Image: Nicholas Wade

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Ciencia

Nicholas Wade

“Escribí mi libro con el fin de estimular a los racistas lo menos posible”

23 enero, 2015 01:00

Nicholas Wade. Foto: Naum Kazhdan

Al bioquímico y Nobel George Wald le pidieron una muestra de semen y él replicó que, si buscaban esperma que fabricara premios Nobel, debían pedírselo a su padre, un sastre inmigrante. "¿Qué le ha dado al mundo mi esperma? ¡Dos guitarristas!". Defender que lo que nos hace ser como somos no es sólo la cultura sino también la genética nunca tuvo buena prensa. Y si la raza entra en disputa, muchos directamente se retiran. No es extraño que la publicación en 2014 en EE.UU. de Una herencia incómoda, de Nicholas Wade, que llega esta semana a España, abriera la caja de los truenos.

Un buen día, un reputado periodista científico que había sido editor de Nature y ejercía como responsable de temas de ciencia y tecnología del New York Times, se convierte en el mismísimo diablo por un libro. El periodista deja su empleo, las críticas se multiplican, cada vez más virulentas, y más de 100 científicos firman una carta conjunta contra él. Y todo por un libro de apenas 300 páginas: Una herencia incómoda. Genes, raza e historia humana (Ariel, 2015). ¿Por qué incomodan tanto las tesis de Nicholas Wade (Aylesbury, Inglaterra, 1942) a -casi toda- la comunidad científica?

-Según Una herencia incómoda, las razas diferencian claramente a los grupos humanos y podrían ayudar a explicar el éxito o fracaso de las naciones.
-Una tesis del libro es que la naturaleza social humana, en la medida en que se basa en la genética, debe estar sometida a la selección natural tanto como cualquier otro rasgo. Esto significa que las sociedades humanas pueden variar, especialmente en las características de sus instituciones sociales. Así, algunas de estas sociedades pueden ser más exitosas que otras en determinados momentos. Por ejemplo, la civilización china fue preeminente durante la mayor parte de la historia escrita pero eso no significa que la china, o cualquier otra raza, sea superior a las demás.

-El libro provocó una gran polémica y usted llegó a ser acusado de "racista científico".
-Muchos científicos sociales y de la izquierda académica aseguran que la raza es una construcción social, no biológica. Quien lo discuta corre el riesgo de ser tildado de "racista científico" y ver su financiación liquidada y su carrera destruida. Cualquier lector imparcial verá que mi libro discute la raza sin ser racista y rechaza reiteradamente la idea central del racismo, que una raza sea inherentemente superior a las demás.

-Cuando más de 100 biólogos lo acusaron de haber manipulado sus investigaciones, usted respondió que las críticas eran "políticas". ¿En qué sentido?
-Aquella carta no contenía casi nada de sustancia. Los más de 100 científicos actuaban de manera política, no científica. Si yo hubiera manipulado o tergiversado su investigación, ¿cuántos científicos serían necesarios para aclarar tal cosa? Seguramente, sólo uno. Tal vez los firmantes de la carta se habían olvidado del credo central de su profesión, que no es ser la autoridad, sino el juez de la verdad.

Científicos asustados

Los científicos no deberían temer a los gobiernos, sino a sus propios colegas"

-En el pasado, las nuevas ideas no eran muy bien recibidas. Pero hoy los científicos parecen más abiertos, ansiosos incluso, por las novedades.
-Los científicos son hoy libres de perseguir la verdad hasta donde pueda llevarlos y a menudo hacen valer su derecho cuando los gobiernos interfieren en sus asuntos. Pero no deberían temer a los gobiernos, sino a sus propios colegas. La selva académica es despiadada. Los investigadores ponen sus carreras en riesgo si desafían el dogma central de las ciencias sociales: que todas las diferencias entre las razas o grupos étnicos se deben únicamente a la cultura. Solamente biólogos tan eminentes como E.O. Wilson pueden soportar este tipo de ataques. Para protegerse de los colegas hostiles y el desagrado del Congreso que los financia, los investigadores informan acerca de sus hallazgos sobre las razas humanas de una manera muy discreta, casi nunca usando la palabra "raza".

