Han pasado los días de Carnaval, y tengo la impresión -no sé si equivocada- de que, una de dos, o no han sido muy efervescentes, o los medios de comunicación -tal vez por ello- no les han prestado la atención amplificadora de años anteriores. O quizás sea yo el que ha estado con la cabeza en otras cosas.



La crisis consternante podía tener el efecto de propiciar el deseo de desahogo y evasión. Pero también ha podido suceder que la misma crisis y los recortes -que propician el ayuno y la abstinencia en tantos terrenos- nos hayan instalado en una Cuaresma interior anticipada y perpetua.



Ediciones 98 ha publicado recientemente Las horas solitarias, de Pío Baroja. Releo en estos días, al atardecer, otro libro de Baroja editado por la misma editorial en 2010, Vitrina pintoresca, que es un festín de observaciones agudas y comentarios sin contemplaciones. Es un libro de 1935, que dibuja un panorama social poco halagüeño del tramo final de la Segunda República. Baroja, desde su original e irrenunciable individualismo, escribe cuanto se le antoja y tiene por conveniente, importándole una higa si los demás lo juzgarán idóneo o inapropiado.



En Vitrina pintoresca -título bien añejo hoy- encuentro un texto sobre el Carnaval, que Baroja considera “la fiesta más completa de los hombres”.



Baroja repasa sus orígenes y modalidades, y dice: El Carnaval tiene muchas caras, muchas facetas; es demoníaco y libertino; une el sentido igualitario y el erótico, la fecundación y la locura, la obscenidad y la rebeldía, la risa y el terror pánico.



Y, más adelante, añade: El Carnaval viene de una corriente subversiva, demoniaca, antisocial, humana, demasiado humana, que diría Nietzsche. Encauzarla, domesticarla es dejarla sin vida.



Baroja está preparando su conclusión: El Carnaval ordenado, municipal, socialista es aburrido; no tiene color ni sabor.



Socialista o no, el Carnaval propuesto, reglado y subvencionado por las instancias municipales no es Carnaval, sino representación y sombra de Carnaval en tiempos en los que las máscaras proliferan todo el año y a toda hora.