He descubierto tardíamente a Muriel Spark (1918-2006), lo cual es una lástima: me he perdido muchas horas de placer. No he leído todavía La plenitud de la señorita Brodie (Pre-Textos), su novela más célebre. Mi bautismo se produjo con El asiento del conductor (Contraseña), título también, algo posterior a la novela, de una estupenda canción del grupo británico de rock Sniff'n' theTears.
Me sedujo la historia de esa extraña mujer que viaja, muy conscientemente, al encuentro de su asesino. Y me sedujo por completo Muriel Spark: su humor, su inteligencia, su descaro, su hábil manejo de una estructura narrativa muy arriesgada, su escritura plástica y minimalista. Me pareció una escritora adelantada a su tiempo, de una gran modernidad.
Acabo de leer La intromisión, en una edición argentina de La Bestia Equilátera -¡vaya nombrecito!-, a la venta en las librerías españolas. Hay otras novelas de Muriel Spark a nuestro alcance editadas por Impedimenta, Plataforma y Alfaguara.
La intromisión cuenta la historia de Fleur Talbot, una incipiente novelista que, para sobrevivir, acepta corregir y redactar las autobiografías de los miembros de un misterioso club dirigido por un millonario excéntrico. El asunto huele a chamusquina, a intenciones torcidas y peligrosas, y, en efecto, Fleur se verá envuelta en una peripecia que chapotea en las orillas del chantaje y del crimen.
Muriel Spark, gran amiga de Graham Greene, trabajó, cuando estaba mal de dinero, para los servicios de información del Foreign Office, y La intromisión contiene elementos de su experiencia y de su biografía en las sombras.
Con una trama bien urdida en su creciente interés, La intromisión es también novela dentro de la novela, y Spark aprovecha para deslizar reflexiones sobre su modo de entender el oficio de escritor y sobre la literatura. Fleur Talbot, mientras sortea como puede los riesgos en aumento de su poco claro trabajo, está escribiendo su primera novela.
Spark mezcla los dos argumentos, y no es éste el aspecto más logrado de su propuesta. Mientras que nos atrapan y nos absorben las aventuras de Fleur, con personajes extraordinarios como su patrón, su ama de llaves, la anciana madre de su patrón, su amante y la esposa de su amante, no logramos seguir bien la peripecia de los personajes de la novela que Fleur está escribiendo. No importa nada. Nos quedamos con el concepto: los contagios entre la ficción y la realidad, entre la creación y la vida, entre la fantasía y la experiencia.
Muriel Spark dispone de una agudeza privilegiada, de un faltón desenfado, de gran valentía a la hora de introducir elementos sorprendentes y poco convencionales, sean escatológicos o sexuales. Se atreve con todo, mientras mantiene una gran finura para la descripción y para el retrato psicológico. Es muy audaz, y eso es algo que fascina de ella.
Jugando a esconder y a mostrar su voz detrás de la voz de Fleur, su personaje, escribe al final: Espero que quienes lean mis novelas sean lectores de buena calidad. No me gusta pensar que una persona vulgar lea mis libros.
Hay escritores que dicen que escriben para sí mismos y que no piensan en los lectores. Hay otros que aseguran que escriben para todo el mundo, que cualquier lector les viene bien y que muchos lectores les vienen mucho mejor. Muriel Spark, sin petulancia y con naturalidad -eso es importante- dice, sencillamente, que no quiere que sus lectores sean vulgares. Quiere lectores de buena calidad. Eso está bien, qué caramba.