Gutiérrez Aragón y los actores
Después de Todos estamos invitados (2008), Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) abandonó (presuntamente) la dirección de películas. Desde entonces, y retomando su primigenia vocación de escritor –en parte cumplida como guionista-, ha publicado en Anagrama tres notables novelas: La vida antes de marzo (2009, Premio Herralde), Gloria mía (2012) y Cuando el frío llegue al corazón (2013).
Anagrama edita ahora A los actores, que tiene su origen en una conversación entre amigos en la que Gutiérrez destacó que, en una película, "los actores están antes de todo lo demás". A continuación, abrió una carpeta de gomillas en la que empezó a guardar notas y papeles, que son el embrión de este libro. Con un sentimiento. MGA cuenta que un día Vargas Llosa le preguntó cómo se encontraba desde que había dejado de hacer películas. Contestó: "Bien. Sólo echo en falta a los actores".
A los actores es un título que no oculta su carácter de dedicatoria y de homenaje. Gutiérrez se ocupa de ellos recorriendo dos caminos que se cruzan: reflexiona genéricamente sobre la importancia y características del trabajo actoral y evoca significativas anécdotas y episodios de su propia experiencia con los intérpretes de sus películas como director. Comparecen, así, en el texto actores como José Luis López Vázquez, Ángela Molina, Fernando Fernán Gómez, Alfredo Landa y Fernando Rey, entre otros.
En la parte digamos que ensayística Gutiérrez Aragón especula y teoriza sobre asuntos como el rostro, el primer plano, el cuerpo del actor como agente de la narración, la naturalidad, la irrupción de la claqueta, los ensayos, la representación, la máscara, el color y el blanco y negro, el desnudo, la atracción y repulsión entre intérpretes, la relación entre el director y los actores, la mirada, la construcción y la producción del personaje, la mímesis, la voz y el silencio y otras cuestiones. Las mencionadas anécdotas con los protagonistas de sus películas ilustran o amplían estos temas.
Gutiérrez Aragón sazona sus reflexiones con fuentes procedentes del cine, la pintura, la filosofía, el teatro y la literatura e, igualmente, convoca a conocidos teóricos que le precedieron en tales consideraciones, como Kuleshov, Eco, Metz, Barthes, Balázs o Burch.
Los dos anteriores párrafos confirman el primordial carácter ensayístico del libro, que, sin embargo, está entreverado de recuerdos personales que actúan como hilo conductor y que prestan al texto un cierto temple narrativo. ¿Suficiente como para que el editor haya incluido el libro en su colección de "Narrativas Hispánicas"? A mi juicio, no. El lector debe tener claro que A los actores es un libro primordialmente ensayístico. Un pliego central con 25 fotografías en color sirve para documentar la filmografía del cineasta.
Director y novelista que acoge en sus obras no pocos ingredientes autobiográficos, Gutiérrez Aragón, a la vista de los pasajes memorialísticos de A los actores, nos debe unas memorias completas de, al menos, su carrera en el cine, que abarquen desde sus experiencias de niño como espectador hasta hoy mismo.
Cuenta Gutiérrez Aragón sus cuitas a la hora de abordar El caballero Don Quijote (2002) y las dudas existentes sobre la idoneidad de Fernando Rey para interpretar, a su edad, al Ingenioso Hidalgo. Y cuenta el director que le dijo al actor: "Mira, Fernando, se desconfía de nosotros y de lo que pueda salir de todo esto, así que hagámoslo a tumba abierta, caeremos juntos por el precipicio. ¡Y no tengas miedo a hacer el ridículo! Eso forma parte del personaje".
He aquí un ejemplo de dirección de actores. El director propone al actor trabajar a tumba abierta, no tener miedo al ridículo. Si hay que caer, caerán "juntos" –muy importante ese "juntos"- por el precipicio. Al fin y al cabo, al empezar una película –como otras creaciones artísticas- siempre hay un precipicio por delante. Es inútil negarlo. De lo que se trata es de salvarlo, de atravesarlo con éxito. Y con más valor que miedo.