Pablo Rodríguez

Si un día se le ocurre mirar martillos en Amazon, prepárese para ser bombardeado con anuncios de martillos durante semanas. Para el usuario es la cara más latosa, aunque inocua, de los algoritmos que analizan los macrodatos (alternativa aconsejada por la Fundéu para "big data"). Otras de sus muchas aplicaciones nos facilitan el día a día: evitar un atasco de camino al trabajo, por ejemplo, o descubrir música nueva de nuestro gusto en Spotify. No obstante, desde que Snowden tiró de la manta, el lado oscuro de los macrodatos ha provocado el recelo de millones de usuarios, agravado por el reciente ‘caso Facebook', aunque la inmensa mayoría sigamos mintiendo en eso de "he leído y acepto los términos de privacidad". La situación ha llevado al poder político a tomar cartas en el asunto, como hemos visto con el nuevo Reglamento General de Protección de Datos europeo.



Sin perder de vista estas cuestiones, hay un hombre que está dispuesto a reconciliarnos con los macrodatos, el combustible de la inteligencia artificial. Se llama Pablo Rodríguez y es el director ejecutivo de Telefónica Innovation Alpha, una rama de la compañía que se dedica a la innovación a largo plazo para afrontar grandes retos de la sociedad basándose en tecnología puntera. Este doctor en informática y experto en Internet, con años de experiencia en Silicon Valley y como profesor adjunto de la Universidad de Columbia, ha escrito Inteligencia artificial. Cómo cambiará el mundo (y tu vida) (editorial Deusto), donde hace una panorámica amplia que recorre la historia de los datos, el funcionamiento de los algoritmos que los analizan, el futuro del internet de las cosas y de la inteligencia artificial.



Es un libro eminentemente optimista: "La inteligencia artificial promete un futuro mejor para todos", asegura Rodríguez, y en la misma línea el profesor del MIT Media Lab Alex ‘Sandy' Pentland, que comienza su prólogo del libro con esta frase: "Casi todos los problemas importantes del ser humano se pueden abordar usando datos y la inteligencia artificial". Hasta ahora no ha sido posible porque no existía la tecnología necesaria para poder analizar los gigantescos (y cada vez más) volúmenes de datos que genera la humanidad continuamente.



"Hoy en día la inteligencia artificial puede alcanzar la misma capacidad de computación que un ratón, pero está solo a unas mil veces de la capacidad de computación de un humano", explica Rodríguez a El Cultural. Según la ley de Moore, la capacidad de computación de los procesadores se dobla cada año y medio; si se sigue cumpliendo como hasta ahora, la inteligencia artificial alcanzaría este hito "dentro de 20 o 30 años".



"Pero estamos llegando a un momento en que el reto no es qué podremos hacer sino por qué y de qué manera. Tenemos la oportunidad de usar la inteligencia artificial para reaccionar mejor ante situaciones como desastres naturales, grandes movimientos de gente, pandemias, crisis de empleo; y también de democratizar el uso de esta tecnología que hoy está solamente en manos de unos pocos".



La inteligencia artificial está ya presente en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana, y así lo refleja Rodríguez en su libro, que dedica apartados a su uso en el fútbol, la cocina (la colaboración entre Ferran Adrià y Telefónica), el turismo, la seguridad (algoritmos de predicción de la delincuencia), las finanzas (asesores robotizados), el empleo (medición y predicción del desempleo), el transporte (Uber, coches sin conductor) y la salud (secuenciación de ADN, detección temprana de enfermedades, localización de focos durante pandemias…).



El poder de decisión de las máquinas

Tras el debate público sobre la privacidad de los datos, Rodríguez cree que el siguiente "nivel de discusión" tratará sobre las decisiones que toman los algoritmos basándose en los datos. "Estas decisiones no siempre son obvias y pueden estar sesgadas, bien por el sesgo propio del programador, o el sesgo de los datos que se utilizan para entrenar a las máquinas si se omiten a ciertas poblaciones que se verán poco representadas, o por el sesgo derivado de la falta de confianza del usuario al no entender por qué un algoritmo ha tomado una determinada decisión, ya que los algoritmos son hoy muy opacos y difíciles de entender".



