Image: Vida marciana en cuarentena

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Ciencia

Vida marciana en cuarentena

Señales de hidrógeno detectadas en Marte indican la existencia de agua

23 enero, 2002 01:00

Detalle del aspecto de la superficie de marte

La Mars Ossydey ha detectado señales de hidrógeno en Marte, sin duda un primer paso para aclarar si hubo agua y por tanto vida en la superficie marciana. Además, la Global Surveyor ha tomado fotografías que se interpretan como notables cambios climáticos en el Planeta Rojo. Pedro García Barreno, miembro de la Academia de las Ciencias, repasa en El Cultural el periplo humano en sus investigaciones por desvelar la existencia de vida en otros planetas.

Los EE.UU. lanzaron un par de astronaves hacia el planeta Marte en 1976. Los módulos Viking, tras 8 meses y medio de misión sobre el planeta y después de 26 intentos dirigidos a conseguir pruebas sobre una posible existencia de vida en el suelo marciano, fueron incapaces de transmitir la información deseada. Sin evidencia alguna de materia orgánica, el equipo de Biología de la misión zanjó la cuestión; ello, a pesar de que los equipos de toma de muestras nunca perforaron más allá de diez centímetros por debajo de la superficie del planeta. Con ello, Marte fue considerado, por muchos, un planeta muerto; mucho más muerto que las profundidades abisales marinas que numerosos biólogos presumían de conocer bastante bien.

Solo siete meses después del aterrizaje del primer Viking, el sumergible Alvin descubrió una profusión de vida, jamás esperada, en un oasis; en una corriente hidrotérmica localizada a 2.500 metros de profundidad en la falla de los Galápagos, en el Océano Pacífico. No sólo es rico este ambiente en macroorganismos hasta entonces desconocidos para la ciencia, sino que tal fauna depende de microorganismos quimioautotróficos, que utilizan sulfuros y otros materiales procedentes del subsuelo como fuente de energía. Sirva de justificante para poner en cuarentena la cuestión de si existe vida marciana, el hecho significativo de que los ecosistemas bentónicos citados no se descubrieron, en la Tierra, hasta cien años después del comienzo de la era de la exploración oceanográfica; una era iniciada con el viaje del HMS Challenger, que tuvo lugar entre los años 1872-1876. Quizás Marte nos depare alguna sorpresa; la Tierra continua haciéndolo.

La resistencia de la vida que hoy conocemos no tiene parangón con la que conoció la Tierra durante el eón Arcaico. El mapa del eonotema correspondiente - el comprendido entre los 4.000 y los 2.500 millones de años atrás- es, poco a poco, mejor conocido. Descubrimientos recientes sugieren diferentes lugares del sistema solar que podrían acoger algunas de las formas de vida terráqueas. Si existe o existió vida sobre Marte o en Europa es una cuestión abierta; una pregunta que las futuras misiones han de contestar. Sin embargo, existe otra fuente de información: los meteoritos. Aunque la mayoría de ellos provienen de los asteroides, se ha señalado un número de objetos provenientes de la Luna y de Marte, incluso de Mercurio y de Venus. Son meteoritos que, parece, han llegado a la Tierra impulsados por cataclismos colisionales en Marte. Uno de ellos, recogido en la Antártida, contiene abundantes hidrocarburos aromáticos policíclicos que apuntan una posible reliquia de actividad biogénica. Además, existe la posibilidad de que la Tierra eyectara meteoritos que bien impactarían o bien serían recapturados en otros planetas. Ello significaría un intercambio planetario de material - incluso vida- durante los últimos 4.000 millones de años, lo que hace del estudio exobiológico algo muy problemático.

En cualquier caso, la investigación de vida en otros mundos se enfrenta con dos problemas derivados del posible descubrimiento de esa vida. El primero contempla la posible exportación contaminante de vida terrestre hacia los mundos explorados. El segundo se refiere a la posible importación de vida alienígena a través de la contaminación del material de retorno o del material espacial capturado. La prevención de la importación de contaminación se practicó durante las primeras misiones Apollo a la Luna. Los astronautas de los Apollo 11 y Apollo 12 sufrieron cuarentenas de 30 días tras su retorno a la Tierra, y las muestras lunares fueron sometidas a protocolos rigurosos de detección de vida y de bioseguridad. Los resultados fueron, de nuevo, negativos, por lo que se suprimieron las cuarentenas para los Apollo 14 al 17 (el Apollo 13 tuvo que abortar el alunizaje). A efectos de bioseguridad, la política actual considera a la Luna como parte de la Tierra.

La aparición de "vida" tuvo lugar, aproximadamente, mil millones de años después de la formación de la Tierra. Vida que, como la conocemos, puede utilizar energía de dos formas: energía lumínica que gobierna la mayor parte de la vida y otros procesos energéticos en este planeta, y energía química. La energía solar se aprovecha mejor cuando existe agua líquida sobre la superficie del planeta; es el caso de la Tierra, pero representa una situación bastante rara. Sin embargo, la energía geoquímica puede aportarse en un ambiente en el que el líquido subyace a la superficie del planeta, tal como se postula para Marte y para la luna jupiteriana Europa. Es más, existen hábitat semejantes en la Tierra; un ambiente de energía geotérmica y de un vigoroso flujo de magma que garantiza la existencia de vida en las corrientes hidrotérmicas bentónicas. Un ambiente fértil que bien pudo ser el crisol del origen de la vida en la Tierra. Un fenómeno que pudo repetirse en cualquier lugar donde convivieron agua líquida y actividad volcánica; como en los cuerpos celestes citados.

Aunque no existen datos concluyentes, la vida microbiana ancestral pudo originarse, en la Tierra, hace unos 3.800-3.500 millones de años, sobre la superficie de rocas sulfurosas vulcanogénicas abisales en la vecindad de sistema hidrotérmicos. Ello debió suceder en forma de organismos no fotosintéticos que utilizan material inorgánico ambiental como fuente de energía y que viven en ambientes con una temperatura superior a los 110º C, incluso rondando los 150º C; ello es posible porque la presión existente a tales profundidades evita la ebullición del agua. En otras palabras, arquebacterias autotrofas sulfurodependientes hipertermófilas. Una gran parte de la química constitutiva de la vida pudo haber evolucionado a partir de tales ambientes y donde la "fisiología" del choque térmico pudo ser dominante. La maquinaria de las caperonas y de las metaloproteínas -proteínas que incorporan níquel, cobre, zinc o molibdeno-, componentes básicos de la respuesta al choque térmico de las células actuales, pueden ser reminiscencias del ambiente adverso inicial. El desarrollo de la fotosíntesis, hace 3.000 millones de años, representa el segundo paso trascendente en la evolución; fotosíntesis que fue de la mano de la incorporación de rubisco, enzima responsable de la fijación de carbono en organismos autotrofos. La liberación de oxígeno en el proceso fotosintético cambió el ambiente en el que las células evolucionaron y condujo al desarrollo del metabolismo oxidativo y a la aparición de las primeras células eucarióticas hace 2.000 millones de años.