El laberinto y la rata
[caption id="attachment_901" width="199"] Paul Fournel[/caption]
Soy poco aficionado a los juegos y a los experimentos literarios. Tengo, no obstante, una vieja simpatía por Raymond Queneau (1903-1976), el autor de Zazie en el metro (1959), el coguionista de La muerte en este jardín (1956), de Luis Buñuel.
El filósofo, matemático y escritor inspirado por los surrealistas fundó, en 1960, el grupo OuLiPo, pronto vinculado al Colegio de Patafísica. OuLiPo viene de “Ouvroir de Littérature Potentielle”, esto es (en castellano), Obrador de Literatura Potencial.
Son oulipianos Italo Calvino, Eduardo Berti y Georges Perec. Un oulipiano mantiene su condición de miembro del grupo incluso después de muerto y sólo puede abandonarlo si se suicida ante un notario que consigne que su suicidio únicamente obedece a su deseo de abandonar OuLiPo. El humor, como cabe deducir, está en la entraña de estos escritores, que tienen un presidente y un “secretario provisionalmente definitivo”.
Marcel Benabou, que ocupa este último cargo, define al escritor oulipiano como “una rata que construye ella misma el laberinto del cual se propone salir”.
Los oulipianos crean ese laberinto muy primordialmente a partir del cultivo deliberado de constricciones y trabas, es decir, de reglas y limitaciones muy severas que se autoimponen para observar cómo, pese a ellas, la libertad y la literatura se abren paso.
La uÑa RoTa, con traducción de Pablo M. Sánchez, acaba de editar Es un oficio de hombres, que lleva por subtítulo Autorretratos de hombres y mujeres en reposo. Los lectores están invitados a añadir el suyo bajo las estrictas normas propuestas.
La cosa consiste en lo siguiente. Paul Fournel, presidente de OuLiPo, escribió el autorretrato de un esquiador. Básicamente, definió al esquiador y constató que practica un oficio humano que genera desequilibrio y da miedo. Fournel describió algunas habilidades, vicisitudes y reglas del esquiador, quien, aunque duerma o coma, siempre está trabajando, pensando en sus cosas. En el tramo final de su texto, Fournel mostró cómo el esquiador llega a una situación de reposo, cómo se descalabra y fracasa.
A partir del texto de Fournel, y coqueteando sarcásticamente con la práctica del plagio, diversos escritores y escritoras oulipianos escribieron otros autorretratos con la obligatoria constricción de imitar la estructura y recoger los hitos e ideas básicas del modelo, así como su espíritu travieso, su humor zumbón, sus posibilidades simbólicas y sus ingredientes críticos.
El resultado demuestra los logros e invenciones que pueden obtenerse pese a las limitaciones y acoge 22 autorretratos, entre ellos los del seductor, el funcionario, el psicoanalista, el escritor, el bebedor, el asesino a sueldo, el blasfemo, el especulador y, finalmente, el oulipiano. Es un oficio de hombres es un libro divertido, mordaz e ingenioso, una fiesta de la palabra creadora y de la inteligencia crítica.
En su aclaratorio prólogo escribe Fournel: “La constricción consiste en adaptarse lo más fielmente posible al texto de partida dibujando el retrato de otro personaje”.
¿No cabría preguntarse si toda literatura cuenta ya con constricciones, si no existen innumerables textos de partida a los que nos adaptamos? ¿Y no sucede lo mismo con la vida, no somos una rata más que construye, de forma muy parecida a cómo lo hacen e hicieron millones de otros, el laberinto del que nos proponemos salir antes de llegar al inevitable estado de reposo?