En 1999, la policía interrumpió la inauguración, en la Galería Mary Boone, de una exposición de Tom Sachs y se llevó esposada a la galerista, que pasó una noche en el calabozo. La acusaban de posesión de armas no autorizadas y de distribuir munición ilegalmente porque en la muestra, de armas hechas a mano por el artista, se habían puesto balas a disposición del público. Nadie podía imaginar entonces que veinte años después, la que fue rutilante “reina” del mundo del arte en Nueva York, volvería a prisión para quedarse una buena temporada en ella. Antes del 15 de mayo habrá de presentarse para cumplir una condena de dos años y medio por fraude fiscal. Ahora que arranca ARCO y llega a su culmen anual la notoriedad social y mediática del mercado del arte en España, no está de más prestar atención a este caso que rubrica el final de una época.
Le perdió su amor al lujo. La IRS (Internal Revenue Office, nuestra Agencia Tributaria) investigó sus años fiscales 2009 a 2011 y halló que, mientras había declarado pérdidas por más de 52.000 dólares, en realidad había ganado unos 3,7 millones. Incluyó como gastos de la galería la reforma de su pisazo (800.000 $, que se desgravó en gran parte en concepto de comisiones para artistas) y el alquiler que pagó mientras se hacía (120.000 $), así como decenas de miles de dólares en salones de belleza, joyerías y tiendas de Hermès o Louis Vuitton.
Su abogado, además de alegar traumas infantiles para justificar su obsesión por “la buena vida” movilizó a las fuerzas vivas del mercado neoyorquino. Declararon a su favor o escribieron cartas al juez varios de sus artistas ?Schnabel, Bleckner, Francesco Clemente, Laurie Simmons, Ai Weiwei, Allan MacCollum? pero también algunos de sus competidores, como Jeffrey Deitch o Mary Sabbatino (directora de Lelong en Nueva York), críticos como Jerry Saltz y coleccionistas como Thea Westreich Wagner o Peter Brant (también evasor fiscal). Pero el juez ha querido dar ejemplo y, además de obligarle a pagar 3 millones de dólares al fisco, la ha mandado a prisión. Cuando salga, tendrá que dedicar 180 horas a servicios comunitarios, relacionados con la educación artística.
Los días de los galeristas super-star van acabando. La vida social y las relaciones personales aún pesan en el mercado del arte pero no como antes: se puede negociar online y se vende más en las ferias ?contactos más rápidos, más ocasionales? que en las sedes de las galerías. Y los tiempos del trapicheo, de la economía sumergida, ¿han pasado? Aunque en casi todos los países hay ahora mucho más control sobre el mercado del arte, sigue siendo relativamente fácil ocultar las operaciones. No obstante, las galerías serias ?grandes, medianas o pequeñas? cumplen con sus obligaciones. La gran evasión se produce a los más altos niveles, en los freeports y en los paraísos fiscales.