Sello conmemorativo del científico alemán

José Manuel Sánchez Ron busca en la historia de la ciencia al científico total, y lo encuentra en la figura y la obra de Hermann von Helmholtz, médico y físico alemán inventor del oftalmoscopio que pasó a la historia por su versatilidad, por la dimensión interdisciplinar de su brillante carrera.

Para la gran mayoría de quienes comiencen a leer este artículo, el nombre de Hermann von Helmholtz (1821-1894) no les dirá nada. Sin embargo, muchos habrán tenido relación con una de sus aportaciones a la ciencia: el oftalmoscopio, instrumento que se utiliza para explorar las partes interiores del ojo, en particular su fondo, donde se encuentra la retina. Por supuesto, los oftalmoscopios que ahora se emplean, esos a los que tenemos que dirigir nuestra mirada cuando vamos al oftalmólogo, son más complejos y mejores que el ideado por Helmholtz en 1851, pero esto es algo que sucede con prácticamente todos los aparatos inventados (en su esencia, pero no en cuanto a materiales, la rueda, uno de los grandes inventos de la humanidad, es una de las pocas excepciones).



Pero aun siendo importante, no es por este logro por lo que quiero llamar la atención hacia Helmholtz, sino por su versatilidad, por la dimensión interdisciplinar de su carrera, que no tiene parangón en la historia de la ciencia contemporánea: llevó a cabo aportaciones centrales a la fisiología (incluyendo la acústica y óptica fisiológicas), a la física (termodinámica, electromagnetismo, hidrodinámica y óptica), a la matemática, la psicofísica, la teoría musical y la filosofía. Atraído por la física y las matemáticas desde joven, Helmholtz, que había nacido en Potsdam, decidió estudiar medicina en Berlín porque la situación económica de su familia no le permitía escoger una carrera que, en cuanto a posibilidades de trabajo, resultase arriesgada. Además, podía estudiar Medicina gratuitamente si se comprometía, después de terminar los estudios, a servir varios años como médico militar. Tras finalizar la carrera, ampliar sus conocimientos médicos y completar una tesis doctoral, fue destinado al hospital militar de Potsdam. Allí dispuso del tiempo libre necesario para realizar investigaciones en una rama de la medicina que, aunque no era nueva, no se había desarrollado hasta entonces lo suficiente (porque las ciencias en las que se basaba aún no lo permitían): la fisiología, una de cuyas metas es estudiar los procesos físico-químicos que tienen lugar en los vivos. Recordemos que hasta comienzos del siglo XIX dominaba la creencia - denominada vitalismo- de que la vida no se podía reducir a procesos físico-químicos, sino que existía una "fuerza vital" inherente a la vida. "Todavía a comienzos de este siglo", señaló el propio Helmholtz, "los fisiólogos creían que era el principio vital el que producía los procesos de la vida, y que se rebajaba la dignidad y naturaleza de ésta si alguien expresaba la creencia de que la sangre era conducida a través de las arterias por la acción mecánica del corazón, o que la respiración tenía lugar siguiendo las leyes habituales de la difusión de los gases".



En Potsdam, Helmholtz estudió la producción de calor durante la contracción muscular y otros fenómenos parecidos. Cuantificando sus observaciones fisiológicas y considerando también las transformaciones que se producen en todo tipo de fenómenos, tanto fisicoquímicos como orgánicos, llegó a uno de los logros científicos decimonónicos más importantes: la formulación general del principio de conservación de la energía, uno de los pilares de la termodinámica, principio que presentó en una célebre memoria de 1847, titulada Sobre la conservación de la fuerza.



La termodinámica, recordaré, es la rama de la física que se ocupa de los intercambios de energía, y he aquí que su primer principio -el de la conservación de la energía- lo formuló en su versión más general un médico, y no un físico, algo que muestra lo beneficioso que para la ciencia son los enfoques interdisciplinares.



Con la ayuda del científico y explorador Alexander von Humboldt, Helmholtz pudo abandonar el ejército prusiano en 1848 y aceptar una oferta para enseñar Anatomía en la Academia de Bellas Artes de Berlín. El año siguiente se convirtió en profesor de Fisiología en la Universidad de Königsberg. Allí, en la ciudad que Kant jamás abandonó, mostró otra de las virtudes de la interdisciplinariedad: preparando una de sus clases se dio cuenta de que las sencillas leyes de la óptica geométrica permitían construir un instrumento de inmenso potencial para la comunidad médica: el oftalmoscopio. En diciembre de 1850, Helmholtz escribió a su padre expresando su sorpresa porque nadie antes que él hubiese dado con la idea de ese instrumento: "Durante mis clases sobre la fisiología de los órganos sensoriales he realizado un invento que podría ser de extraordinaria utilidad en oftalmología. De hecho, este invento es tan obvio que no necesita saber de óptica más de la que aprendí en el Instituto. Me parece ahora ridículo que otros, o yo mismo, hayamos sido tan obtusos como para no haber pensado en él antes. Es una combinación de lentes con la que es posible iluminar el fondo oscuro del ojo a través de la pupila, sin emplear una luz cegadora, y al mismo tiempo ver detalles de la retina con mucha mayor precisión de la que permite observar los rasgos externos del ojo, y sin necesidad de amplificación, ya que las partes transparentes del ojo actúan como una lupa de 20 aumentos. Se pueden ver los vasos sanguíneos más delicados, las ramas de las arterias y venas, la entrada del nervio óptico en el ojo, etc". Fue, como él mismo señaló, "el primer hombre en contemplar claramente una retina humana en un ser vivo".



En 1855, aceptó una cátedra de Anatomía y Fisiología en la Universidad de Bonn y en 1858 una de Fisiología en Heidelberg. Y en 1871 se reconocían públicamente las contribuciones que había realizado a la física, con una cátedra de Física en la Universidad de Berlín, un hecho ciertamente insólito. Finalmente, en 1888 fue nombrado presidente del recién creado Instituto Imperial de Física Técnica, ubicado en Charlottenburg (Berlín), el primer Laboratorio Nacional de toda la historia, que tenía como fin llevar a cabo investigaciones físicas de relevancia para la industria, pero que estuviesen alejadas de los intereses de los grupos de investigación universitarios.



Como apunté antes, el enfoque interdisciplinar de Helmholtz no se detuvo en las materias que tradicionalmente clasificamos como "ciencias básicas", abarcando también otras, como la música. Ahí está su tratado mayúsculo Sobre las sensaciones de tono, como una base fisiológica para la teoría de la música (1863). Fue, en suma, un hombre al que nada de la ciencia le fue ajeno. Si alguno de ustedes, queridos lectores, viaja a Berlín, probablemente no dejará de visitar la Puerta de Brandeburgo, que separa una espléndida avenida de nombre Unter den Linden del gran parque berlinés, el Tiergarten. Y que se dirija luego hacia el Museo Pergamon, en la Isla de los Museos, para lo cual seguirá por Unter den Linden. Pues bien, poco antes de que tenga que desviarse de esa avenida, encontrará, a su izquierda, la universidad más antigua de Berlín, fundada en 1810 y bautizada en 1828 con el nombre de Friedrich-Wilhelms-Universität, en honor del rey de Prusia, pero que en 1949 recibió el nombre de su fundador, el educador Wilhelm von Humboldt. Deténgase delante de ella y verá tres estatuas. Las de los extremos corresponden a los hermanos von Humboldt, Wilhelm y Alexander. La central a Helmholtz. Un justo tributo a este no demasiado conocido gigante de la ciencia.