Cuenta Dacia Maraini (Fiesole, 1936)en su prólogo a Trío que, cuando se documentaba para escribir La larga vida de Marianna Ucría (1990), encontró una crónica sobre la peste en Mesina en 1743. Aquella información fue inspiradora, en parte, de un librito de encargo que contenía una historia de amor, Un sonno senza sogni (2006). Al tener las primeras noticias de la pandemia, en febrero de este año, Maraini recordó las noticias que tenía sobre aquella “peste lejana” y decidió recuperarlas como telón de fondo de la historia de dos mujeres enamoradas del mismo hombre.
Trío (2020), publicada por Altamarea con traducción de Raquel Olcoz, es una novela breve que lleva como largo subtítulo Dos amigas, un hombre y la peste en Sicilia. La acción transcurre en Sicilia, en efecto, bajo el reinado de Carlos III -recordemos-, entre mayo de 1743 y abril de 1774. Novela epistolar, recoge las 35 cartas -creo haber contado- que, entre esas fechas, se cruzan dos íntimas amigas treintañeras, que lo son desde su infancia, Agata y Annuzza, radicadas, respectivamente, en Mesina y Palermo, poblaciones que inmediatamente abandonan para, huyendo de la peste, irse a vivir, en no muy buenas condiciones, a dos localidades campestres cercanas a sus ciudades.
Agata tiene una hija y está casada con el bello, robusto, dulce e introvertido -así queda definido- Girolamo. Annuzza está soltera y convive en esos días con su tosco primo Antonio, lector, no obstante, de Leibniz. Girolamo ama a las dos y se acuesta -por separado, conviene aclarar- con las dos. Agata y Annuzza aman a Girolamo, están al tanto del triángulo que conforman y, a la vez, conservan y quieren preservar la tierna, larga, cálida e indispensable amistad entre ellas. Girolamo sabe que ellas saben que él se acuesta con las dos y parece sentirse incómodo con la situación. Parece dudar entre la una y la otra -aunque no puede prescindir de ninguna- y no cree que, en esa circunstancia, la amistad entre Agata y Annuzza pueda ser sincera. Y el lector, ¿qué pensará conforme conozca los detalles y la evolución de esa historia que le es dada a conocer, en su esencia, desde la primera carta?
Vamos por partes, que no son muchas. En la primera carta, de Agata, aparece una rata muerta en las calles de Palermo. La peste. Maraini, que sin duda ha escrito -a sus 83 años- una novela de oportunidad y oportuna, hace que la peste de Mesina sea en Trío el telón de fondo del triángulo amoroso, suministra muchos detalles -algunos, escalofriantes- sobre cómo se vivió y se procedió durante la peste de 1743 y establece -¿fuerza?- algunas equiparaciones, comparaciones y coincidencias entre la peste siciliana y la actual pandemia, dejando bien claro desde el prólogo que “las diferencias son muchas”. Ese trágico y terrorífico telón de fondo de la peste -que, a veces, se sitúa en primer plano- tiene ya de por sí un interés dramático, histórico y literario. Maraini dibuja, sin cargar las tintas, trazos muy expresionistas: profusión de ratas muertas, hambruna, acopio de alimentos, cadáveres tirados por las calles, carros llenos de muertos amontonados y desnudos, balsas en el mar sobre las que arden pilas de fallecidos, perros que llevan entre sus dientes trozos de cuerpos, pillaje de casas abandonadas, enfermos recluidos en lazaretos…
Este cuadro que, a botepronto, identificaríamos como de negra pesadilla medieval, tiene, sin embargo, un constante contrapunto de delicadeza y sensibilidad, incluso de sensualidad. Y ese contrapunto está, en lo más aparente, en las descripciones y en cómo se nombran y vienen a cuento constantemente elementos del paisaje, flores, platas y frutos, determinados alimentos, bebidas, licores, ¡el vino!...
