Ciencia

Jeffrey Friedman

"El ADN nos ayudará a detectar la obesidad"

5 abril, 2013 02:00

Jeffrey Friedman en su laboratorio de la Universidad de Rockefeller de Nueva York.

El investigador nos habla del papel de la hormona leptina en algunas patologías

El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Biomedicina ha recaído este año en el bioquímico Douglas Coleman y el médico estadounidense Jeffrey Friedman, quien confirmaría el trabajo de su colega y descubriría el gen de la hormona leptina, diseñada para controlar el peso corporal. Friedman habla de todo ello con El Cultural.

El médico Jeffrey Friedman (Orlando, EEUU, 1954) está a punto de celebrar veinte años del hito con el que contribuyó a identificar la hormona que controla el apetito: la leptina. Varios años antes, el bioquímico Douglas Coleman había sentado las líneas maestras de sus estudios a través del descubrimiento de los genes involucrados en la regulación del hambre y del peso corporal que permiten ahora entender las causas de la obesidad.

Por eso, ambos han sido reconocidos con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, ya que sus hallazgos han supuesto un importante cambio de mentalidad en la sociedad: no hay un comportamiento inadecuado, hay desequilibrios en un proceso regulado hormonalmente. Todo ello surge con la leptina. Su descubridor, el catedrático de la Universidad de Rockefeller de Nueva York, el profesor Friedman, considera que todos los mamíferos, incluido el ser humano, producen esta hormona, "excepto personas con mutaciones genéticas".

"La leptina se compone de grasa y circula por el flujo sanguíneo, actuando sobre el cerebro para regular la ingestión de alimento -explica como si lo hiciera a sus alumnos- . Cuando se pierde peso, los niveles de leptina plasmática caen, estimulando el apetito y suprimiendo el gasto energético hasta que la masa de tejido adiposo se restaura. Cuando esta masa aumenta, los niveles de leptina se incrementan, eliminando el apetito hasta que se produce una pérdida de peso". Según Friedman, existe un número pequeño de pacientes con mutaciones que no producen leptina, lo que provoca que se conviertan en obesos. Esos pacientes pueden ser tratados con leptina fabricada en laboratorio. "Inyectada -sentencia- provoca una disminución significativa de peso corporal".

Resistencia a la leptina

- ¿Se sabe qué es lo que altera el proceso hormonal y su influencia en la obesidad?
-Por razones que desconocemos, la leptina no reduce la ingestión de comida con la misma eficacia en obesos que en delgados. De ahí que en la mayoría de los pacientes obesos los niveles de leptina en sangre sean más elevados que en personas delgadas. De la misma forma que de la mayor parte de los diabéticos, aunque sus niveles de insulina sean realmente altos, se dice que son resistentes a la insulina, igualmente hay evidencias de que la mayor parte de las personas obesas son resistentes a la leptina. Pero todavía no sabemos qué hace que se desarrolle la resistencia a esta hormona.

El conocimiento de la leptina es fundamental para el tratamiento de la obesidad, una enfermedad, que según Friedman ha dejado de ser del primer mundo para convertirse en un problema global. "La leptina puede contribuir con eficacia a reducir peso en pacientes que carezcan de ella por una mutación. Dicho esto, las mutaciones de leptina son verdaderamente raras. Esta hormona constituye también un tratamiento eficaz en varias enfermedades asociadas a niveles bajos de leptina, como algunas formas de diabetes o la amenorrea hipotalámica, un síndrome de infertilidad en mujeres. Resulta por sí misma eficaz en el tratamiento de algunos pacientes obesos leptino-resistentes pero, además, hay nuevas y contundentes evidencias de que, en combinación con otros agentes reductores de peso, la leptina puede conseguir reducciones de peso más significativas aún".

-¿Pueden estos resultados encontrar el origen de la llamada obesidad mórbida?
-Le diría que la obesidad es marcadamente hereditaria. Se estima que aproximadamente un 70% de las diferencias de peso corporal entre las personas son atribuibles a factores genéticos. Muchos de esos genes, aunque no todos, han sido ya identificados. En la actualidad sabemos que un porcentaje importante de la obesidad humana es fruto de defectos genéticos en los circuitos del cerebro que responden a la leptina. De hecho, más o menos un 15% de la obesidad mórbida es producto de fallos que han sido ya identificados en uno u otro de los genes que ayudan a transmitir la señal de la leptina. Yo preveo que en los próximos años la secuenciación del ADN de las personas contribuirá a identificar un número mayor de los genes que contribuyen a la obesidad. Y, dado que responde más o menos en un 70 % a la herencia, calculo que quedan por descubrir muchos e importantes genes. Saber que un 15% de los pacientes con obesidad mórbida tienen una alteración genética ya identificable es algo muy importante y creo que nos obliga a dejar de culpar al obeso y replantearnos las causas de esa enfermedad.

