Quienes hayan disfrutado, como es mi caso, con Una noche con Sabrina Love (1998) y La uruguaya (2016) no pueden dejar de leer Maniobras de evasión, que ha publicado Libros del Asteroide. Sería tonto decir, para incentivar su lectura, que el libro se lee como una novela. No es una novela. Ni siquiera, exactamente, la novela que Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) no estuvo escribiendo en sus rachas de crisis. Tampoco es una colección de cuentos, aunque, ciertamente, más de uno de los textos recogidos en este libro funciona perfectamente como un cuento.
Los textos antologados en Maniobras de evasión se agregan y entrelazan como dispersos materiales de una autobiografía incompleta. No conforman, en rigor, una autobiografía, pero perfilan episodios e ingredientes que podrían constituirla: la infancia, el colegio, las mujeres, el hijo, los viajes… El oficio de escritor y a dónde te lleva.
Lo que sí es, sin paliativos, es un magnífico autorretrato, que se va componiendo con piezas sueltas gracias a la estupenda tarea que como editora ha hecho Leila Guerriero, seleccionando los textos con gran acierto, dándoles un orden que completa narrativamente un recorrido y obligando al escritor a escribir piezas nuevas que tienden puentes necesarios. Porque, salvo los capítulos escritos originalmente para esta ocasión –que son bastantes–, Maniobras de evasión recoge artículos publicados por Mairal, entre 2001 y 2014, en revistas diversas y en su blog El Señor de Abajo.
Por supuesto que el libro tiene como resultante un autorretrato. Mairal, sin contemplaciones, aunque también con compasión hacia sí mismo, se autoflagela, se autoparodia, se muestra como un niño y un adulto –un adulto que, en parte, no deja de ser niño– acomplejado, torpe, propenso a meter la pata, pisar charcos y adentrarse en jardines. Propenso también a salir malparado de lances eróticos en los que no pierde ocasión de involucrarse. Le gustan mucho las mujeres, beber, algún porrito. Alguna vez, algo más. Entonces patina, pierde el control y sale malparado. Así acumula más argumentos para justificar su tendencia a la crisis, al desconcierto, a no saber qué hacer ni por dónde tirar. A sentirse extraño entre los demás, fuera de sitio.
Pero ese hombre que se desubica con frecuencia, que pierde pie, que se aburre con otros, que no da en el clavo, acierta a explicarse a sí mismo maravillosamente, a explicar el mundo y su mundo, a reflexionar con brillantez sobre su trabajo como escritor, a ofrecer –sean dudas, vacilaciones o descreimientos– pensamientos fulgurantes, párrafos hermosos y delicados. El humor tapa el dolor, pero no del todo ni siempre. Ahí está el dolor ante la madre enferma, muda, ida: “El mundo pierde un poco de sentido cuando tu madre deja de mirarte”.
Como sucedía, sobre todo, en La uruguaya, Mairal, con sus frases cortas, escribe rápido y como con levedad. En apariencia. Pero no hay tal. Rehuyendo la solemnidad, con el pudor y la inteligencia de quien no quiere mostrarse categórico ni sesudo, sus páginas contienen un latido existencial hondo, una indagación sobre la dificultad de vivir y reír al mismo tiempo. Aunque el humor está por todas partes. No dice en vano: “Me gusta Chéjov, ese médico que cuenta casi riéndose situaciones llenas de dolor”. Como casi por todas partes, de niño a mayor, está el erotismo, el sexo ineludible, incluso con palabras que no se prestan a confusión: culos y tetas.
Publicado en 2015, un año antes que La uruguaya, el Mairal de Maniobras de evasión tiene mucho que ver con el autor y el personaje de esa novela, con el mundo de afuera de su matrimonio y su paternidad, con sus correrías por el planeta de los congresos y bolos literarios, con sus perplejidades como escritor, con las heridas del oficio, el amor y la vida.
Escribe Mairal: “No me gustan los textos sobreexplicados, la profundidad explícita. Como esos amigos (acá va otra comparación) que nos hacen escuchar una canción y nos señalan las mejores partes y nos dicen “escuchá qué triste este solo” y ya a nosotros no nos parece tan triste porque nos dijeron lo que teníamos que sentir. Hay escritores que escriben así, señalando lo profundo de su historia. Yo prefiero pasar por superficial, pero teniendo en cuenta que en la superficie aflora lo profundo de la vida. Y hasta diría que no existen los autores profundos sino los lectores profundos”.
Lo que yo les decía. Si navegan por la superficie de Maniobras de evasión llegarán muy adentro.