El escritor irlandés Jonathan Swift dio a la imprenta su provocador opúsculo Una humilde propuesta (Nórdica) tres años después, en 1729, de haber publicado la novela que le concedió fama universal y duradera: Los viajes de Gulliver, ese libro que todo el mundo asegura haber leído -o cree haber leído- de niño, generalmente en alguna versión abreviada e ilustrada, y que muy pocos leen o retoman en la edad adulta.



Una infancia miserable forjó en el brillante clérigo anglicano un pensamiento escéptico y pesimista, lindante con el nihilismo, que se vertió en textos satíricos de notoria virulencia.



Swift, además, escribió Una humilde propuesta bajo los efectos devastadores de la muerte de Stella, una mujer a la que había conocido siendo ambos niños, con la que compartió buena parte de su vida y con la que, según algunas fuentes, habría llegado a contraer matrimonio secretamente. Morir Stella, y entrar en barrena, al borde de la demencia, fue todo uno.



En tiempos de hambruna y pobreza en Irlanda, en tiempos -Swift lo dice expresamente- en los que muchas mujeres sin recursos, casadas o no, abortaban en horribles condiciones o abandonaban a los recién nacidos, el escritor hace una proposición pensando en que sea de provecho -dice- para el pueblo: criar a los bebés para ser vendidos con destino a las mesas familiares de quienes los compren, con ello los pobres obtendrían algunos dineros que paliarían su indigencia y, entre otros beneficios que el autor comenta, se reduciría el número de niños -cientos de miles- que malviven en las calles.



Escribe Swift: Entre mis conocidos de Londres hay un americano muy entendido que me ha asegurado que un niño sano y bien criado, cuando cumple un año se convierte en el alimento más saludable, nutritivo y delicioso, tanto si está guisado o asado, como hecho al horno o cocido; y no me queda duda de que sabrá igual de rico cocinado en fricandó o en ragú.



Es evidente que la brutal sugerencia de Jonathan Swift, expresada con trazos de lacerante ironía, tiene como objeto formular una feroz crítica de la pobreza, la desigualdad y las condiciones sociales y económicas de la Irlanda del momento.



Pero si traigo aquí este libro es para hacer una observación relativamente lateral. El humor negro, negrísimo, y la crueldad de los supuestos que Swift maneja en favor de su sátira instructiva y reveladora son tan fuertes que, probablemente, un libro así sería hoy inviable, ya que chocaría con lo políticamente correcto. Sea cual sea el fin positivo y apreciable del reproche social que se persigue, hoy sería difícil exhibir las menciones y las alusiones que Swift utiliza.