'La reina de la belleza': María Galiana y Lucía Quintana en una relación odiosa de madre e hija
La obra dirigida por Juan Echanove carga las tintas en lo atroz de los personajes y se hace más folletín que tragedia.
Esta triste obra que Martin MacDonagh estrenó en 1996 tiene la inspiración y las hechuras de un completo melodrama clásico al estilo de Ibsen o Tenesse Williams cuyo argumento, la convivencia odiosa de una anciana y su hija, no solo resulta cercano y creíble en nuestros días, sino que en manos de dos buenas actrices como María Galiana y Lucía Quintana podría sobrecoger más intensamente el ánimo del público. Pero esta producción dirigida por Juan Echanove carga las tintas en lo atroz de los personajes y se hace más folletín que tragedia.
Es inevitable recordar la primera producción que de esta obra, La reina de la belleza, se hizo en España, a los pocos años de su estreno en Londres, porque tuvo una excelente acogida. La dirigió Mario Gas y contaba con dos actrices que replicaban en el escenario los lazos familiares que tenían en la vida real: Montserrat Carulla y Vicky Peña. Aquel montaje tenía un tono más realista e íntimo que este. Recuerdo todavía la imagen de Carulla en la mecedora estilo Windsor peleándose con Peña en esa humilde cocina de una pobre casa de pueblo irlandés, con una ventana azotada por la lluvia constantemente.
También aquí tenemos una mecedora Windsor, pero por las dimensiones de esta cocina diseñada por Ana Garay se diría que es la de un restaurante. Esta casa más que cabaña de Connemara tiene aspecto de almacén, con un frontal de cristales sucios y de escaleras en una estética industrial de oscuros y óxidos tonos. Y en ese desafortunado estilo se inscribe también la música de Orestes Gas, con chirridos y ráfagas de sonidos tendentes a crear un ambiente de inquietud y opresión.
Luego está la fábula, cuyo desenlace imaginamos desde el primer momento en el que descubrimos en Maureen (Lucía Quintana), una hija que maltrata a su madre, que no soporta tener que atenderla, la solterona superada por la circunstancia de tener que convivir con ella, constantemente irritable. Un personaje que Quintana defiende con su gran oficio y temperamento, pero con ataques de mal humor desbocados y continuos que hacen que el personaje pierda precisión, ya que no es hasta la aparición de Pato (Javier Mora), un viejo amor, cuando los dosifica.
En cambio, la madre, Mag, es interpretada por Galiana en un tono más sobrio, filtrando cínicos comentarios que provocan cautas risas del público, y exhibiendo una piel de cordero que poco a poco caerá para descubrirnos toda su perversidad. En este sentido, Galiana logra un retrato diabólico de ancianita inválida.
Madre e hija insertas en una trama tejida por el autor con elementos clásicos como el de cartas interceptadas que no llegan a sus destinatarios y de los que se hace depender la fortuna de los personajes; o sea, un Macguffin en toda regla dirigido a crear inquietud entre el público, que facilita la aparición de un nuevo personaje, el hermano menor de Pato, interpretado por Alberto Fraga.
MacDonagh, uno de los dramaturgos anglosajones más representados de la actualidad y también reconocido guionista y director de cine con títulos como el reciente Almas en pena de Inisherin o Tres anuncios en las afueras, ambienta muchas de sus obras en Irlanda, concretamente en la costa oeste, de donde es originaria su familia. Ello le permite sacar a relucir en sus textos asuntos tan trillados como la pobreza de este país y la dependencia de los irlandeses del Reino Unido, a donde suelen ir en busca de trabajo.
En la obra la irascible Maureen ha tenido una penosa experiencia en Inglaterra y su aversión a lo inglés se manifiesta hasta en la defensa del idioma gaélico que hace, frente a su madre, que adora oír canciones en inglés en la radio. Es una metáfora de la relación horrible que ambas mantienen. Son muchas otras cosas las que separan a la egoísta madre de la desequilibrada hija y que MacDonagh nos va desvelando gradualmente.
El autor, que debutó en el teatro con esta obra, sabe dialogar sobre la cotidiana relación madre-hija, siempre vista como hostil, echando mano de muchos elementos, mezclando violencia, humor, y tipos y situaciones realistas y costumbristas. Es cuidadoso en detalles y alterna situaciones de tensión con otras de tono más lírico.
En este sentido, echo de menos una mayor atención a los detalles en la dirección de Juan Echanove, que sigue un criterio clásico en su puesta en escena: al término de las escenas las lleva a fundido a negro hasta facilitar la transición a la siguiente, una vez que actores y objetos han sido ordenados en la oscuridad.
De MacDonagh hemos podido ver en nuestro país algunas producciones importantes como El hombre almohada, considerada su obra maestra y que fue dirigida por David Serrano y protagonizada por Belén Cuesta en 2021. E inolvidable por su fabulosa puesta en escena la que dirigió Gerardo Vera de El cojo de Inishmaan en 2011 con Terele Pávez y Marisa Paredes.
La reina de la belleza
Teatro Infanta Isabel, desde el 5 de junio
Texto: Martin MacDonagh
Dirección Juan Echanove
Adaptación: Bernardo Sánchez
Reparto: María Galiana, Lucía Quintana, Javier Mora y Alberto Fraga
Escenografía y vestuario: Ana Garay
Iluminación: David Picazo
Música: Orestes Gas
Producción: Okapi Producciones