Ciencia

Manuel Díaz-Rubio

"La revolución tecnológica ha suplido el arte médico de explorar y diagnosticar"

7 octubre, 2011 02:00

El doctor Díaz-Rubio en su despacho del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Foto: S. Enríquez-Nistal.

El Diccionario de Términos Médicos y el Museo Infanta Margarita sobre la historia de la medicina española son los buques insignia de una renovada Real Academia Nacional de Medicina (RANM). Su presidente, Manuel Díaz-Rubio, nos habla de los proyectos y aspiraciones que mueven la institución.

Una nueva etapa abierta a las últimas tecnologías y a la sociedad. La Real Academia Nacional de Medicina que preside Manuel Díaz-Rubio (Cádiz, 1941) ha pasado de ser una institución dedicada al asesoramiento de Su Majestad el Rey, el Gobierno o los Tribunales Superiores a convertirse en un lugar abierto también al resto de los españoles. "Ya no informamos sólo a gobiernos y reyes", sentencia Díaz-Rubio aludiendo a los nuevos estatutos de la Academia que se publicaron el pasado mes de junio en el BOE. Sesiones abiertas al público, exposiciones como la dedicada a Fernando de Castro ("uno de nuestros investigadores más importantes de la medicina española del siglo XX"), la creación de una televisión por internet (www.ranm.tv) o su presencia en las redes sociales son algunas de las iniciativas que aceleran su apuesta por estar cerca de la sociedad.

-El Diccionario de Términos Médicos y el Museo Infanta Margarita confirman esta revolución de la RANM...
-La palabra revolución puede dar lugar a equívoco. Estamos donde estamos gracias también a todo lo hecho en años pasados en la Academia. Si hay algo verdaderamente revolucionario es adaptarse a los nuevos tiempos. La sociedad cambia y las instituciones no pueden estar al margen: tenemos que estar en continua evolución y en condiciones de responder a las nuevas demandas de la ciencia médica y de la población.

Terminología médica
-¿De qué forma ayudará el Diccionario a acercar la medicina a la sociedad?
-Como ya nace con vocación de servir a todos los públicos, su potencial, a priori, es enorme. No es por y para el profesional. Lo trasciende y sirve también al estudiante, al periodista, al traductor o al jurista y, en general, a cualquier persona interesada en salud y en el uso correcto de la terminología médica. Es una obra que no teníamos los que hablamos el español, que somos más de 400 millones de personas. Faltaba un libro pensado y escrito en nuestro idioma, con términos que son nuestros, como "MIR", "dieta mediterránea", "ATS" o "síndrome del aceite de colza", y otros que en la misma medida lo son de los países latinoamericanos.

-¿Cómo se fija un lenguaje que cambia vertiginosamente?
-El Diccionario trata de normalizar el uso del lenguaje médico sabiendo la dificultad de la empresa. Es cierto que los cambios se suceden a una velocidad de vértigo. La actualización del Diccionario es un reto que asumimos y que tenemos previsto. Para ello, se ha organizado un equipo formado por académicos y expertos en lexicografía que van a seguir trabajando con este objetivo. La primera edición es también el primer paso de un recorrido largo. La versión electrónica, aparte de un nexo de comunicación con el usuario y la única manera de hacer consultas desde portátiles, tabletas o teléfonos móviles, es también un elemento clave para la actualización con una celeridad que sería imposible en el papel.

-¿Puede nuestra lengua llegar a ser más rica que la anglosajona en el ámbito médico?
-Bueno, no se trata de enfrentarlas o determinar si una tiene más o menos peso. La riqueza de nuestra lengua está fuera de toda discusión; una riqueza que es incluso mucho mayor si la ampliamos a toda la comunidad hispanoamericana. Los americanos hacen referencia a la "médula" de tres formas distintas y nosotros sólo de una. Y en cambio lo que para los españoles es un "depresor lingual" es "abatalenguas" para los mexicanos y un "bajalenguas" para los argentinos. En todas estas diferencias está la riqueza de los idiomas. En cualquier caso, es un objetivo de la Academia seguir trabajando para la inclusión de términos panhispánicos y hacerlo en colaboración con las Academias latinoamericanas [en estos momentos Díaz-Rubio preside también la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina].

-Usted ha reconocido la existencia de debate en términos muy técnicos, como por ejemplo"folículo ovárico", y consenso en otros más sensibles como "aborto" o "eutanasia"... ¿Ha costado evitar los juicios de valor?
-Es una obra terminológica y absolutamente técnica que no entra en valoraciones ni posicionamientos desde un punto de vista ético e incluso científico. En ese sentido es puramente descriptiva. Ayuda a manejar los términos con propiedad, de modo que el que habla o escribe sobre "encarnizamiento terapéutico", "suicidio asistido" o "eutanasia" tenga claros estos conceptos y todos sus matices.

El doctor Manuel Díaz-Rubio, catedrático además de Patología y Clínica Médicas de la Universidad Complutense de Madrid y jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico de San Carlos desde 1975, considera que hitos científicos como la secuenciación del genoma humano o los avances en células madre pueden cambiar a la humanidad. "Lo que hace falta es que la ciencia trabaje con independencia de muchas cosas, incluso del pensamiento. En ocasiones se tiende o se quiere unir, pero son claramente independientes". Para Díaz-Rubio, el ser humano debe saber cómo manejar la ciencia y la información que ésta proporciona: "Es un asunto delicado pero hay respuestas que se repiten a lo largo de la historia cuando irrumpen avances de este calibre. La ciencia debe recurrir a su método y allí donde pueda investigar debe hacerlo".

De la élite al clic
-¿Vive la medicina una etapa dorada gracias a estos grandes descubrimientos?
-Sin duda, en estos últimos 30 años, la tecnología y la informática han tenido un enorme impacto en la ciencia médica. En este tiempo se ha avanzado más que en prácticamente toda la historia de la Humanidad. Pero la tecnología no lo es todo y también es cierto que uno no puede ser el médico que quisiera ser porque muchas veces carece del tiempo necesario. La socialización de la medicina obliga al profesional a cumplir unos requisitos que pueden tener efectos perniciosos. El tiempo es clave porque el paciente no sólo busca soluciones a problemas puntuales, también comprensión y apoyo. La revolución tecnológica ha suplido gran parte del arte médico de explorar y diagnosticar, pero hay un tanto por ciento del papel que desempeña el médico que no puede sustraerse a ningún avance.

-¿Necesita la medicina actual grandes nombres como Cajal o Marañón?
-Por supuesto, siempre es bueno poder contar con maestros de ese nivel. Ahora bien, cada época tiene sus peculiaridades. Hace 80 ó 100 años, la medicina, al igual que sucedía en otros ámbitos, era muy vertical, con una élite y debajo una base amplísima sin posibilidad de llegar a los conocimientos en profundidad. Actualmente cualquier residente puede acceder a toda la información con un clic. Eso no significa que no haya lugar ya para la figura del maestro pero sí que ésta ha cambiado.

-¿Qué opinión le merecen los nombres de Pedro Alonso, Joan Massagué o Juan Carlos Izpisúa?
-Son grandes investigadores que no pierden de vista el valor de la aplicación clínica que va en beneficio de la humanidad. En concreto, a Pedro Alonso la Academia le ha concedido este año el Premio Carlos IV de Investigación en Medicina Preventiva y Salud Pública.