Ciencia

Rolf Tarrach

“No se ha sabido dar una oportunidad a los Cajales”

22 junio, 2006 02:00

Rolf Tarrach. Foto: Mercedes Rodríguez

El problema endémico de nuestra Universidad, su falta de competitividad, el nombramiento de los rectores, la frágil situación del Programa Ramón y Cajal, creado hace cinco años para atraer a científicos con experiencia, el CSIC y su contexto sociopolítico, la falta de cultura científica en nuestro país y el lento despegue de nuestra investigación son algunos de los temas sobre los que se pronuncia en esta entrevista el catedrático de Física Teórica Rolf Tarrach, actual rector de la Universidad de Luxemburgo y ex presidente del CSIC.

Es una de las voces más autorizadas para hablar de los mecanismos que mueven la ciencia y la gestión que debe administrarla. Rolf Tarrach (Valencia, 1948) ha acumulado la experiencia suficiente como para afrontar el reto de dirigir, como rector, los destinos de la Universidad de Luxemburgo, donde trabaja satisfecho con la "cultura científica" de su equipo y rodeado de unos medios que en España aún brillan por su ausencia. Pese a todo, este catedrático de Física Teórica de la Universidad de Barcelona despliega un optimismo que le permite asegurar que "progresamos safisfactoriamente".

-¿Despega la ciencia española?
-Sí, los investigadores que se forman en España hacen un papel dignísimo cuando disfrutan de sus estancias posdoctorales en el extranjero. No tanto cuando estos mismos investigadores intentan volver a España y se encuentran aún con muchas dificultades debidas a las pocas plazas que hay en la universidad, en los organismos públicos de investigación o en los departamentos de I+D de las empresas y a la endogamia que continúa teniendo una fuerte presencia en la mayoría de las instituciones públicas en las que se desarrolla la investigación.

Universidad y CSIC
-¿Qué diagnóstico haría de la situación actual de los Cajales?
-Si pensamos en las universidades depende mucho de las distintas comunidades, pero en general no se ha sabido ofrecer al menos una oportunidad a todos aquellos que han sido evaluados positivamente a lo largo de los cinco años de su contrato. Es una lástima, porque el programa, bien continuado, me parece y me pareció bueno. La situación de los Cajales en el CSIC no la conozco lo suficiente como para atreverme a opinar.

-¿Cómo ve el CSIC desde la distancia de varios años?
-Bien a medio plazo, no tanto a largo plazo. El actual presidente tiene ideas claras y el encaje político para realizarlas. Es una suerte y su mérito. Pero todas las instituciones similares en otros países europeos, como el CNRS francés o el CNR italiano, quizás con la única excepción de la Max Planck alemana, están en crisis casi permanente. El dilema es muy claro: Los OPIs sobreviven si son claramente mejores que la universidad y si no es el caso deberán integrarse en la universidad. En España se tendrá que ver si un CSIC elitista, que muy probablemente requeriría una desfuncionarización, es posible. Dicho esto, mi etapa como Presidente del CSIC fue, a pesar de todas las dificultades que hubo, una experiencia maravillosa y que me ha regalado un buen puñado de amigos, lo mejor que le puede pasar a uno en la vida.

-Después de aquella experiencia, ¿se trabaja mejor en el epicentro de Europa?
-Lo digo con algo de tristeza: sí. Es cierto que Luxemburgo es un país bastante excepcional. La calidad de la vida es única. Cierto es que para una persona de veinte años hay ciudades más divertidas, pero este no es mi caso. El nivel de agresividad es muy bajo. Se combina un sentido práctico con una pasión por el consenso, que hace del trabajo un verdadero placer. Debo añadir de todas formas que tengo la suerte de trabajar en un proyecto único, apasionante y en el que dispongo del poder necesario para decidir y para poner en marcha las decisiones tomadas.

