Exposición Cerebro. Viaje al interior. Parque de las Ciencias de Granada. Foto: M. Rodríguez
"El rey murió y la reina murió es un recuento de hechos. El rey murió y entonces la reina murió de pena es una trama". Esta frase del escritor británico E. M. Forster, que también podría valer para apuntalar la vocación de cualquier estudiante de periodismo o aspirante a novelista, sirve al neurólogo Óscar Villaroya, de la Universidad Autónoma de Barcelona, para plantear en su libro Somos lo que nos contamos (Ariel) el impulso narrativo del ser humano a partir de los circuitos cerebrales. El relato, sí, está de moda porque de su verdad depende lo que somos y porque da sentido a nuestra existencia. Y el cerebro lo sabe. "Olas de manos, dudas en esquinas callejeras, alguien arroja una colilla al arroyo. Todo son historias", sentencia Virginia Woolf. Como el río de Heráclito, nuestro cerebro nunca es el mismo, su actividad lo transforma permanentemente. De modo que todo lo que hacemos, cada experiencia que vivimos, lo convierte en un órgano distinto. Nadie utiliza el 10% de su capacidad. La neurocientífica noruega Kaja Nordengen afirma en Tu supercerebro (Planeta) que se trata de un mito: "No es un disco rígido que ya está lleno cuando nacemos, siempre puedes aprender más cosas y mejorar cada vez más". "Es plástico", señala el neurólogo Álvaro Pascual-Leona en El cerebro que cura (Plataforma editorial). A los trabajos de divulgación científica como Oliver Sacks o Antonio Damasio -sin olvidar nombres de la ciencia española como los de Francisco Mora o Ignacio Morgado, que nos han acercado y nos acercan con rigor su funcionamiento- empiezan a sucederles en estos momentos estudios que conectan el cerebro con aspectos más psicológicos, morales e incluso sociales. ¿Cómo responde el cerebro a la ingente cantidad de mensajes que nos llegan a través de las redes? ¿Tiene la política los resortes necesarios para colocar sus mensajes en nuestro subconsciente? ¿Son las fake news más sofisticadas y obscenas de lo que parece? ¿qué entendemos por 'burbujas narrativas'? Es curioso observar cómo la mayoría de las novedades editoriales buscan en los textos literarios respuestas que parecen no encontrar en los más empíricos procesos de la neurología. "No hay nada más extraño que no pueda ser verdad, ni ningún relato tan improbable que no pueda ser contado. Narrar no es mentir, porque narrar es el puente que conduce a la verdad", se lee en Las mil y una noches. Dos autores se repiten en varios de los volúmenes que nos ocupan: Marcel Proust con En busca del tiempo perdido y Lewis Carroll con Alicia en el País de las Maravillas. Ambos, aunque de estilos distintos, nos descubren rincones ignotos de nuestro cerebro. Nordenguen recoge la sublime evocación de Proust en torno a su famosa magdalena: "Cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo (…), el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo". Pocas aproximaciones científicas podrán superar esta explicación de los lados oscuros y latentes que perviven en el laberinto de la memoria. La sofisticada genialidad del escritor francés, que no decae en una sola línea de su inmortal obra, queda recogida también en "El libro de la memoria" (Ariel), de Hilde e Ylva Ostby: "Todo lo que va tomando forma y consistencia sale de mi taza de té". Lewis Carroll da una surrealista vuelta de tuerca e indaga en la capacidad de recibir mensajes en el cerebro a través de la incredulidad de Alicia ante la Reina de Corazones: "No se puede creer en cosas imposibles", dice Alicia. A lo que contesta la Reina: "No tienes mucha práctica. Cuando yo tenía tu edad, le dedicaba media hora al día. A veces, antes de desayunar, ya me había creído hasta seis cosas imposibles". Y eso que en la época de Carroll (siglo XIX) no podía ni sospecharse el actual delirio de las redes sociales. Las apuestas editoriales son variadas. Todas juntas nos abren, como proclamarían los Doors y Huxley, las puertas de la percepción:Escáner cerebral, de Cielo y Tierra (Phaidon)
Somos lo que nos contamos. Ariel. Óscar Villarroya
Posiblemente la auténtica perla de la catarata de novedades sobre el cerebro. Bajo el subtítulo Cómo los relatos construyen el mundo que vivimos el profesor de la UAB realiza un riguroso e interesante análisis de cómo se construye un relato y cómo éste desemboca en una "burbuja narrativa". No faltan ejemplos como el de las brujas de Salem o el efecto Rashomon de Kurosawa. Esencial para comprender el actual espejismo de las fake news, que quedan definidas de la siguiente manera: "Un conjunto de relatos, muchos de ellos primordiales, puestos al servicio de la manipulación y el engaño. Se alimentan de las emociones más peligrosas, el miedo y la ira, promueven la creación de conocimientos partidistas y generan la polarización social más beligerante. Son un riesgo evidente para la convivencia democrática entre adversarios y están en el origen de decisiones que pueden llegar a ser irremediables".La mente de los justos. Deusto. Jonathan Haidt
Este psicólogo social estadounidense se pregunta por qué la política y la religión dividen "a la gente sensata". El volumen parte de los estudios de Durkheim y de la Teoría de la Evolución de Darwin para encontrar los resortes morales del ser humano y llevarlos, bajo la original metáfora del jinete y el elefante (razón y pasiones, respectivamente), al terreno del comportamiento y de la toma de decisiones. "Los juicios políticos y sociales dependen en gran medida de ráfagas intuitivas rápidas", señala. Así, para Haidt el pensamiento moral se parece más a un político que busca votos que a un científico que quiere encontrarse con la verdad. Con este volumen entenderemos por qué un partido progresista tendrá siempre más dificultades para conectar sus mensajes con los votantes que uno conservador. Éste último se dirige más directamente al elefante. Pues eso.El supercerebro. Planeta. Kaja Nordengen
Recorrido por las partes del cerebro, sus funciones y los mecanismos que las conectan. La investigadora noruega realiza un sencillo estudio más que accesible por el gran público en el que aclara, por ejemplo, que los hombres no se orientan mejor que las mujeres: "Por los resultados de las investigaciones podría llegar incluso a ser el caso contrario. Lo único que al parecer podemos extraer con seguridad de las investigaciones es que las mujeres y los hombres tienen distintas estrategias para orientarse". También hace referencia al conocido "cerebro de los taxistas": "Cuando los investigadores de la Universidad de Londres escanearon los cerebros de un grupo de taxistas y los de otro grupo de personas con la misma edad e igual coeficiente intelectual comprobaron que la parte posterior del hipocampo era considerablemente más grande en los taxistas". Y es que el hipocampo puede entrenarse. Nordengen termina con recomendaciones para promover la salud del cerebro.Red de células gliales en la corteza cerebral humana. Astrocitos interlaminares en amarillo, microglía en azul, núcleos celulares en rojo. Foto: Carlos Barcia