¿Pagarían ustedes 10 euros, tal vez 50 o incluso 150 –cada uno según sus posibilidades- para que un museo español pudiera comprar una obra de, por ejemplo, Goya? Yo sí. Los recortes presupuestarios acumulados han provocado que la mayoría de las colecciones públicas españolas estén congeladas, sin posibilidad de realizar nuevas adquisiciones (sobre este tema, ver en El Cultural el artículo La cuestión patrimonial) y están apareciendo en el mercado obras que van a manos coleccionistas extranjeros cuando, en otras circunstancias y con un mayor celo de las autoridades que habrían de velar por ello, podrían haberse quedado en nuestros museos. En Francia y en Gran Bretaña, diversos museos públicos, grandes y pequeños, han apelado a los ciudadanos para que les ayuden en las compras a las que les resulta difícil hacer frente. ¿Por qué no se ha hecho en España? A comienzos del XX el procedimiento de la “suscripción pública” –con la clásica participación de “una peseta”- fue relativamente frecuente en los encargos de monumentos escultóricos para honrar a héroes, estadistas e intelectuales. Fueron erigidos así los de Alfonso XII y Martínez Campos en El Retiro o el de Emilio Castelar en la plaza que lleva su nombre (todos obra de Benlliure) y, por iniciativa del Círculo de Bellas Artes de Madrid, se lanzó una suscripción para que Mateo Inurria realizase la estatua del pintor Rosales en el Paseo homónimo. También se dio este tipo de iniciativa en algún museo:el Prado adquirió en 1919 La Virgen del caballero de Montesa de Paolo de San Leocadio a instancias de un naviero vasco, Horacio de Echevarrieta, que adelantó las 100.000 pesetas que costó la obra, lográndose más de 75.000 gracias a la suscripción. Otros ejemplos: en 1910, el Ayuntamiento de Córdoba compró mediante suscripción popular el cuadro de Julio Romero de Torres Ángeles y Fuensanta y, en 1912, el Museo Arqueológico Nacional adquirió varios lotes de piezas ibéricas y visigodas de la colección Vives. Estas adquisiciones “colectivas” se han popularizado, como decía, en países de nuestro entorno europeo. Conozcamos algunos casos. El Louvre mantiene un programa llamado “Todos mecenas” que le ha permitido incorporar a su colección hasta el momento Las tres gracias de Lucas Cranach –con 1,26 millones de euros de 7.200 donantes individuales– y dos estatuillas medievales –800.000 euros-, así como emprender la restauración de los Tesoros de El Cairo o de la Victoria de Samotracia. En décadas recientes solo había utilizado el procedimiento en 1988, para comprarSanto Tomás con la lanza de Georges de La Tour. El museo dedicado a este gran pintor en Moselle lanzó una suscripción popular de 100.000 euros con el fin de comprar un cuadro de Simon Vouet, para el que solo consiguieron 30.000… que animaron al museo, no obstante, a asumir el resto de la inversión. El Musée de Beaux Arts de Lyon ha reunido mediante suscripción –con contribuciones de 1.536 personas- los 80.000 euros que le faltaban para poder pagar un cuadro de Ingres, Aretino enviado por Carlos V, habiendo obtenido de mecenas corporativos el resto del precio, 750.000 euros. Suele ocurrir que la suscripción solo debe cubrir una parte del importe de la obra: así, el Musée de Beaux Arts de Rennes ha recibido 50.000 euros de particulares para una obra temprana de José de Ribera, San Judas Tadeo, por la que ha pagado 300.000, y el Musée de Valence pidió a sus micromecenas 20.000 euros para completar los 400.000 que le pedía el vendedor de la única marina conocida de Hubert Robert, Embarcadero mediterráneo.
Pierre-Denis Martin y Anton van Dyck">
A veces no se trata de obras tan significadas pero sí de conjuntos irrenunciables. Como el archivo de Henry Fox Talbot, pionero de la fotografía, que podría ingresar en la Bodleian Library gracias a un llamamiento público. El precio de 2,2 millones de libras resulta más asumible tras la aportación del National Heritage Memorial Fund, de 1,2 millones, y The Art Fund ha contribuido a conseguir otras 700.000 libras. La biblioteca aún no ha conseguido todo, y tiene hasta agosto de este año para hacerlo tras obtener una prórroga. Deseémosles suerte y, si quieren contribuir, háganlo aquí. La campaña, como otras de este tipo en el país, cuenta con el apoyo de personalidades de la cultura: los fotógrafos Martin Parr e Hiroshi Sugimoto, varios científicos e historiadores y el pintor David Hockney. O el tesoro anglosajón conocido como The Staffordshire Hoard, para cuya adquisición, a medida que se realizan nuevos hallazgos, ha lanzado campañas sucesivas el Birmingham Museum and Art Gallery. En este momento, dos de los más conocidos museos británicos rivalizan para reunir fondos con destino a sonadas adquisiciones. Uno es el Victoria & Albert Museum de Londres, que quiere comprar una rara y enorme pintura del siglo XVII en la que Pierre-Denis Martin, pintor de corte de Luis XIV, representa el Château de Juvisy durante la visita que le hizo el monarca. El precio es de 1,3 millones de libras y sus micromecenas deberán aportar 500.000. El otro es la National Portrait Gallery, que ha hecho un llamamiento con repercusión internacional. Se trata de “salvar” para el país uno de los pocos autorretratos de Van Dyck –el Prado posee uno de ellos- y el único que queda en Gran Bretaña. Es el mayor reto al que se han enfrentado los mecenas: se necesitan ¡12,5 millones de libras! Si el museo, que ha comprometido 700.000 libras de su propio presupuesto de adquisiciones, no tiene éxito, el cuadro será exportado.
¿Que perspectivas tiene este tipo de iniciativas en España? ¿Qué requisitos habríamos de cumplir y qué estrategias se deberían implementar? La semana que viene lo veremos.