Hablemos de las causas. Según Friedman, para desarrollar obesidad es preciso poder acceder a lo que él llama "suficiencia alimentaria". Sin embargo, aunque esto es una condición necesaria, no parece que sea motivo para desarrollarla. "Cuando la población goza de libre acceso a las calorías, hay personas que se vuelven obesas mientras que otras se mantienen delgadas. Los factores genéticos desempeñan un papel fundamental a la hora de determinar, en condiciones de total disponibilidad de alimentos, quién se mantendrá delgado y quién se volverá obeso".

Cuestión de calorías

-Sin embargo, hay mucha literatura sobre la importancia que tiene lo que ingerimos...
-Existe un debate abierto sobre el tema. Hay científicos que creen que el origen de nuestras calorías es crucial para determinar quién se convertirá en obeso; algunos mantienen que la sacarosa o la fructosa causan obesidad, y otros sostienen que lo que la produce es la grasa. Otros científicos consideran que lo que de verdad importa es el número de calorías consumidas y que la fuente de las mismas, grasa versus carbohidratos, no es tan importante. Carecemos de datos concluyentes que nos permitan determinar quién tiene razón. Yo pienso que el número de calorías que consumimos es el factor más importante, aunque todo esto no está demostrado aún.

-¿Es por eso por lo que las dietas no suelen tener éxito?
-Bueno, la meta de una dieta debe ser mejorar la salud. Creo que las dietas tienen que reservarse para personas con comorbilidad [trastornos asociados]. La mayor parte de las dietas se muestran a la larga ineficaces para mantener en el tiempo pérdidas de peso considerable (superiores a 12-15 kilos) pero una pérdida de esa magnitud en muchas ocasiones no es necesaria. Es importante señalar que los pacientes obesos con enfermedad coronaria, hipertensión o diabetes suelen dar signos de mejora con pérdidas de peso de tan sólo 2-5 kilos, factibles y sostenibles en el largo plazo. Mi consejo a personas obesas con comorbilidades es que se centren en la salud y se fijen un objetivo de pérdida de peso más modesto.

-¿Diría que las dietas luchan contra un mecanismo inconsciente: el apetito?
-Sí, yo creo que la ingesta de comida se regula ante todo mediante este tipo de factores. Nuestro yo consciente puede controlar la ingesta de comida en el corto plazo pero a la larga el impulso básico de comer domina, lo que explica los pobres resultados de esas dietas. Y, en efecto, la gran mayoría de la gente que pierde peso tras uno de estos procesos acaba recuperando su peso original.

¿Alimentos milagro?

"No existe la comida milagro". Friedman en esto se muestra categórico. "Y, aunque en teoría es posible que algunos alimentos sean especialmente buenos o malos para la obesidad, no hay prueba de que haya comidas ‘buenas' o ‘malas' que sean específicamente causantes de ella". Para el investigador estadounidense existe bastante información sobre los alimentos que elevan claramente el riesgo de enfermedad coronaria, "por lo que debemos consumir aquéllos que se sabe que son sanos para el corazón, eso que tantas veces se ha denominado como dieta mediterránea y que pone el acento en frutas, verduras y pescados..."

-Otras dietas están basadas en la observación de nuestros ancestros. ¿Suponen los hábitos modernos una pérdida del equilibro que nos ha ido aportando la evolución?
-El proceso evolutivo ha tenido un impacto crucial en el peso corporal de todas las poblaciones. Es probable que el sistema que regula el peso evolucionara para equilibrar el riesgo de ser demasiado delgados (hambruna) y el de ser demasiado gordos, con la consiguiente exposición a depredadores, entre otros peligros. El nivel en el que la masa de tejido adiposo se establece en cada población dependerá de cuál de los dos riesgos impere en ella. En consecuencia, la historia ambiental influye significativamente para conocer qué poblaciones están más condicionadas a convertirse en obesas. Por ejemplo, se ha observado que aquellas poblaciones históricamente más expuestas al hambre tienen en los tiempos modernos, y con el acceso pleno a la comida, más probabilidades de volverse obesas. Y aunque en nuestro tiempo los dos riesgos mencionados son menores, hay todavía potenciales consecuencias asociadas a la obesidad o delgadez extremas, por lo que es probable que la selección genética continúe.

-¿Cree que podríamos estar cerca de dar con una diana farmacológica?
-Partiendo del hecho de que la leptina interviene en los caminos neurales que controlan el apetito cabría decir que en los últimos años hemos aprendido mucho sobre estos circuitos, un conocimiento que continúa avanzando a una velocidad extraordinaria. Se han identificado ya numerosas dianas de medicamentos y es evidente que se irán produciendo más. Aunque aún no está claro cuáles -dentro de estas vías (neurales)- son los blancos idóneos para ser neutralizados mediante fármacos. Confío en que los nuevos conocimientos sobre estos procesos vayan seguidos de tratamientos más eficaces.