'Gemelos', la joya del teatro chileno por la que no pasa el tiempo
Pocas veces se ve un espectáculo en el que forma y fondo se acoplen tan perfectamente y funcione con tanta precisión.
La multipremiada Gemelos, obra clave del teatro chileno contemporáneo, ha inaugurado el nuevo Canal Hispanidad de la programación de los Teatros del Canal. Esta joyita escénica adapta la cruda novela de la escritora húngara Agota Kristof El gran cuaderno, y ha sido rescatada por la compañía Teatrocinema para celebrar los 25 años de su estreno. Hoy todavía podrá verse el citado teatro madrileño.
La obra se vio en Madrid poco tiempo después de su estreno, dentro del Festival de Otoño, pero entonces la compañía se llamaba La Troppa, que fue fundada por Laura Pizarro, Juan Carlos Zagal y Jaime Lorca, tres estudiantes que coincidieron en los años ochenta en el aula de teatro de la Universidad Católica de Chile. El trío se deshizo en 2005, pero Zagal y Pizarro continuaron junto a un colectivo multidisciplinar bajo el nombre de Teatrocinema.
Yo que vi aquella representación, confirmo que no ha pasado el tiempo por ella, mantiene el impacto macabro de este cuento para adultos, y a la vez maravilla la sorprendente poética, belleza y originalidad de la forma plástica en la que se cobija.
El gran cuaderno es una historia atroz, sobre la crueldad y brutalidad humana en tiempos de guerra, pero también una historia de superación y aprendizaje en un ambiente hostil. Sus protagonistas son Lucas y Claus, dos hermanos gemelos que en un contexto prebélico -en el montaje nos remiten a la II Guerra Mundial aunque la autora no precisa ni tiempo ni lugar- son llevados por su madre a vivir con su abuela a un pueblo fronterizo. A la abuela la llaman bruja en el pueblo, y es un personaje terrible, hosco, los obliga a trabajar y a ganarse el pan.
Este libro es el primero de La trilogía de Claus y Lucas y narra el aprendizaje de los gemelos en la vida con historias terribles de violaciones y abusos que ocurren en ese pueblo fronterizo a donde van a vivir. Los niños se someten a una disciplina que ellos mismos se autoimponen para superar la violencia. Aprenden a escribir, a soportar los golpes golpeándose a sí mismos, pasan frío, ayunan, matan animales para soportar la crueldad... se convierten en unos niños todopoderosos.
Kristof publicó El gran cuaderno en 1986, tras haberse dado a conocer con algunas piezas teatrales; siendo ella húngara, escribió su obra en francés, idioma que aprendió en su exilio en Suiza. Quizá por ello su escritura es de frase corta, casi telegráfica, precisa y de un simbolismo que se adapta bien al teatro.
El montaje obvia gran parte de las crueldades que recoge la novela. Si el teatro persigue emocionar e involucrar al espectador, difícilmente podrían conseguirlo escenificando una retahíla de macabras experiencias. Desde luego consigue la atención del espectador, pocas veces se ve un espectáculo en el que forma y fondo se acoplen tan perfectamente y funcione con tanta precisión.
En Gemelos se despliega sobre el escenario un teatro que emula a los de marionetas. Construido por Eduardo Jiménez y Rodrigo Bazaes, es un juguete maravilloso, una casita que funciona como un perfecto engranaje que concentra diferentes escenografías, con escotillones que se abren y cierran, y dentro del cual tres actores enmascarados se mueven como marionetas, en el mejor estilo Gordon Craig.
Está dividida en cuadros escénicos que guardan continuidad. Los gemelos (interpretados por Zagal y Julián Marras) hacen de narradores y actores; sus voces nos guían de cuadro en cuadro, con detalles acentuados por la música y los sonidos. El partido que le sacan a esta construcción es un hallazgo y un acierto. Los diferentes planos y perspectivas que nos ofrecen rompen con el plano general que impone el escenario teatral.
Aquí los personajes -los dos hermanos gemelos y la abuela-bruja- se mueven por esta pequeña casita con soltura y precisión, y podemos verlos en un sorprendente juego de perspectivas que van desde el plano general de los paisajes que nos muestran, al plano medio y hasta el primer plano, cuando enmarcan a los personajes dentro de un círculo simulando la apertura del obturador de una máquina fotográfica.
Todo complementado con un vestuario y una ilustración de decorados en una estética simbólica, opuesta al realismo, de gran poder metafórico.
La compañía ha explicado en varias ocasiones que la falta de precisión de donde transcurren los episodios de la novela les permitió establecer un paralelismo con la realidad del Chile de los años 80 que vivieron de niños y de la que querían hablar: “Si viene un ejército e invade tu país, como nos pasó a nosotros cuando éramos niños, conocerás que la guerra siempre es sufrimiento y sangre, y sangre de pueblo, de seres comunes y corrientes”, confesó en su presentación Juan Carlos Zagal.
Gemelos
Teatros del Canal, hasta el 29 de septiembre de 2024
Adaptación: (ex La Troppa) Laura Pizarro, Juan Carlos Zagal y Jaime Lorca
Dirección: (ex La Troppa) Laura Pizarro, Juan Carlos Zagal y Jaime Lorca
Intérpretes: Laura Pizarro, Juan Carlos Zagal y Julián Marras
Escenografía: Eduardo Jiménez, Rodrigo Bazaes y ex La Troppa
Artefactos y utilerías: Eduardo Jiménez, Rodrigo Bazaes y ex La Troppa
Música original: Juan Carlos Zagal
Diseño de iluminación: Juan Cristóbal Castillo
Vestuario y máscaras: Eduardo Jiménez, Rodrigo Bazaes
Sonido: Alonso Orrego
Patrocinios: Fondart (Fondo para el Desarrollo de las Artes)