A ver si me he aclarado; paso ya del medio siglo, vivo en un piso, en el Madrid peninsular con mi mujer, aunque no estoy empadronado en dicha dirección ni figura en mi DNI, mis hijos están pasando la cuarentena a más de un kilómetro, mi madre y mis suegros también están más allá de las millas asignadas "de seguridad", tenemos un gato, pero creo que no cuenta como mascota "paseable", no tenemos bici ni muchas ganas de correr por las avenidas –con rebufo o sin él–. Ah, y aunque ya creo poder descartar la infección por SARS-CoV-2, no así algún trastorno gastrointestinal que, dicen los amables clínicos que me han atendido telefónicamente, tendrán que mirarme cuando pase la "primera ola", algo que no ayuda a mi tranquilidad.
Veamos, con todos estos datos, ¿alguien puede indicarme en qué fase, prefase o posfase me hallo? ¿Cuándo bajar a tomar mis 30 minutos diarios de sol necesarios para sintetizar la suficiente vitamina D como para mantener mi sistema inmunológico robusto? No, no contesten. Son preguntas retóricas sobre la realidad que nos está tocando vivir –impensable si nos lo cuentan hace escasamente medio año-. En realidad, el proceso, aunque cueste al principio asimilarlo, está muy bien definido y, seguramente, detrás de esos esquemas a varios colorines que desde Sanidad se están difundiendo, hay múltiples e intensas reuniones entre asesores científicos y administradores de la “cosa pública”. Nada que objetar; sobre todo, teniendo en cuenta que, como ha ocurrido en otros países, el proceso puede revertirse en cualquier momento, máxime si no cumplimos con nuestra parte como ciudadanos responsables y damos al traste con las medidas de seguridad fundamentales para evitar la diseminación del mal bicho de la Covi-19 algo, incumplir las normas de seguridad, que se saltaron algunos representantes del gobierno de la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid durante el cierre del hospital de campaña de Ifema. Si los responsables de hacer cumplir las normas son los primeros que se las saltan… mal vamos, aunque la foto de unidad política haya, o no, quedado divina.
La desescalada se produce, por cierto, mucho antes de saber cómo está nuestro país en cuanto a inmunizados, infectados, portadores –asintomáticos o no–. ¿Nos acercaremos a ese 15% -que ya sería un 20- de infectados que nos vaticinaron los algoritmos del estudio del Imperial College de Londres? Según algún que otro estudio preliminar, no oficial, no parece que sea el caso. No obstante, sí considero que hubiera sido más que conveniente haber tenido esos datos de prevalencia serológica, si no completos, sí como una primera aproximación, antes de "abrir los toriles", si me perdonan este, a todas luces, desafortunado símil taurino –actividad, la tauromaquia, que, como el fútbol, no están entre mis aficiones, digamos, favoritas-.
Sea como fuere, ahora que empezamos con esta nueva normalidad es importante, como ya he indicado, que nos concienciemos todos de nuestra responsabilidad en la desescalada para que dentro de unas semanas no tengamos que hacer cábalas para saber si lo que falló fue el mal uso –que no el uso, para mí importante- de las mascarillas al manipularlas indebidamente, haber sacado a nuestros pequeños a pasear o haberlo hecho nosotros mismos. Por cierto, la semana pasada ya avisé de lo irresponsable que me parecía, por parte de la Administración, dejar a la investigación, al resto de la investigación más allá del SARS-CoV-2, relegada a un mero puesto de comparsa prescindible hasta que "todo lo demás" haya vuelto a su cauce. Me alegró muchísimo ver y escuchar el comunicado en este mismo sentido que hizo en las redes uno de los oncólogos moleculares más importantes del mundo, Mariano Barbacid, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Mientras tanto, ¿qué novedades moleculares, celulares, clínicas o terapéuticas podemos destacar en torno a la pandemia?
Vayamos con un par de cuestiones, ¡cómo no!, polémicas. Basándose en un artículo aparecido hace ya un par de años en la revista The BMJ sobre el papel de la vitamina D como protectora de infecciones respiratorias, un comunicado de la Universidad de Turín especula acerca del papel inmunomodulador de los niveles óptimos de 25-OH vitamina D, una vitamina liposoluble que se sintetiza gracias a la luz solar y su poder ultravioleta cuyos niveles, como dije antes, podría haber bajado en nuestros organismos tras más de un mes de confinamiento. De hecho, no son pocos los países, no tan agraciados como nosotros en cuanto a horas de sol al año, que aconsejan ingerir regularmente cierta cantidad de esta vitamina vía oral.
Niveles óptimos –no hipo o hipervitaminosis- de esta molécula pueden mantener un sistema inmunológico engrasado frente a ciertas infecciones. De hecho, también se le presupone un papel protector frente al riesgo de desarrollar algunas enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, aunque, esta, es otra historia. Al parecer, pacientes hospitalizados por la Covid-19 en Italia tenían mayor prevalencia de hipovitaminosis D. La publicación, con muchas carencias metodológicas y científicas, se aventura a hacer un arriesgado paralelismo entre los niveles bajos de esta vitamina y la gravedad de los pacientes infectados. Mucho cuidado antes de lanzarnos al calcifediol o colecalciferol sin una clara indicación de nuestro facultativo. No debemos pasar por alto, entre otras cosas, que precisamente un exceso de celo inmunológico tras la infección es el causante de las principales complicaciones del SARS-CoV-2.
En este mismo nivel de resultados preliminares controvertidos habría que situar a la nicotina y su posible papel protector contra el coronavirus. Un estudio reciente llevado a cabo en el hospital La Pitié-Salpêtrière de París, junto a la publicación de finales de marzo aparecida en The New England Journal of Medicine, señala que el porcentaje de personas fumadoras infectadas por la Covid-19 era menor que el de la población general -12,6% frente a un 28%, respectivamente-. La nicotina, según el estudio, podría proteger frente al virus, atenuando, en los casos más graves, la reacción inmunitaria excesiva del organismo. Algo sorprendente si tenemos en cuenta que las afecciones pulmonares del tabaco pueden ser bastante serias. Según el neurobiólogo Jean-Pierre Changeux, la nicotina podría impedir la unión del virus a sus receptores celulares. Afortunadamente, médicos y científicos –incluso médicos científicos- llaman a la prudencia con resultados como estos para no romper la tendencia a la baja del tabaquismo en Europa, algo que sería catastrófico con o sin coronavirus. A ver si al final vamos a tener que recordar un viejo estudio que sugería que los fumadores padecían menos Alzheimer que los no fumadores. La conclusión fue "ligeramente" distinta: había menos fumadores entre los afectados por la terrible enfermedad neurodegenerativa por la simple razón que, estadísticamente, los fumadores no alcanzaban la edad de desarrollar la demencia. ¡Cuidado!, el tabaco mata. Si se demuestra que la nicotina tuviera algún poder antiviral, ya se aplicará con todas las garantías…
Es vital profundizar en el proceso pro-inflamatorio que subyace tras los casos más virulentos de ese pequeño, pero muy querido y doloroso, porcentaje de pacientes –nuestros queridos mayores-. En el otro extremo de la cuerda, también será de gran ayuda epidemiológica, virológica y clínica averiguar la relación de madre-feto durante una infección por SARS-CoV-2 y la menor sensibilidad de nuestros pequeños a la virulencia del virus. Muchos de los resultados han de comunicarse en un futuro muy próximo, que es como ahora se mide el tiempo dentro de esta vorágine casi esquizofrénica en la que se ha convertido la única nueva realidad mundial. Mientras tanto, no lo olvide, detener la pandemia es responsabilidad de todos.