-Pero usted también recuerda en el libro que la idea de raza condujo a terribles desastres.
-Sí, muchos biólogos creen que nada bueno saldrá de estudiar las razas humanas. Este miedo tiene un fundamento serio. Son muy conscientes de que las campañas eugenésicas de principios del siglo XX fueron apoyadas en origen por los biólogos de EE.UU. y otros países. Están decididos, con razón, a no dejar que esos errores se repitan. Mi opinión es que los tiempos son diferentes, y que el conocimiento siempre es mejor política que la ignorancia. También creo que el mensaje primordial que ofrece el genoma humano es la unidad de la humanidad.

Horror en la academia

Wade no cita al hoy eminente E.O. Wilson por casualidad.
Resulta que Wilson, el mayor experto en hormigas del planeta, fue, junto a Bill Hamilton y Robert Trivers, uno de los padres de la sociobiología, la disciplina que señaló la influencia de la biología en el comportamiento humano para horror de la academia. El mismo Wilson acuñó el término en 1975, revolucionó la biología y fue "ferozmente atacado" y tachado de "racista", "eugenista", "genocida" o "nazi".

-40 años después las cosas parecen haber cambiado. Steven Pinker, por ejemplo, afirmó coincidir con usted en la existencia de las razas, aunque no con sus hipótesis ulteriores.
-Es cierto que el punto de vista de Wilson es ahora generalmente aceptado por la mayoría de los biólogos, aunque todavía tienen miedo a usar la palabra "sociobiología" y en su lugar hablan de "psicología evolutiva". Pero a los científicos sociales, diría yo, les sigue sin gustar la idea. Los datos genómicos sobre la raza son ahora razonablemente claros. No encontrará ninguna descripción explícita de ellos en un libro de texto, pero nadie, que yo sepa, ha refutado la descripción de la estructura racial humana que expongo en Una herencia incómoda.

-Wilson elogió su libro como "un canto a la diversidad genética". Pero en sus últimas obras ha defendido que la humanidad es cada vez más global, mezclada y uniforme. Y según Darwin, si no hay variación, no hay nada que seleccionar. ¿Sería el fin de la evolución?
-Sí, la no variación significaría el fin de la evolución. Pero las mutaciones en el ADN, que son la fuente de variación, nunca pueden cesar, por lo que nuevas variaciones siempre surgirán y la evolución nunca cesará. Como las poblaciones humanas se mezclan cada vez más, ciertas formas de evolución, como las que dependen de personas que viven en sociedades pequeñas y aisladas, probablemente disminuirán, pero otras aumentarán debido a la mayor variación inherente a las poblaciones más grandes. Así que es difícil decir si el ritmo de la evolución humana se está acelerando o desacelerando.

-Su libro tiene dos partes. En la primera, describe cómo la evolución humana ha continuado incluso en el periodo histórico reciente. ¿La investigación sobre el genoma humano es lo suficientemente clara?
-Las huellas de la selección natural son difíciles de datar, pero la opinión actual sostiene que casi todas se produjeron hace entre 25.000 y 5.000 años, después de la aparición de las tres razas principales, los africanos, los caucásicos y los asiáticos del este. Los genes del color de la piel son un ejemplo. Caucásicos y asiáticos del este tienen la piel igualmente pálida, pero los genes subyacentes de la piel pálida son diferentes en las dos razas, un ejemplo de evolución paralela. Otro ejemplo es el gen de la tolerancia a la lactosa, que normalmente se desactiva cuando el niño es destetado. En los europeos del norte -y en tres tribus de pastores africanos- la selección natural ha modificado el gen y permitido que la leche cruda sea digerida en la edad adulta, lo que resultó una gran ventaja para la supervivencia cuando el pastoreo generalizado convirtió a la leche en una importante fuente de nutrición.

¿Por qué fracasan los países?

¿Por qué un país logra el éxito en el desarrollo de instituciones inclusivas?"

