Se habla ahora de que estamos en el fin de un cliclo climático y que el calentamiento detectado, no ya solo por los termómetros, sino hoy ya también por cualquier persona, no es otra cosa que uno de los múltiples ciclos del clima que la Tierra ha experimentado a lo largo de su historia y que está terminando en estos días. Pues bien, lo que está terminando es uno de los ciclos solares de 11 años. Desde hace cinco, cuando hemos experimentado las mayores temperaturas de los últimos 120, la energía solar recibida ha sido menor que entre 2009 y 2014. El Sol va a empezar a lanzar más energía hacia la Tierra a partir de 2020 (y hasta 2026), lo que se superpondrá al efecto del CO2 y del metano emitido por los humanos y las tundras canadiense y siberiana. El planeta se encuentra desde hace unos tres millones de años, y sobre todo desde hace 500.000, en una de las etapas más frías de su historia, unos seis grados por debajo de su temperatura de hace 400 millones de años. En estos últimos 500.000 la Tierra ha experimentado cinco ciclos de glaciación-deglaciación, con un tiempo característico de unos 110.000 años.
En la situación geológica actual de los continentes, con el océano Atlántico colocado desde el Polo Sur al Polo Norte, abierto el estrecho de Drake, y cerrado el istmo de Panamá, el planeta responde muy bien a las variaciones de su eje de giro, como una peonza, que tienen escalas de tiempo de 41.000 y entre 22.000 y 26.000 años. Además, la órbita de la Tierra se hace más o menos elíptica con una escala de tiempo de unos 100.000 años. Estas variaciones, en combinación con la circulación oceánica y el metano retenido en los clatratos del talud continental han generado cinco ciclos de etapas frías que duran unos 100.000 años y etapas cálidas que duran unos 10.000 años.
La última glaciación terminó hace unos 10.000 años con un máximo de Temperatura Media Global (TMG) hace unos 8.000 años. Esta TMG estuvo descendiendo con altibajos desde entonces hasta 1880, bajando alrededor de 1.5 ºC. Desde esa década empezó a subir. Si existe un fin de ciclo es el fin de ciclo del periodo interglacial y, consecuentemente, la Tierra debería haber seguido enfriándose.
El cambio climático actual es muy rápido e intenso. Hemos quemado en 300 años combustibles fósiles que tardaron 30 millones de años en formarse
Un artículo reciente, de Raphael Neukom y otros, publicado en Nature el 24 de Julio de 2019 señala que no hay constancia de ningún cambio climático coherentemente global antes de 1880. El enfriamiento denominado Pequeña Edad del Hielo se experimentó en el siglo XV en el Pacífico central y oriental, en el siglo XVII en Europa y la parte suroriental de Norteamérica y a principios del siglo XIX en el resto de las regiones. En contraste, estos autores encuentran que el periodo más cálido de los últimos 2.000 años ha ocurrido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI, en el 98 % del globo. Esto proporciona una fuerte evidencia de que el calentamiento global no ha tenido precedentes en los últimos 2.000 años en términos de las temperaturas absolutas respecto a la coherencia espacio-temporal.
El cambio climático actual es global, y más rápido y más intenso que cualquiera de los cambios climáticos anteriores de la corteza de la Tierra. Y la razón de estas tres características es que estamos quemando, en 300 años, combustibles fósiles que tardaron 30 millones de años en formarse capturando la energía solar. Estamos quemándolos 100.000 veces más rápidamente de lo que plantas y animales tardaron en capturar esa energía. Estamos gastando en 17 horas la fortuna que la familia tardó 200 años en acumular. Vivimos en la gloria, evidentemente, pero vamos a la pobreza extrema, si no cambiamos nuestra forma de conseguir energía.
Un efecto y causa combinados de la aceleración actual del cambio climático es el deshielo de las tundras canadiense y siberiana y el deslizamiento hacia el mar de los glaciares de Groenlandia y de algunas partes de la Antártida. El proceso es no lineal, realimentado positivamente: El agua superficial de los mares se calienta en las zonas sin hielo, retiene el calor, ya que el hielo es muy buen aislante, en invierno, y funde más hielo en el verano siguiente. Esto mismo pasa en las tundras, de manera que el deshielo del norte lleva un ritmo muy rápido. Al no reflejar la luz del sol, aumenta mucho la temperatura de toda la región polar, en media con el resto de las regiones del planeta. La fusión de los hielos es mucho más rápida de lo que se pensaba diez años atrás. Para los aún escépticos del origen humano del calentamiento actual, piensen ustedes en el CO2 como en una manta de lana que envuelve la Tierra. El calor que escapa a través de esa manta queda retenido por otra puesta encima (y por otra y por otra…). Las mantas no dan calor. Retienen el que produce el cuerpo debajo de ellas. Cuanto más CO2 lancemos a la atmósfera más mantas pondremos sobre la Tierra.
La única forma de frenar el cambio climático es sustituir la energía procedente de combustibles fósiles por energía solar. España tiene un potencial enorme para la generación de energía solar, de los tres tipos, fotovoltaica, térmica y eólica. Es líder en la tecnología de la generación eléctrica térmica por concentración solar y en la investigación en celdas fotovoltaicas. Al revés de otros muchos gastos, la inversión en energía solar devuelve con creces el dinero invertido, y genera innumerables puestos de trabajo de calidad. Esperemos que en esta COP25 que se celebra en Madrid nuestros políticos se “pongan las pilas” cargadas con energía solar.