Patrick Modiano, otra vez. Para mí, es adictivo. Anagrama publica Para que no te pierdas en el barrio, la nueva novela del escritor francés, la primera en aparecer en España después de que recibiera el Premio Nobel.

Un escritor recibe una llamada inquietante. Un hombre –al que acompañará una joven- le quiere devolver una libreta que ha perdido. En ella figuran los nombres de una serie de personas y sus teléfonos. Gente de su pasado. Cuando se citan para hacer la entrega, el hombre se interesa vivamente por un nombre que figura en el listado. El escritor no lo recuerda. El hombre le dice que, sin embargo, ese nombre figura también en una de sus novelas. Le aportará pruebas, y fotocopias dispersas de unos informes policiales con más nombres de un círculo de personas que el escritor pudo conocer hace mucho tiempo. Una de esas personas fue asesinada; otra, estuvo en la cárcel. Se trata de dos mujeres.

A partir de este planteamiento inicial, suceden dos cosas: el escritor se verá acuciado por el hombre –que, al parecer, quiere escribir un libro sobre esa gente- y también por su joven acompañante, que está atemorizada y le advierte respecto al hombre. La vida del escritor se complica, porque –segundo aspecto- no puede evitar sentirse concernido por su olvidada relación con esas personas citadas en los informes. Se pone a investigar.

Ya hemos convenido, con el acuerdo del propio Modiano, que el autor de Para que no te pierdas en el barrio escribe siempre, si no la misma novela, variantes de la misma novela: París y alrededores, sus calles, sus bares, sus casas y sus hoteles; la relación entre un pasado neblinoso y un presente incierto acechado por esas nieblas; la ausencia de los padres en una infancia de tinieblas, y la indefensión, la fragilidad y la melancolía subsiguientes; una o varias mujeres escurridizas, atrayentes, pero no fiables; personajes masculinos que, sin las pruebas de convicción definitivas, se mueven o se han movido en un mundo de crimen y delito…

Y el estilo, claro, esa música callada de las palabras de Modiano, ese tono fluido y susurrante que va destilando con sencillez y sin sobresaltos una poesía hipnótica, que va creando una atmósfera en la que el lector queda atrapado como los personajes, junto a ellos, en una tela de araña de incertidumbres. La traducción es de María Teresa Gallego Urrutia.

Se trata, como casi siempre, de esclarecer el pasado, sí, pero en esta ocasión, y de una forma muy marcada, se produce por momentos un juego de espejos entre pasado y presente, un juego de simetrías, similitudes y repeticiones. El tiempo es el protagonista, pero es un tiempo desdoblado, desglosado en varios tiempos hasta confundirse en un continuo.

Esta novela presenta una novedad, y, si no es una novedad del todo, sí es algo más remarcado que en otras ocasiones. Itinerarios, idas y venidas, investigaciones, sí, pero Modiano subraya en esta ocasión una estrategia muy propia de los relatos policíacos. Me refiero a que va dosificando revelaciones que contribuyen a fijar la atención del lector y a proyectarlo hacia adelante. Modiano, sin perder un ápice de la delicuescencia que caracteriza su universo y sin renunciar a sugerir equívocamente antes que a informar con nitidez, se sirve con más claridad de las muletas que caracterizan –haciendo avanzar el relato- a la novela negra. O criminal, o como quiera llamársele cuando las fronteras son difusas.

Se trata de recordar, sí, pero más que sobre la memoria, es ésta una novela sobre el olvido. Reconstruir el pasado es rescatar recuerdos, sí, pero también es tratar de entender por qué olvidamos.

Como es natural, no voy a revelar en qué se sustancian ni el presente ni el pasado en esta novela una vez más tan subyugante, pero sí voy a señalar que pocas veces Modiano se ha mostrado tan concreto y, al mismo tiempo, tan osadamente evanescente.

Nunca he colocado aquí (creo) como cita a comentar la cita que encabeza una novela, siempre he escogido un fragmento del relato. Pero esta vez haré una excepción. Patrick Modiano encabeza su novela con estas palabras de Stendhal: “No puedo aportar la realidad de los hechos, sólo puedo ofrecer su “sombra””.

No es posible definir mejor y con menos palabras el paisaje y el modo de contar de esta novela y, por extensión, del conjunto de las novelas de Patrick Modiano: no es una narrativa sobre la realidad, sus personajes y sus hechos, sino sobre sus sombras. Sobre la sombra.