Wade reconoce que la segunda mitad del libro es "más especulativa". Se pregunta allí si las diferencias raciales pueden explicar por qué unas sociedades "triunfan" y otras "fracasan". Acemoglu y Robinson han defendido en su célebre ¿Por qué fracasan los países? (Deusto, 2012) que grupos humanos racialmente idénticos han fracasado unas veces y otras han triunfado según han creado mejores o peores instituciones.

-¿La biología quedaría así fuera de la ecuación?
-Me gusta el análisis de Acemoglu y Robinson. Afirman que las sociedades con instituciones extractivas, en las que una pequeña élite controla los recursos, siguen siendo pobres; aquellas con instituciones inclusivas, en las que el poder político se comparte bajo el imperio de la ley, son ricas. Es un análisis útil y ayuda a explicar por qué Corea del Norte y Corea del Sur, cuyos habitantes son casi idénticos genéticamente difieren tanto en su prosperidad. La mayoría de la gente estaría de acuerdo en que si la dinastía Kim desapareciera, el Norte podría copiar fácilmente las instituciones del Sur y llegar a ser tan próspero en una generación. Lo que demuestra la gran influencia de la cultura en los asuntos humanos. Corea del Norte no es libre para copiar las instituciones surcoreanas. Sin embargo, muchos otros países sí podrían. Así pues, ¿por qué Libia o Irak, Nigeria o Haití no siguen el ejemplo de Corea del Sur? ¿Por qué un país logra el éxito en el desarrollo de instituciones inclusivas? Acemoglu y Robinson dicen que es cuestión de suerte, lo que no es una explicación en absoluto. Sugiero que han omitido considerar un hecho importante: que las instituciones sociales se apoyan, bajo gruesas capas de cultura, en el repertorio de conductas sociales humanas influidas genéticamente. Como la confianza.

-Usted toma un ejemplo del economista Gregory Clarck: la Revolución Industrial.
-Clark muestra que en 600 años, entre 1200 y la Revolución Industrial, la naturaleza de la población inglesa cambió. La gente se volvió menos violenta, más culta, más trabajadora y dispuesta a ahorrar. Al estudiar los testamentos, Clark dedujo que la genética podría haber desempeñado un papel en el cambio.

-En las últimos años, millones de personas salieron de la miseria en Brasil o la India al abrirse sus países al comercio. ¿Buscar razones biológicas a tan velocísimas transformaciones no rompe esa "navaja de Ockham" que afirma que la explicación más sencilla suele ser la correcta?
-La cultura explica la mayoría de las diferencias entre sociedades. Lo que yo discuto es que la evolución humana se detuvo en el pasado lejano. La idea de que la cultura explica hasta el 99% de las diferencias entre las sociedades y la genética al menos el 1% parece mucho más razonable que la afirmación de que la cultura explica el 100% y la genética el 0%. Adoptando la tesis de Acemoglu y Robinson, la India y Brasil se hicieron ricos al ser capaces de desarrollar instituciones inclusivas. Lo interesante es por qué los países de Oriente Medio y África no lo han hecho. Quizás el comportamiento social juegue un papel. La navaja de Ockham es un excelente principio de la física, pero funciona peor en biología porque a la evolución la limitan los precedentes y rara vez puede elegir el camino más simple.

Inteligencia y riqueza

-En estos temas, las alarmas saltan con la "inteligencia". Cita en el libro las ideas sobre la relación entre cociente intelectual y riqueza para luego rechazarlas. ¿Le preocupaba el uso racista que se hiciera de ellas?
-Es muy difícil comparar el cociente intelectual entre distintos grupos humanos a menos que uno esté seguro de que otros factores, como la nutrición, la salud o el nivel de educación, son los mismos. Casi nunca es el caso, así que estas comparaciones tienen un valor limitado. Escribí mi libro con el fin de estimular a los racistas lo menos posible. Es un libro de ciencia y a los racistas no les interesan particularmente los hechos. Los datos del índice de inteligencia están disponibles desde hace muchos años y son un importante cuerpo de información, aunque gran parte de ella está en disputa.