¿Será verdad que, como algunos temieron cuando se filtraron los planes para las Atarazanas en Sevilla de la Consejería de Cultura del gobierno andaluz, ésta pretende dejar morir el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo? No se entiende de otra manera que, de la noche a la mañana –no literalmente, pues dejará pasar el día de Todos los Santos para aprestar la tumba– haya ordenado con una urgencia inexplicable y una absoluta falta de criterio el relevo en la dirección de este museo, que es el más importante en su materia en toda Andalucía y uno de los más consolidados y serios de España.
Ayer por la mañana comunicaron a Juan Antonio Álvarez Reyes, su director desde 2010, que debía recoger sus cosas y dejar libre el despacho ese mismo día, pues el jueves por la mañana tomaría posesión de él la coleccionista Jimena Blázquez Abascal. Sin explicación ninguna y sin conflicto notorio que pudiera haber conducido a la socorrida “pérdida de confianza” en la que muchos políticos se escudan para defenestrar a quienes no les acaban de gustar.
La dirección del CAAC, que es un organismo autónomo, tiene consideración de “alto cargo”. No se desempeña en base a un contrato sino a un nombramiento del gobierno autonómico. Pero, como en otras instituciones culturales dependientes de administraciones, se ha hecho en tiempos recientes un esfuerzo para armonizar la regulación administrativa con las demandas de los colectivos profesionales del ramo y de la sociedad en general, que exige, cada vez con más fuerza, transparencia e igualdad de oportunidades.
[La Junta de Andalucía fulmina al director del CAAC de Sevilla, sustituido sin concurso público]
Así, cuando José Lebrero dejó en 2009 ese cargo para dirigir el Museo Picasso en Málaga, la Junta convocó para reemplazarle un concurso cuyas bases se asemejaban a las de otros que se estaban produciendo ya en diversos lugares de España tras la firma del Documento de Buenas Prácticas entre las asociaciones del sector y el Ministerio de Cultura. En esa ocasión, el habitual comité independiente para evaluar las candidaturas se sustituía por un órgano existente en el museo, la Comisión Técnica del CAAC, que elegiría entre los proyectos presentados y propondría un nombre a la Consejería.
Hasta ahora, la Comisión Técnica estaba integrada por Juan Cuenca (artista y arquitecto), Estrella de Diego (catedrática UCM), Francisco Jarauta (catedrático UMU), María Dolores Jiménez-Blanco (profesora UCM), Luisa López (exdirectora del MACSE y comisaria de exposiciones), Víctor Pérez Escolano (exdirector del MACSE y catedrático US), Ana Salaberria (comisaria de exposiciones) y Berta Sichel (comisaria de exposiciones). Personas todas de larga trayectoria y, en varios casos, con gran peso en el sistema del arte. Han sido sometidos a un ninguneo insultante por la Consejería, lo que ha provocado ya reacciones: Jiménez-Blanco y Estrella de Diego han presentado su renuncia. ¿Alguien más?
El Secretario General para la Cultura (en la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía) es desde agosto de 2022 Salomón Castiel Abecaris, muy próximo a Elías Bendodo, junto a quien trabajó en Málaga. Antes de llegar a Sevilla, fue director del festival de cine de esa ciudad y de su Teatro Cervantes, y luego Director de Cultura de la Diputación, mientras atendía a sus propios negocios a través de la empresa Horesca S.L. y la marca Cultaffairs; en los últimos años había sido allí director de La Térmica.
La cultura es negocio para él, y le secunda en esto su segundo, Mario Martín, Director General de Patrimonio Documental y Bibliográfico, Innovación y Promoción Cultural desde septiembre de 2022, quien hasta ese momento vendía modestas exposiciones “llave en mano” a diversos ayuntamientos a través de la asociación Contemporánea: un buen número de ellas a La Térmica. Estos son los hombres que cesan y nombran directores y, lo más preocupante, los que ponen en riesgo –no sabemos con qué intereses– las instituciones culturales cuya tutela se les ha encomendado.
El CAAC queda en manos de Jimena Blázquez Abascal, conocida en ambientes artísticos por haber creado en Vejer de la Frontera la Fundación Montenmedio Contemporánea, y en ambientes sociales por su cercanía a personas con títulos y mucho patrimonio. El suyo deriva de las actividades empresariales de su padre, Antonio Blázquez, en los tiempos de las recalificaciones y los pelotazos. La Dehesa Montenmedio dio durante lustros titulares por las infracciones urbanísticas, los delitos medioambientales y las resoluciones y recursos judiciales.
Las tierras fueron propiedad de Rumasa (holding de José María Ruiz Mateos), expropiadas en 1983 por el gobierno Felipe González y vendidos en 1991 por el Estado a Antonio Blázquez, amigo del expresidente. Este desmontó 60 hectáreas de bosques de acebuches y pinos para instalar un campo de golf, en terreno “no urbanizable de protección especial, por su interés forestal, ecológico, histórico, cultural y paisajístico”. En él se han celebrado sonados torneos, alguno con participación de renombrados artistas visuales –lo comentó con sorna y amargura Rogelio López Cuenca–, y en las inmensas instalaciones del Sunshine Tour, competiciones hípicas.