Esta conversación requiere discusiones éticas. "Por ejemplo, ¿qué hace el coche autónomo en caso de colisión inminente: proteger a sus ocupantes o al ciclista con el que está a punto de chocar?". Otro ejemplo práctico es el caso de COMPAS, una herramienta de inteligencia artificial diseñada para asistir a los jueces estadounidenses a la hora de dictar sentencias. "El algoritmo tiene en cuenta diferentes parámetros, desde el barrio en el que vive, el estado social de los familiares, si él o alguno de ellos ha estado condenado anteriormente… Basándose en toda esa información sugiere al juez la duración de la condena. Pero el problema no es la sugerencia, sino qué hace el juez con ella. Ya le cuesta tener confianza en sus propias decisiones como para saber si puede confiar en una máquina", explica el tecnólogo. "Es muy importante que tomemos algo de distancia y conciencia para entender qué papel jugamos los humanos en todo esto".



Otra de las mayores preocupaciones respecto a la evolución de la IA es la posible usurpación de puestos de trabajo por parte de las máquinas. En este sentido, Rodríguez señala que "la IA llevará a cabo aquellas tareas automáticas que pueda hacer mejor que un humano" [en su libro pone como ejemplo la detección de agujeros provocados por rayos en el fuselaje de los aviones, tarea en la que unos drones especializados ya son más eficientes que las personas], "pero existe en cada trabajo toda una capa de interpretación y comunicación de resultados y de viaje emocional que las máquinas no harán. Además surgirán nuevos trabajos que ahora ni imaginamos. Los miembros de mi generación queríamos ser maestros, médicos, ingenieros o periodistas. No imaginábamos que hoy existirían trabajos como app developer o community manager. Algo parecido pasará, pero nos moveremos en trabajos donde lo importante será la creatividad, la resolución de problemas y conflictos, el liderazgo y todo lo que requiera interacción humana. Probablemente será necesario un nuevo contrato social, igual que ocurrió durante la revolución industrial, cuando al principio nos parecía normal que trabajasen los menores, que no descansáramos los fines de semana y que no hubiese vacaciones. Todo eso cambió porque la sociedad se puso de acuerdo, y tendremos que tener este tipo de discusiones de nuevo".



El estudio de los macrodatos y de la inteligencia artificial es actualmente, según Rodríguez, "la profesión más sexy". El boom de los analistas de datos comenzó hace una década; ahora mismo, "la próxima ola es la de los ingenieros y científicos de la inteligencia artificial, los estamos fichando como a jugadores de fútbol en el mundo de la tecnología porque no hay suficientes", explica Rodríguez. "España está en el número 7 mundial en publicaciones científicas en este campo, animo a los jóvenes a entender mejor esta oportunidad, la inteligencia artificial va a estar en el centro de la discusión de todos los grandes temas a nivel mundial", vaticina el autor.



De las pantallas a las personas

"Desde que vi la primera página web, cuando estudiaba ingeniería de telecomunicaciones en 1995, tuve que reconvertirme porque me apasionaba el mundo de internet mucho más que el de los satélites". Así fue como Pablo Rodríguez cambió de rama y acabó trabajando en Silicon Valley para empresas que estaban ampliando y redefiniendo la world wide web. "Pero había algo que me faltaba, estaba demasiado cerca de la tecnología y demasiado lejos de las personas", reconoce. "Fue al volver a Europa cuando empecé a relacionarme más con médicos, personas creativas, a trabajar para hospitales y organizaciones como la ONU o Unicef, y empecé a ver que estamos en un momento tecnológico muy dulce y la oportunidad de resolver grandes retos gracias a estas herramientas".



Hoy Rodríguez dirige Telefónica Innovation Alpha, una filial de la compañía dedicada a la innovación a largo plazo, que pone el foco en resolver grandes retos sociales con ideas radicales y tecnología pionera (inteligencia artificial, robótica, Internet de las cosas, computación avanzada, sensores...). "Ahora estamos enfocados en dos grandes temas: llevar más energía a zonas que necesitan un acceso básico a la electricidad, algo que puede transformar una sociedad muy rápidamente; y el otro tiene que ver con la salud, fomentando el desarrollo de hábitos cotidianos saludables", explica Rodríguez.



@FDQuijano