Hacia las ¿lejanas? buenas prácticas en la cultura (II): El ciudadano crítico
Mientras se construye el marco administrativo, fiscal y legal (ver primera parte de este artículo) que pueda dar el impulso definitivo a las buenas prácticas, ¿qué podemos hacer, como ciudadanos, para promover que esa transformación se produzca? El ciudadano con sentido crítico puede ser un aliado de la institución cultural al exigir buenas prácticas y transparencia en la gestión -que introducirán mejoras en su funcionamiento- pero también, en el capítulo de su financiación, con su respuesta ante las empresas patrocinadoras, a las que debe demandar respeto, responsabilidad y, aquí también, transparencia.
La vía más inmediata es la acción en el espacio público. Se han celebrado en los últimos tiempos algunas manifestaciones convocadas por plataformas culturales que se oponen a los recortes presupuestarios, acompañadas por asambleas y foros en los que se debate y se propone. Si bien pueden tener un efecto muy positivo en la concienciación de profesionales y usuarios de la cultura y en la creación de un clima de opinión, no cabe duda de que la mayor presión para el avance hacia las buenas prácticas no va a tener lugar en la calle sino en los medios y, a continuación, en los despachos. Pero nos toca a todos, como ciudadanos, vigilar, protestar y proponer para conseguir la concienciación de responsables políticos y profesionales de la cultura. Tenemos que rebajar el grado de tolerancia al que hemos llegado -como opinión pública- y no dejarnos llevar a la aceptación de lo que no es aceptable.
Individualmente no podemos hacer nada. ¿De qué vías disponemos como colectivos?
· El primer altavoz eficaz lo tienen en sus manos los colectivos de artistas y de profesionales de la cultura. A ojos de la opinión pública sus resistencias y sus exigencias tienen –o debería tener- la mayor capacidad de incidencia. Y tienen –o deberían tener- voz en los medios de comunicación. El primer paso para la participación ciudadana en el establecimiento de buenas prácticas en el sector cultural es su estructuración en asociaciones profesionales. Este paso, en el terreno de las artes plásticas, se está terminando de consolidar, con algunas asociaciones aún jóvenes.
· Una vez el sector se ha dado a sí mismo una estructura, es preciso que se creen las vías por las que las asociaciones podrán participar en la toma de decisiones. Existen ya, en diferentes comunidades autónomas o ayuntamientos leyes o normativas de “participación ciudadana” que van estableciendo muy lentamente y, en general, dándoles poca funcionalidad, las herramientas para que la democracia participativa comience a andar. La fórmula más difundida es la del consejo, que tiene como objetivo final favorecer un amplio margen de intervención en las políticas culturales. Los órganos de participación deberían existir en todos los niveles de la Administración. A nivel estatal constatamos que, mientras que las artes visuales no tienen ni un solo consejo de profesionales en funcionamiento, las artes escénicas sí han alcanzado ese logro. Funcionarán mejor o peor, pero existen a nivel estatal sendos Consejos Sectoriales del Teatro y de la Danza, que son órganos de asesoramiento y participación del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), y Consejo Estatal de las Artes Escénicas. A través de ellos se puede fomentar el establecimiento de buenas prácticas. Es muy importante empezar a reclamar esos canales de participación. Las asociaciones deben estar representadas en los “consejos sectoriales” que cada administración haya articulado y, además, deben seguir trabajando para que estos organismos sean más eficaces y para que sus decisiones sean vinculantes para los equipos de gobierno. No sé si estamos ya preparados para tener Art Councils al estilo británico o canadiense, que suponen que los profesionales no sólo participan en las decisiones sino que gestionan los fondos. El programa piloto está siendo, en nuestro país, el ConCA (Consell Nacional de la Cultura i de les Arts) de Cataluña. Hasta ahora ha tenido un funcionamiento algo problemático pero es demasiado pronto para decir si el modelo nos sirve.
