[caption id="attachment_833" width="530"] Orson Welles y Peter Bogdanovich durante el rodaje de The Other Side of the Wind[/caption]

En la anterior entrega de este blog, recomendé el visionado de Lío en Broadway (2014), pese a no ser una película redonda, al tiempo que evocaba los títulos más memorables de la truncada y asediada filmografía de Peter Bogdanovich (Nueva York, 1939).

Vuelvo ahora sobre el director, ya que así lo piden la actualidad y la fértil personalidad del cineasta, cuyas aportaciones exceden a la importancia de sus películas.

Como saben sus seguidores, Bogdanovich ha desempeñado un importantísimo papel como crítico, investigador y escritor de cine. De algún modo, Bogdanovich reencarnó el espíritu de algunos miembros de la "Nouvelle Vague" francesa al considerar y demostrar en la práctica que escribir sobre cine de una determinada manera es una forma de ser cineasta equivalente a dirigir películas.

La lectura de sus libros sobre John Ford y Fritz Lang, en Fundamentos o, más recientemente, de El director es la estrella I y II y de Las estrellas de Hollywood, en T&B Editores, ha tenido una insustituible función formativa para muchos cinéfilos españoles por la sabiduría, perspicacia y amenidad que reúnen sus opiniones, a veces condensadas en las preguntas que plantea a los directores en sus analíticas, documentadas, fluidas e imprescindibles entrevistas con ellos.

Es el caso de Ciudadano Welles, que, con ocasión del centenario del nacimiento del director de Sed de mal (1958), reedita Capitán Swing veinte años después de que lo publicara Grijalbo, lo que confiere al libro un carácter de novedad para una generación.

En las páginas de "El Cultural" me ocupé hace unas semanas de la crítica de Mis almuerzos con Orson Welles (Anagrama), brillante y divertido libro en el que Peter Biskind ha editado las conversaciones entre el director y su amigo Henry Jaglom. Ese libro es de muy instructiva y placentera lectura, sobre todo para conocer mejor la gigantesca personalidad de Welles y sus caprichosos y afilados juicios sobre un centón de celebridades.

Lo mismo encontraremos –con previsibles contradicciones- en Ciudadano Welles, pero Bogdanovich –fustigado en el posterior libro de Biskind-Jaglom- planteó una obra muy diferente durante sus entrevistas con el genio en los años 60 y 70.

Bogdanovich comenta y aporta cartas, testimonios y documentos propios y ajenos, mientras que el crítico Jonathan Rosenbaum, encargado de la edición de Ciudadano Welles, contribuye con indispensables notas que contienen más información, bibliografía y, cuando es necesario, aclaraciones o desmentidos a datos suministrados tanto por Welles como por Bogdanovich.

No obstante, la diferencia sustancial y decisiva entre uno y otro libro reside en que Bogdanovich –con sitio para las bromas y para toda clase de digresiones- realizó sus entrevistas con el talante de un crítico y de un estudioso que deseaba saber, con toda clase de detalles, el pormenor y la minucia de todas y cada una de las películas dirigidas por Welles – y de sus proyectos no realizados-, indagando en las razones y propósitos de todas sus decisiones.

Estamos, pues, ante un libro que no sólo proporciona una ingente cantidad de información histórica sobre Welles y su cine, sino que también analiza exhaustivamente con altísimo nivel intelectual su filmografía –también como actor- hasta, aproximadamente, Una historia inmortal (1968), su antepenúltima película acabada.

Ya hemos dicho que Bogdanovich sabe dotar a sus libros de jugosas dosis de amenidad, y aquí no se priva de reproducir las tensiones, piques y discrepancias que Welles y él tuvieron durante sus largas charlas, incluyendo los momentos en que Orson le tomaba el pelo, le reprendía o se negaba a continuar.

Ciudadano Welles –traducido por Joaquín Adsuar- es, por tanto, una biblia, dotada, eso sí, de una gran capacidad de entretener y de provocar el deseo de revisar las películas de Orson con todas las luces que aporta.

Siempre me gustó la deslumbrante sagacidad de Bogdanovich como crítico, sólo comparable a su enorme erudición. Veamos un ejemplo de la inteligencia de sus juicios: "Uno de los aspectos más inquietantes de la obra de Welles radica en la tensión entre el pesimismo esencial de su perspectiva y el optimismo esencial inspirado en la brillantez de su estilo".

Ojo, eso no se puede decir de cualquier gran creador y es una observación atinadísima sobre Welles. Sus películas contienen una visión pesimista de la existencia y del mundo, pero es una feliz ocurrencia advertir que esa visión entra en tensión con el optimismo de su estilo, es decir, con el extraordinario empeño que Welles pone en lograr la obra de arte, empeño sólo deducible de un criterio optimista sobre la utilidad de la creación que, además, se transmite y se vive contagiosamente cuando nos enfrentamos a la gozosa excelencia estilística de sus películas.