-A parte de eso, ¿qué tiene Luxemburgo que le falte a España?
-Una ilusión inmensa y una esperanza en el proyecto universitario que de vez en cuando me asusta, porque en gran parte depende de mí. La gente me para en la calle y me pregunta: "¿Está contento? ¿Le dejan trabajar? ¿Le damos bastantes medios? ¿Le puedo ayudar en algo? Soy amigo del Primer Ministro, si tiene un problema dígamelo y hablaré con él". Y me dicen: "Cuídese (el primer rector murió al cabo de dos meses de ser nombrado, yo soy el segundo.) ¡Quédese en Luxemburgo! ¡Cuente con nosotros!". De forma más objetiva: Hay medios y la voluntad de mantener la financiación en un nivel alto y una verdadera voluntad de llevar adelante el proyecto de una universidad moderna, eficaz e internacional. Las razones del porqué son múltiples y su análisis ocuparía muchas páginas. No olvidemos de todas formas que es un país muy pequeño, muy singular, multilingöe, muy internacional (39% de extranjeros residentes más un 25% de extranjeros que entran cada día por la mañana para trabajar y salen por la tarde), sin tradición universitaria, con empresas extranjeras activas en I+D, con una plaza financiera importantísima, con muchos organismos europeos, de una calidad de vida excepcional, difícilmente comparable a otros.

-¿Podrían trasladarse algunas de estas fórmulas de actuación?
-Sí, y espero que algún gobierno tenga el valor de hacerlo. De hecho es necesario: las universidades españolas, ya poco presentes en los rankings internacionales, están descendiendo rápidamente en ellos. En particular, la gobernanza de la universidad, el nombramiento de los rectores y el nombramiento de profesores necesitan una reforma a fondo, si no las universidades españolas no podrán competir internacionalmente. Todo esto es además necesario si se pretende atraer fondos privados. Es un poco triste decirlo, y espero que se me comprenda correctamente, pero la universidad española está perdiendo la carrera de la internacionalización. En el mundo anglosajón, escandinavo, germánico e incluso en los países más avanzados de Asia, los rectores/presidentes/vice-cancilleres se buscan internacionalmente, igual que los profesores. Se buscan los mejores, punto. Cuando les explico a mis colegas cómo se procede en España para nombrar un rector o cómo se gobierna la universidad, frecuentemente ni lo entienden. Desde mi punto de vista este es un problema cuya seriedad y urgencia es imposible de exagerar.

Instituciones contingentes
-¿Cree entonces que una de las claves del desarrollo científico es la Universidad?
-Sí, es la pieza central en todos los países científicamente avanzados. No se trata de inventar de nuevo la rueda. Bolonia se fundó en 1088 por lo que la universidad parece ser una institución que sobrevive bien. Todas las demás instituciones relacionadas con el desarrollo científico son circunstanciales y contingentes.

-¿Qué diferencias aprecia entre la Universidad española y la de Luxemburgo?
-No se puede hacer una comparación significativa; son dos mundos distintos. Esperemos algunos lustros antes de hacer esta comparación. El futuro de la universidad de Luxemburgo aún es una incógnita y, de hecho, la capacidad de reestructurarse a fondo de la universidad española es, para mí, también una incógnita.

-¿Qué otras "patas" deberían sostener los avances en materia científica?
-La cultura científica. ¿Cuántas personas aún creen en horóscopos? ¿Cuántas en ocultismo? El empresario y el político científicamente formado, quizás con un doctorado, con una experiencia propia como investigador, y con una visión a largo plazo. Una sociedad que acepta el fracaso como lo más normal antes de tener éxito. Unos banqueros que aceptan los riesgos inherentes a la creación de empresas tecnológicamente innovadoras. Una sociedad que pregunta e interroga, curiosa, crítica, que valora algo más que el fútbol y los programas basura.

-¿Cree que estamos al nivel europeo?
-En productividad investigadora pública, sin duda alguna. En calidad investigadora estamos progresando satisfactoriamente, pero aún hay camino por recorrer. En competitividad del sistema universitario no estamos bien y estamos perdiendo terreno.

-¿Cree que la ciencia puede hacer algo ante la progresiva escasez de recursos energéticos?
-Lo primero que hay que hacer es utilizar nuestros recursos energéticos racionalmente y no como individuos egoístas. Se puede vivir igual de bien consumiendo mucho menos. Habrá que ver si la selección natural nos ha hecho lo suficientemente inteligentes para entender la magnitud del problema. Para acabar dejando claras las cosas debo añadir que un aumento de la temperatura media de nuestro planeta no es per se necesariamente un problema para todo el mundo, desde luego no lo sería para Siberia o Canadá, pero la subida continua del nivel del mar que muy probablemente la acompaña lo es y no beneficia a nadie.