· Hay un canal de actuación colectiva que no ha tenido protagonismo hasta el momento en esta “cruzada” por las buenas prácticas que apenas ha comenzado, pero que podría adquirirlo: las asociaciones de amigos de museos. Reúnen al menos tres características que no han explotado: 1. Compromiso con el proyecto cultural y capacidad de defender su misión; 2. Interlocución con los órganos de gobierno de la institución; 3. Capacidad de eco mediático. Algunas asociaciones de amigos tienen representación en los patronatos y desde ahí pueden fomentar directamente la adopción de buenas prácticas
Vigilancia social: periodismo crítico
Si un aspecto de la vida pública está respaldado por una fuerte demanda social sus posibilidades de llegar a la agenda política son mucho mayores. Y para que el ciudadano comprenda que las buenas prácticas y la transparencia son algo que puede y debe exigir necesitamos de un periodismo crítico que denuncie las malas prácticas y que comparta esa tarea de vigilancia. El periodismo cultural, en España, no siempre lo es. A menudo no lo es. No se cuestionan con la suficiente profundidad las palabras y los actos. Muchas veces se transmite la información recibida de manera acrítica. No estoy hablando de crítica de arte o de crítica literaria sino de crítica de las políticas culturales. Los sesgos ideológicos de los medios deforman también en alguna medida la información cultural pero mientras que los medios suelen tener analistas políticos o económicos –hasta deportivos- que no se limitan a transmitir sino que cuestionan e investigan, descuidan por lo general esas funciones en su sección de Cultura, si es que la tienen. Sin un periodismo cultural crítico reinan la indiferencia y la impunidad: todo es muy bonito y todo está bien hecho. El ciudadano no tiene acceso a esa información y a esa opinión que los medios pueden darle.
Cierro estos apuntes sobre las buenas prácticas con un guión –que no guía- de cuestiones a considerar en el debate público.
Orden lógico en el avance de una institución cultural hacia las buenas prácticas
Existe un orden razonable, que permite que los pasos subsiguientes sean más fáciles.
Para instituciones culturales de nueva creación
· Consultas / debate (importancia de contar con la comunidad profesional y de usuarios)
· Definición del proyecto cultural. Redactar los estatutos básicos, definiendo: objetivos, ámbito, actividad, dotación, órganos de gobierno y atribuciones de cada uno, reglas básicas de funcionamiento, obligaciones e incompatibilidades
· Elección de Patronato, con la proporcionalidad establecida por el Documento de Buenas Prácticas, adecuado al proyecto cultural
· Acuerdos / compromisos de financiación
· Redacción de las bases del concurso arquitectónico, fruto del consenso
· Redacción de las bases del concurso de director por parte del patronato
· Nombramiento de una comisión de selección de director por parte del patronato
· Contratación de personal, mediante convocatoria abierta
Para instituciones ya en funcionamiento
· Consultas / debate
· Reforma jurídica y administrativa que garantice la autonomía de funcionamiento
· Nuevo patronato que tome las riendas de la institución
· Refundación del proyecto, que persiga su estabilidad
· Acuerdos / compromisos de financiación
· Concurso de dirección
· Contratación de personal cualificado, si fuera necesario, a través de convocatorias abiertas
Algunos aspectos que necesitan regulación
· Principio de transparencia en la gestión: presupuestos, patrocinios (ver el artículo anterior en este blog Las alianzas problemáticas) , colaboradores, adquisiciones. Información continuada a través de los medios de comunicación y, sobre todo, de la web del museo.
· Creación de un sistema de acreditación de calidad de servicios y de gestión en las instituciones culturales
· Contratos de financiación pública. La cultura es un servicio público del que las administraciones no pueden hacer dejación, si bien es conveniente establecer mecanismos no invasivos de evaluación al estilo de los funding agreements que instituciones culturales de otros países suscriben con sus organismos tutelares, garantizando sus presupuestos a medio plazo. En España, los únicos museos que no están sujetos a los repentinos recortes presupuestarios –incluso en mitad de un ejercicio- son las fundaciones que tienen acuerdos de financiación, como el Museo Picasso Málaga o el Guggenheim Bilbao, o los de gestión privatizada que tienen contratos firmados por varios años, como el CAC Málaga.
Equipos humanos
· Convocatorias transparentes para cubrir los puestos de trabajo, no sólo concursos de dirección
· Producción de obra: cómo se comercializa lo pagado parcialmente por una institución pública
· Préstamos por parte de galerías o marchantes a exposiciones en museos público y publicidad que se hace de esa colaboración
· En qué condiciones pueden exponerse colecciones privadas en museos públicos.
Préstamo de obras y circulación de colecciones
· Transparencia en los acuerdos comerciales entre instituciones para exhibir una colección pública.
· La institución tiene que tener una política de préstamos, publicada.
Asesores y comisiones asesoras
· Quiénes son.
· Sobre qué asuntos asesoran, qué decisiones toman.
· Qué honorarios reciben.
Adquisiciones
· Comités de adquisiciones. Quiénes los componen.
· Políticas de adquisición
· Políticas de donaciones y daciones
· Transparencia en precios de compra e identificación de vendedores
Colaboración con artistas
Respeto a los derechos de los creadores, en cuanto a los honorarios que deben recibir por los diferentes conceptos (exhibición, reproducción) y en cuanto a sus derechos morales sobre las obras.