[caption id="attachment_727" width="510"] Bartolomé de las Casas[/caption]
En los escasos días de descanso que he podido disfrutar en Semana Santa me ha apetecido abandonar, para este blog, la habitual lectura de novelas. Elegí para ello, con intención que no se ha visto defraudada, la biografía de Bartolomé de las Casas (1484-1566), escrita por Bernat Hernández, profesor titular de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, y recién editada por Taurus a iniciativa de la Fundación March y dentro del común proyecto editorial fraguado en la colección “Españoles Eminentes”.
La larga y apasionante vida del dominico permite asomarse a un siglo crucial de la historia de España y del mundo, a los tiempos del descubrimiento, conquista y colonización de América –por utilizar términos tan difundidos como discutidos-, a los difíciles años de constitución y afianzamiento de la monarquía hispánica, a una época irrepetible de intercambios culturales y de toda índole, a un período único en el ensanchamiento y cuestionamiento de los horizontes y valores de una Europa escindida y en conflicto entre católicos y protestantes…
Las Casas trató personalmente, aunque con brevedad, a tres monarcas españoles (Fernando el Católico, Carlos V y Felipe II), a partir de asumir la crítica de los métodos y las prácticas de la conquista y la defensa de los derechos de los indígenas, tarea titánica y plagada de dificultades y sobresaltos que, sin embargo, desembocó en el logro de las reformistas Leyes Nuevas (1542) –que corrigieron excesos y abusos en el trato a los indios- e, incluso, abrieron paso a las modernas consideraciones y legislaciones sobre derechos humanos.
Teólogo y jurista con muchas obras publicadas en defensa de los indios, en su opúsculo Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) Las Casas detalló sus sostenidas denuncias de los desmanes de conquistadores, autoridades y colonos, y, ciertamente, ese fue un libro utilizado por las monarquías europeas rivales de la española para pergeñar la persistente “leyenda negra”.
Las Casas llegó al Nuevo Mundo en 1502, a los dieciocho años, como hombre de armas en busca de riqueza. Obtuvo el estatuto de encomendero y, por tanto, dispuso de tierras y de indios esclavizados para sus negocios. Pero digamos que reflexionó y cayó del caballo tras no pocas peripecias y, arrepentido, pasó a abrazar la causa de la defensa de los indios, inseparable de (téngase en cuenta) la preeminencia de su evangelización frente a la ocupación de territorios por las armas y la explotación comercial.
En esa senda, patrocinada también por las órdenes mendicantes de dominicos y franciscanos y que tantos enfrentamientos y peligros le valió, Las Casas abrazó y profundizó en la vida religiosa primero como sacerdote (a los 23 años) y luego como fraile dominico (a los 38 años), llegando a ser consagrado Obispo de Chiapas a los 60 años, cargo al que renunció para, cansado y en gran medida decepcionado, pasar los últimos veinte años de su vida en España entregado a su vocación espiritual y a escribir y publicar sus libros. Bernat Hernández calcula que, a su muerte, Las Casas pudo haber recorrido 22.400 leguas en barco, en carro o a caballo y a pie. Estamos hablando de alrededor de cien mil kilómetros.
Bien. Impulsado por la fascinación que me ha procurado el libro de Bernat Hernández he querido mencionar algunos hechos de la vida del fraile sevillano y algunos asuntos tratados (para incentivar su lectura) con el consiguiente error de dejar fuera episodios y temas de la máxima importancia. El lector los descubrirá si se acerca a la biografía del profesor Hernández.
Para seguir estimulando la lectura de Bartolomé de las Casas debo decir que, antes de entrar en la biografía de su personaje, Hernández dedica más de 70 páginas a los hechos y los rasgos más relevantes del descubrimiento y la conquista. Esas páginas de contextualización aportan un magnífico resumen de las figuras y las actividades de Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, con la narración abreviada de las conquistas de los imperios azteca e inca.
Es en esas páginas cuando, refiriéndose a Cortés y a Pizarro, el profesor Hernández escribe: “Hoy día sus retratos personales y sus relatos biográficos quedan a mucha distancia del ensalzamiento épico y del denuesto tremendista”.
Bernat Hernández menciona en algún otro lugar que, en efecto, los historiadores más recientes y modernos están reformando –como él mismo hace- anteriores visiones extremistas y maniqueas sobre los protagonistas y los hechos de la conquista de América. Un buen momento para que muchos españoles podamos asomarnos a una historia que desconocemos en su pormenor y que, sin embargo, asumimos y valoramos con clichés desde polos opuestos y trazos gruesos.