Mead, en su laboratorio del Instituto Tecnológico de California (Caltech). Foto: FBBVA

Móviles, tabletas o portátiles no serían lo mismo sin él. Tampoco Silicon Valley. Carver Mead, recientemente reconocido con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en su apartado de Tecnologías de la Información y la Comunicación, habla con El Cultural sobre el momento que vive la que define como "edad de la comunicación inteligente".

"Nada de lo que yo predijera sería hoy perdurable. Son las cosas que no podemos prever las que de verdad tienen importancia". Lo sentencia Carver Mead (Bakersfield, California, 1934), uno de los padres de Silicon Valley, gurú de la alta tecnología por sus descubrimientos y teorías, y creador de buena parte de los mecanismos que hoy rigen nuestra vida cotidiana. Acuñó además la expresión ‘ley de Moore' para explicar científicamente la progresiva potencia de los ordenadores.



"No es una ley física como las de Kepler o Newton. Es una observación profunda de la naturaleza humana -asegura entre la filosofía y un muy americano sentido de lo práctico-. Cuando las personas creen en algo, harán lo posible por lograrlo. De ese modo, se genera un ritmo de progreso siempre creciente. Por eso tuvimos que hacer un gran esfuerzo para convencer a la gente de que la reducción a escalas más pequeñas funcionaría. Sin eso, nada habría sido como fue". Y fue, y de esa mentalidad salieron nombres como Steve Jobs o Bill Gates, "que contribuyeron de un modo fundamental a la universalización de la tecnología en la sociedad".



-Durante esos primeros años en Silicon Valley, ¿previó usted el cambio cultural que se aproximaba gracias a los transistores?

-Muchos de nosotros estábamos convencidos de que los transistores revolucionarían la electrónica ya en los años cincuenta. Eso nos impulsó a aprender la nueva física y a superar los primeros problemas técnicos que suponía fabricar transistores fiables y no muy caros. Pero sólo cuando comprendimos cómo incorporar, reduciéndolos a escala, esos aparatos a un circuito integrado, sólo cuando nos dimos cuenta de que irían diez mil veces más rápido y, pese a todo, consumiendo menos energía, sólo entonces supimos que estábamos ante una revolución.



-¿Vivimos todavía en "la edad del chip"?

-Bueno, los circuitos integrados son a la revolución de la información lo que el acero fue a la revolución industrial. Pero aún construimos muchas cosas con acero, y lo haremos en el futuro próximo. Del mismo modo, los circuitos integrados serán, de algún modo, un elemento esencial de nuestra tecnología básica en el futuro. Pero lo normal es dar a cada época el nombre de lo que es nuevo y revolucionario, y no el de algo tan omnipresente que ya no nos percatamos de que está ahí. Así que yo llamaría a esta época la "edad de la comunicación inteligente", porque los fenómenos con los que nunca habíamos soñado han sucedido como consecuencia de la fusión de las comunicaciones digitales con el procesamiento de información digital.



-¿Podemos hablar entonces de un cambio radical en las relaciones humanas?

-¡Desde luego! Cuando yo era un chaval estuve en una radio de aficionados (con código Morse y todo eso). De vez en cuando lograba ponerme en contacto con alguien de un país lejano, ¡y no sabe lo emocionante que era! Me sentí más en conexión con la gente del mundo de lo que podíamos imaginar leyendo los periódicos. Hoy todo el mundo tiene la oportunidad de conectar con gente de todo el planeta. Hacemos amigos y negocios y colaboraciones científicas en todas partes. La nacionalidad, la ubicación… nada de eso importa. La conectividad es la mayor esperanza que tenemos para la paz y la prosperidad mundiales. La tecnología nos ha dado la oportunidad de dejar atrás lo peor de la naturaleza humana.



-¿Dónde situaría los límites de la tecnología?

-Hay, desde luego, límites para cualquier tecnología. Los motores térmicos tienen una eficacia limitada, las señales no pueden transmitirse a una velocidad mayor que la de la luz, sólo hay una cierta cantidad de energía solar que incide en la Tierra... cosas así. Pero estoy seguro de que no hay limitaciones prácticas para la tecnología del futuro si no le pedimos nada que choque con estos límites físicos. Nadie previó el enorme impacto que la tecnología de la información tendría en el comportamiento humano porque aportaba a la vida una dimensión completamente diferente. Ni siquiera tenía un nombre cuando empezó a producirse.



Conectar con el público

Para el ingeniero electrónico Carver Mead, una de las funciones esenciales de esa tecnología emergente era conectar con el público. Fue posible gracias a los circuitos integrados, a los que ha contribuido tanto con el diseño de circuitos complejos como con la capacidad de fabricar láminas de silicio. Muchos de los aparatos electrónicos más populares no existirían sin esos circuitos.



-¿Qué le ha llevado a estudiar los sistemas biológicos?

-Sobre todo, la capacidad de estos sistemas para realizar tareas a las que no podemos ni acercarnos con nuestros ordenadores más potentes.



-Entronces, ¿qué papel juega la naturaleza en la investigación?

-En el fondo, la investigación trata de averiguar cómo funciona. Es un gran error, muy común por otro lado, decirle a la naturaleza cómo debería funcionar y luego usar las matemáticas para demostrarlo. Si hay una ética central en la investigación es dejar que la naturaleza nos guíe sin dejarla a un lado.



-¿Podría la tecnología abrir nuevas fronteras observándola o, directamente, copiándola?

-Ver cómo los humanos, o incluso los animales simples, son capaces de hacer una enorme cantidad de cálculos mientras consumen sólo una mínima cantidad de energía es una lección de humildad. El sistema visual de una mosca realiza operaciones computacionales que superan a nuestros ordenadores más potentes. De modo que ahí hay una gran oportunidad para poder aprender. Es evidente que el paradigma computacional que utilizan los sistemas nerviosos de los animales es, conceptualmente, muy diferente de cualquier cosa que hoy llegamos a comprender. Creo que éste es un campo que ensanchará nuestras fronteras tecnológicas, pero es probable que lo haga en una dirección que ni siquiera hemos identificado todavía.



-¿Se atrevería a decir que la tecnología es una prolongación de nuestros sentidos?

-En muchos casos, sí. Los ejemplos más obvios son el telescopio y el microscopio. Luego están las cámaras y las grabadoras de audio. El sónar y el radar nos permiten ver lo que está más allá de la visión humana. Con el MRI (imágenes por resonancia magnética) vemos casi cualquier cosa dentro del cuerpo humano. Hay sensores para enormes regiones del espectro electromagnético, desde la longitud de onda hasta los rayos gamma y ultravioleta. Esos sensores hacen posible que nuestros telescopios capten imágenes de una variedad deslumbrante y desconcertante, imágenes de fenómenos en el universo como las supernovas, los púlsares, la radiación cósmica y muchos otros fenómenos.



-¿Alguna vez lograremos una reproducción perfecta de la vista o el oído?

-Ambos sistemas están muy desarrollados y son enormemente eficaces. El sentido auditivo humano encuentra matices en una pieza musical que ningún instrumento electrónico puede detectar. Comprendiendo algo de su funcionamiento hemos sido capaces de analizar el sonido mejor que con técnicas de ingeniería convencionales. Gracias a ello, hoy los teléfonos móviles funcionan mejor en entornos ruidosos. Pero estamos aún muy lejos de alcanzar las funciones más exigentes llevadas a cabo por estos sistemas.