Este universo delicado y sensible -asediado y condicionado por los horrores de la enfermedad- tiene que ver con el mundo interior de las dos mujeres, con el tono y el color que Dacia Maraini ha querido dar -y que está en su propia escritura- al universo íntimo de las dos amigas en esta novela que, pese a los ruidos externos, es una novela íntima y sobre la intimidad de las mujeres, del amor y de la amistad. Agata y Annuzza son diferentes -el lector descubrirá sus perfiles psicológicos y sus distintas ideas-, pero tienen en común el ser mujeres lectoras, instruidas e ilustradas. Al principio, y para fijar una parte importante de su personalidad, Maraini les hace hablar brevemente de sus lecturas: Agata es admiradora de Calderón de la Barca y lee con provecho y deleite La vida es sueño y Annuzza prefiere a Corneille y se complace con la lectura de El Cid. Ambas intercambian reflexiones sobre sus lecturas, pero, ojo, no son salonières a la francesa, ni, mucho menos, “mujeres sabias” al modo caricaturizado por Molière. Maraini, que da puntadas con su hilo feminista -y que también hace notar las diferencias entre las clases sociales-, las presenta, además de como mujeres ilustradas y de cierta textura laica, como mujeres que sustentan la vida cotidiana de sus casas, nada bien acompañadas en esto por los hombres que las rodean -marido y primo-, que tienden al escapismo y a considerarlas incapaces de comprender las cosas de enjundia.
Dacia Maraini se las apaña muy bien para introducir pequeños episodios -por lo general, relacionados con los estragos de la peste- protagonizados por un reducido elenco de personajes secundarios, aunque en modo alguno prescindibles a la hora de nutrir la peripecia novelesca, pero el gran asunto de Trío, el tema que se presta a la deliberación y a la discusión, es esa hipótesis de que la amistad cuidadosa y solidaria entre las dos mujeres es el bien más preciado para ellas, que debe y puede estar por encima o al margen de la difícil circunstancia de compartir el amor del mismo hombre y por el mismo hombre, todavía más cuando esa propuesta está más firmemente patrocinada por la esposa de Girolamo, Agata, quien, por otra parte, considera que el matrimonio tiene fecha de caducidad, que la libertad en el amor es un gran valor -lejos de ataduras y convenciones- que debe estar a buen recaudo de los celos. Este tema se convierte en central en la correspondencia entre Agata y Annuzza, y el lector irá viendo cómo las dos mujeres van hablando de ello con sorprendente claridad, cómo van apareciendo matices y cautelas y cómo, también, hacen su aparición pequeñas fallas y picantes heridas al compás de las sinceras confesiones íntimas que se trasladan en su peculiar situación.
Leamos, como muestra, un párrafo que Agata escribe a Annuzza, cuando ésta le ha manifestado que su amor por Girolamo es “estúpido, inoportuno y fuera de lugar” y que debe buscar a otro hombre que sea de su gusto, para lo que pide ayuda a su amiga. Dice Agata: “Si es de verdad lo que deseas, te ayudaré. ¿Pero qué pasará si Girolamo se entera de que te has enamorado de otro? Temo que nos haría infelices tanto a ti como a mí. Tengo la impresión de ir en contra de toda ley moral diciéndote esto, pero estoy aquí para rogarte que no dejes de amar a mi marido, porque le haría sufrir y entonces él me haría sufrir a mí. Sé que nunca nos haría daño ni a ti, ni a mí, ni a nuestra hija, pero el sufrimiento es en sí un mal que, cuando te alcanza, se difunde también entre las personas que están a tu lado”.
La correspondencia entre Agata y Annuzza va siendo cada vez más dialéctica como reflejo de sus diferentes puntos de vista y de sus distintas situaciones vitales. Pero estas líneas que he transcrito, que no son definitivas en el curso de los acontecimientos y obtendrán respuesta de Annuzza, indican muy bien al lector y a la lectora que Trío ofrece materiales para desentrañar y para el debate. ¿Cuál es, exactamente, la posición de Dacia Maraini ante sus personajes? ¿Avala a Agata o a Annuzza? ¿Sostiene a ambas desde una mirada actual o también las muestra como condicionadas por su tiempo? Es interesante esta novela, escrita, por lo demás, sin apretar la pluma contra el papel a la hora de proponer ideas y dejando en el aire un sensible boceto de fresco histórico, tan poético como trágico, que no deja de mirar de reojo al acuciante presente.