En este complejo turístico-deportivo de lujo se ubica Montenmedio Arte Contemporáneo, en el que Jimena Blázquez ha instalado obras al aire libre de unos cuarenta conocidos artistas, españoles y extranjeros. Es un proyecto singular que, con la importante salvedad de que le hace el art washing al cuestionado complejo, merece nuestro aplauso. Aunque cuenta con algunas subvenciones para sus programas educativos, se financia con sus medios propios.
Fuera de él, Jimena Blázquez no tiene mayor trayectoria profesional. Cuando Montenmedio ya estaba en marcha, trabajó durante apenas dos años como curator en el PS1 del MoMA, en Queens. En la web del museo encuentro información –quizá no completa– sobre sus seis o siete comisariados en ese espacio satélite. Son, con excepción de la muestra de Paul Graham, en la que trabajó junto a Alanna Heiss, pequeños proyectos (uno en la cafetería) consistentes en una o dos obras (instalaciones, vídeos) a los que se suma una colectiva de los artistas del programa de estudios.
Tres de las intervenciones en Montenmedio son obra de autores a los que comisarió en el PS1: Michael Lin, Jeppe Hein y Maja Bajevic. Es cierto que participó –presume de ello– en la organización de The Real Royal Trip (PS1, 2003), exposición promovida por Miguel Ángel Cortés desde la SEACEX, pero en un segundo plano: el comisario, Harald Szeemann, se apoyó fundamentalmente en Christian Domínguez y en Marta Rincón.
Al margen de los encargos a artistas para Montenmedio, tiene colección propia. En un reportaje sobre su “espectacular” mansión en Madrid se menciona que tiene allí unas cincuenta obras (seguro que posee otras, en almacenes o diferentes casas). La Fundación ARCO le concedió en 2022 uno de sus premios al coleccionismo. Me parece perfecto que quien se lo pueda permitir gaste su dinero en arte, y más, como es su caso, cuando tiene formación para discernir y valorar. Pero ¿es eso suficiente para dirigir un importante museo público? ¿Qué sabe de gestión de colecciones con miles de obras? ¿De programación ambiciosa, a largo plazo? ¿De manejo de presupuestos, de procedimientos administrativos, de contratación y mantenimiento?
[La transformación de un museo a través de la pintura]
Este paso en falso de la Consejería ha de preocuparnos mucho, por diversas cuestiones. La primera es la renuncia a las “buenas prácticas” que estamos observando también en otras plazas, como Madrid. Es un retroceso inadmisible y da pábulo a nombramientos caprichosos como este. Ya sabemos que los concursos no garantizan del todo la transparencia y la competencia limpia pero son la herramienta más adecuada que tenemos.
Juan Antonio Álvarez Reyes ha hecho un buen trabajo en el CAAC. Sobre eso creo que hay consenso. Ha conseguido, con poco presupuesto, hacer crecer la colección mediante importantes donaciones que significan una confianza en la institución y en la persona que la dirige. Su programa ha sido coherente y suficientemente plural. Sí, llevaba ya en el sillón casi 14 años, con dos renovaciones de mandato aprobadas por la Comisión Técnica del museo, y los relevos son deseables. Pero así no. Sin aviso y con prisas, por nada en concreto. Para poner a otra, que no tiene, que sepamos, un proyecto definido para el CAAC.
Se rumoreaba que había contactos con ella para dirigir las Atarazanas, el nuevo “museo de arte contemporáneo” de Sevilla, que no tiene ni colección ni espacios adecuados y cuya gestión se ha privatizado al confiarla a la Fundación Cajasol. La Consejería tendrá ahora vía libre para trasladar obras desde el CAAC a Atarazanas, si así decide hacerlo finalmente –hay oposición al proyecto en la ciudad–para derivar hacia allí presupuesto, personal… ¿Qué nos dice este nombramiento sobre el rumbo que quiere dar un museo que tenía ya su hoja de ruta muy clara?
¿Conoce Jimena Blázquez el régimen de incompatibilidades de altos cargos en las administraciones públicas? ¿Le han informado que debe cesar de inmediato como consejera de la empresa Servicios Documentales Filatelicos Y Numismaticos SA, dedicada al “comercio al por mayor” (¿?) y liquidar su asesoría Artemisa Advising SL, de la que es administradora única?
¿Es consciente de que el ICOM regula y vigila los conflictos de intereses en los órganos de gobierno de los museos? ¿Va a interrumpir su actividad como coleccionista y como asesora de coleccionistas, y va a evitar programar a artistas de los que posee obras? ¿Va a seguir dirigiendo Montenmedio, un centro privado, mientras se pone al frente del CAAC?