama y un lavabo. Con la clara dicción de Huarte, el texto fluye y su poética resuena vigorosa. Arcas ha potenciado elementos sonoros que ilustran mejor los sensibles meandros de la perturbada mente del personaje, como son los suspiros y las voces balbucientes -de hecho, nos introduce en la obra a partir de una misteriosa iluminación que deja en sombras la escena y donde solo oímos la voz de su protagonista-. También subraya con música el carácter emocional de los textos.
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Otro elemento que ha potenciado la directora (Arcas es coreógrafa) es el cuerpo y el movimiento de la actriz. La angustia del personaje se agudiza, especialmente después de haber tomado medicamentos, con espasmos respiratorios que Huarte realiza tumbada en el suelo, desnuda y vestida solo con un pañal de enfermo, logrando una organicidad muy creíble.
La dirección huye del sensacionalismo, especialmente en el final, refugiándose en las sombras que sugieren más que confirman. Cuando Huarte sale a recibir los aplausos, su rostro todavía no se ha recompuesto del profundo trance que ha vivido. También los espectadores están tocados, sus ovaciones son lentas, necesitan dos o tres bises para reaccionar y que sus palmas suenen rotundas.
A Sarah Kane hoy se la reconoce como una de las renovadoras del teatro británico de los noventa, representante de la corriente In Yer Face (En la cara), caracterizada por su lenguaje sin medias tintas, muy íntimo y personal. No tiene muchas obras, apenas cuatro más un guion y unos monólogos de iniciación, pero su manera directa de hablar en escena de asuntos tan truculentos como la violación, la violencia o la dominación escandalizaron a sus contemporáneos.
En España tardó en traducirse y esta pieza se ha podido ver en varias ocasiones, la mejor representación vino de la legendaria actriz argentina Leonor Manso, en el Centro Cultural de la Villa. Guillermo Heras fue uno de los primeros en dirigirla y la actriz Beatriz Argüello también la ha representado. A mí me parece que ya se ha ganado el parnaso de los clásicos.
4.48 Psicósis
Sala Margarita Xirgu del Teatro Español
Dramaturgia: Sarah Kane
Dirección y diseño de vestuario: Luz Arcas - La Phármaco
Reparto: Natalia Huarte
Iluminación: Jorge Colomer
Diseño de escenografía: Pablo Chaves
Composición música original: Adrián Foulkes
Diseño de espacio sonoro: Pablo Contreras
En cartel hasta el 2 de julio