Antes de subir con Neurociencia del cuerpo (Kairós) a la cima de los libros más vendidos —ecosistema donde prosperan sin piedad autoayudas y curanderos varios— Nazareth Castellanos (Madrid, 1977), física teórica y doctora en Neurociencia, ya ocupaba la cátedra extraordinaria de Mindfulness y Ciencias Cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid y ya había cruzado los puentes que conectan el cerebro con el resto de nuestro organismo en laboratorios del King’s College londinense y del Max Planck de Alemania.
Castellanos comienza el día leyendo los artículos científicos que sintonizan la actualidad con la línea de investigación que comenzó hace doce años, cuando los conceptos intuición y cerebro aún no habían firmado el armisticio. Su revolución fue conquistando una nueva forma de entender la psicología y el cuerpo humano, al tiempo que se enfrentaba a la divulgación con sencillez y sin miedo a los prejuicios. “Se ha convertido en otra pasión para mí”, señala.
Pregunta. De modo que los órganos “intuyen”...
Respuesta. Es sorprendente lo que está aportando la neurociencia más vanguardista. Reconocer que los órganos intuyen en el cerebro es hablar del estilo de vida y de medicina preventiva. Conocer cómo el intestino impacta en la capacidad de aprendizaje, por ejemplo, nos ayuda a ser más cautos con lo que comemos o cómo alimentamos a nuestros hijos. La idea de Neurociencia del cuerpo es invitar a conocer el propio cuerpo. Hay muchos años de estudio detrás de estas páginas y mucha ilusión al escribirlo. Creo que su éxito evidencia las ganas de una ciencia más humana.
“En el intestino habitan microorganismos que impactan en el sistema inmune. Se ha visto que su dinámica influye en los factores de crecimiento neuronal”
P. ¿Qué “fibra” ha tocado su libro?
R. Para mí se encuentra en una bifurcación; por una parte reconocemos la importancia y la impronta que nos deja la materia, el cuerpo. Dependemos de lo que suceda en el organismo. Pero también reconocemos la importancia de la mente sobre el propio cuerpo. Cuerpo y mente son distinguibles, pero inseparables.
P. ¿Diría que es el cuerpo el que modela el cerebro y no al revés?
R. Al revés también. Hasta ahora hemos pensado que el cerebro guía al cuerpo y que sabe lo que allí sucede. Pero no se reconocía protagonismo a las vísceras en la psicología. Hoy sabemos que el intestino intuye el estado de ánimo, que la respiración moldea la atención y que el corazón está implicado en la percepción. Intentar entender la psicología apoyándonos exclusivamente en el cerebro fue necesario pero incompleto. No se puede separar lo que está relacionado.
P. ¿Da respuesta la cultura occidental a esta relación?
R. Al principio yo renegué de la cultura occidental y me entusiasmé con la oriental para dar apoyo a esta nueva visión. Pero repasar la historia de la medicina griega me ayudó a ver que siempre hemos tenido una visión integral del cuerpo humano. Es una vuelta a nuestro origen.
P. ¿Le falta entonces a nuestra medicina conectar con la mente?
R. Le falta conectar con otras disciplinas, nos enriqueceríamos si conciliásemos saberes.
P. Bosque neuronal, jungla del organismo… ¿Desconocemos aún cómo interactúan las partes del cuerpo?
R. Falta muchísimo por conocer. Estamos en un momento fascinante. Se acaban de abrir muchas puertas en la investigación. Por ejemplo, se está estudiando la relación entre la flora bucal y la enfermedad de Alzheimer, algo impensable hace años. Necesitamos mentes abiertas en los laboratorios, las siguientes generaciones van a disfrutar y aportar muchos descubrimientos que ahora ni imaginamos. Animo a los estudiantes a acercarse a la investigación, y a las instituciones para apoyarlo.
P. Ha mencionado el intestino. ¿Cómo condiciona la salud del cerebro?
R. En el intestino habitan microorganismos que componen la microbiota que impactan en el sistema inmune y nervioso. Se ha visto que su dinámica influye en los factores de crecimiento neuronal. En el caso más concreto se han aportado evidencias sobre el deterioro emocional y social asociado a la comida basura.
P. Y llegamos a la respiración. ¿Maltratamos este proceso tan cotidiano y necesario?
R. Parece que sí, respiramos más por la boca que por la nariz y esto tiene consecuencias negativas en nuestra salud, incluida la mental. Al inspirar por la nariz, cuando estamos sentados por ejemplo, activamos estructuras neuronales que favorecen la memoria y la atención. Si exhalamos con algo más de detenimiento favorecemos la regulación emocional. Desde hace años impulso la educación en respiración en las escuelas, ¡yo lo hubiera agradecido mucho!
P. ¿Qué sentido nos conecta más con el cerebro?
R. El sentido de la interocepción, es decir, la información que llega desde las vísceras al cerebro. Es el sentido al que el cerebro le da más importancia. Después ya vienen los sentido de la exterocepción: la vista, el oído, el olfato, el tacto…
[Neurociencia: cerebro y percepción]
P. ¿Es el corazón la regla que mide el mundo (según “intuición” de Jean-Jacques Rousseau)?
R. A la luz de las últimas investigaciones, por cierto lideradas principalmente por la Universidad de París, podríamos decir que el corazón es una regla con la que se mide la percepción del mundo. Según estos estudios de neuroimagen, cada vez que se produce un latido cardiaco ciertas estructuras del cerebro responden. Esta sería la base de la percepción, una percepción siempre subjetiva. El corazón sería la regla con la que cada uno mide su mundo.
P. Cervantes, Hesse, Proust… en el libro cita a grandes autores. ¿Qué lugar ocupa la expresión literaria en la relación mente-cuerpo?
R. Para mí, siempre ha sido fundamental. Una única disciplina no puede entender la psicología humana. Cada uno ve lo que el otro no ve. La literatura hace volar la ciencia, la enriquece.
P. ¿Qué nos falta por descubrir en el laberinto cerebral para terminar de conectar mente y cerebro?
R. ¡Muchísimo, afortunadamente! Reconocer que no hemos hecho más que empezar es un gran paso.