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La publicación de una antología de textos de Elena Fortún y Matilde Ras en El camino es nuestro (Fundación Banco Santander, 2014), a cargo de Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, reactivó el conocimiento y el interés sobre las dos escritoras, que mantuvieron durante años una relación amorosa truncada por la Guerra Civil. La edición en Renacimiento de Oculto sendero (2016), novela inédita de Fortún, preparada por las dos especialistas citadas, ha incrementado la atención hacia una autora que, por otra parte, ha retenido la atención de varias generaciones de lectores gracias a sus historias protagonizadas por Celia, Cuchifritín y Matonkiki.
Mujeres, ambas, que representaron a la vanguardia culta, rompedora y moderadamente feminista ya en los años anteriores a la República, la más breve, aunque variada, obra literaria de Matilde Ras ha quedado fuera del alcance del lector español actual al menos hasta la publicación de Cuentos de la Gran Guerra (Renacimiento, 2016).
Renacimiento publica ahora Diario, con edición y notas de María Jesús Fraga y prólogo de José Luis García Martín. El volumen reúne los diarios escritos por Matilde Ras durante su exilio portugués entre 1941 y 1943, que ya fueron editados en Coimbra tres años después gracias a su extraño amigo Ricardo Serra, frecuentemente aludido en sus páginas. Pero añade, bajo el título de La búsqueda del interlocutor perfecto, los diarios inéditos correspondientes a un breve retorno de Ras a Madrid en 1946 y a otra subsiguiente estancia en Portugal.
Matilde Ras (Tarragona, 1881-Madrid, 1969) tuvo la suerte y la desgracia de llegar a ser una experta grafóloga gracias a sus serios estudios sobre la materia, lo que le dio un sustento vital y, merced a sus varios libros y asiduas colaboraciones en prensa sobre el asunto, una gran reputación nacional e internacional. Quedó en segundo plano su producción literaria como cuentista, poeta, ensayista y traductora.
Como su amiga y compañera Elena Fortún, Matilde Ras fue una mujer extraordinariamente culta, vinculada a la espiritualidad y a la experiencia de lo religioso y activa adalid de las causas de las mujeres, viviendo su lesbianismo en la intimidad cómplice y con la discreción pública que entonces dictaban tiempos poco propicios a la exteriorización del homoerotismo. Nunca se casó. Diario está dedicado a Elena Fortún (1886-1952), que, junto a su marido, había partido al exilio argentino y que asoma repetidas veces, desde el cariño y la nostalgia, en sus páginas.
Intimista, delicado, lírico y culto, Diario recoge en sus entradas las pequeñas vivencias cotidianas de Matilde Ras en Lisboa, Estoril o Coimbra, sus encuentros y relaciones con amigos, vecinos y gente que sale a su paso en el día a día, sus copiosas lecturas, sus reflexiones al hilo de lo vivido en su presente y lo recordado, sus observaciones de todo tipo sobre el país y la gente –que admira– que la han acogido a sus sesenta años.
Es una escritura serena, propicia al registro puntillista de los pequeños detalles, magnífica en sus descripciones y sensible e inteligente en la expresión de ideas y en la captación de atmósferas, escenas y tipos humanos, alguno célebre como el poeta Eugenio de Andrade.
Escribe Matilde Ras: “Heme aquí tan solita, tan desposeída, tan olvidada, y sin embargo tan contenta, porque hojeo la antigua “Ilustración” bajo la sombra del tilo, porque de cuando en cuando atempera el calor una brisa del mar, y porque en la mesa de piedra está ya preparada la cestita con el fresón, cuyo aroma forma dúo con el de un ramo de claveles blancos que le he comprado a Mercedes por dos escudos”.
Hay en estas líneas un algo de pictoricismo impresionista –lectura, árbol, mesa, brisa, fruta, flores–, con sus colores y olores tangibles, que da una idea del estilo literario, siempre acogedor y productor de emociones, de Matilde Ras. Y hay mucho de una actitud que, pese a dificultades y contratiempos, acertaba a encontrar compensaciones, el placer de vivir con la elegante fortaleza y sabiduría de un alma bella.