Sheldon Cooper (Jim Parsons) en The Big Bang Theory

Sánchez Ron dedica su artículo semanal a The Big Bang Theory, la serie televisiva donde los personajes, encabezados por el excéntrico Sheldon Cooper, sobresalen en sus investigaciones pero lo que realmente les apasiona son los juegos de mesa, los cómics y la tecnología más reciente.

Hace no demasiado tiempo tuve una cura de humildad. Fui a una de las bibliotecas de mi universidad a sacar prestado un libro. Y cuando la persona que me atendió para registrar el préstamo buscó mis datos, al encontrarlos noté una expresión de interés en su cara. Antes de que dijera nada, pensé: "Habrá leído alguno de mis libros, y se alegrará de conocerme en persona". ¡Vanitas vanitatis! No, lo que había visto era el departamento del que formo parte. "¡Es usted del Departamento de Física Teórica!", me dijo. "¡Como Sheldon, en la serie The Big Bang Theory!". Vanidad de vanidades, sí. Pero no me importó, porque yo también soy un buen aficionado a esa serie de televisión.



Recuerdo ahora esta anécdota porque uno de los artículos del número de enero de la revista Physics Today, órgano del poderoso American Institute of Physics, está dedicado a "La imagen de los científicos en The Big Bang Theory". La lectura de este artículo me ha animado a tratar de esta magnífica y divertida serie, cuyos personajes iniciales eran cuatro científicos -Sheldon Cooper, físico teórico, Leonard Hofstadter, físico experimental (los dos trabajan en el muy prestigioso California Institute of Technology de Pasadena), Raj Ramayan Koothrappali, astrofísico hindú, y Howard Wolowitz, ingeniero mecánico-, más Penny, aspirante a actriz que trabaja como camarera. Luego fueron incorporándose otros personajes, entre los que destacan dos científicas: Bernardette Rostenkowski, microbióloga (que también fue camarera) y Amy Fowler, neurobióloga.



En más de un sentido, The Big Bang Theory es una muestra del espíritu del tiempo en que vivimos. En el pasado, lo habitual era presentar a los científicos como seres ajenos a las preocupaciones del común de los mortales, aislados en sus torres de marfil, cuando no locos peligrosos (recuérdese al doctor Frankenstein). Tampoco ha sido raro asociar el genio científico a enfermedades o a persecuciones sociales, es decir, a situaciones trágicas, como ejemplifican algunas películas recientes. Tal es el caso de Una mente maravillosa (2001), en la que el protagonista es el matemático John Nash, que vio interrumpida durante años su carrera científica a causa de una esquizofrenia paranoide, de la que consiguió recuperarse después de sufrir algunos tratamientos terribles (por sus trabajos en teoría de juegos no cooperativos, realizados antes de que su enfermedad se manifestase, recibió el Premio Nobel de Economía en 1994). De igual manera, en La teoría del todo (2014) se narra la vida de Stephen Hawking, prestando especial atención a cómo le fue afectando el mal que padece, la esclerosis lateral amiotrófica, y The imitation game (2014) se centra en el matemático inglés Alan Turing y en los trabajos que llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial para descifrar los códigos secretos alemanes, pero sin olvidar su trágico final: se suicidó en 1954, dos años después de ser condenado por actos homosexuales y optar, para evitar la cárcel, por someterse a castración química mediante un tratamiento hormonal.



Frente a presentaciones de este tipo, y con los científicos siendo casi siempre hombres, los personajes The Big Bang Theory son diferentes. Con la excepción de Penny - que en las dos últimas temporadas va demostrando que también ella puede salir adelante en una profesión-, los protagonistas han obtenido una magnífica educación en centros de excelencia. Y todos son doctores, excepto Wolowitz, quien "sólo" posee un máster, detalle que es utilizado por sus amigos para mortificarlo, pese a haber llegado a viajar a la Estación Espacial Internacional. En lugar de la seriedad o de las tragedias asociadas en el pasado a la imagen del científico, el término más apropiado para caracterizar a los cuatro científicos varones de esta serie es el de frikis. Sobresalen en sus investigaciones, sí, pero lo que les apasiona son los juegos de mesa, los comics, las tecnologías más recientes y poseer recuerdos de sus películas favoritas, de Star Trek, por ejemplo.



Un rasgo particularmente interesante de la serie se encuentra en las muy diferentes personalidades de los protagonistas. Comparten aficiones y amor por la ciencia, pero cada uno es un mundo en sí mismo. Leonard es sociable y sensible, pero inseguro, Raj busca desesperadamente una novia, pero al principio sólo logra hablar delante de una mujer si está bebido, Wolowitz sufre de su dominante madre judía (que nunca aparece, únicamente oímos su chillona voz), Amy puede ser tan racional como Sheldon, pero no es ajena al mundo real: ansía tener relaciones más "íntimas" con él. Bernardette y Penny son las más "normales". La primera, que se casa con Wolowitz, logra tras su doctorado un empleo en el que gana más dinero que su marido, algo que éste no siempre recibe con satisfacción, y Penny, novia de Leonard, que no sabe nada de ciencia, sirve como un magnífico contrapunto a todos esos científicos.



Entre tanta rareza, o extravagancia, sobresale Sheldon, el físico teórico, niño superdotado, que tiene dos doctorados y cuyo campo de investigación es el de la teoría de cuerdas (que busca unificar las cuatro fuerzas que se han identificado en la naturaleza, reduciendo los elementos básicos de la materia a vibraciones de sofisticadas cuerdas). Extremadamente seguro de sí mismo, desprecia a los físicos experimentales, como es Leonard, su compañero de apartamento. Es ilustrativo el intercambio entre ambos que tiene lugar en el episodio piloto. Leonard se burla de Sheldon por el elevado número de dimensiones que es preciso postular en la teoría de cuerdas: "Al menos", dice, "yo no he tenido que inventar 26 dimensiones sólo para que aparezcan las matemáticas". A lo que Sheldon responde: "Yo no las inventé. Están ahí". "¿En qué universo?", pregunta con sorna Leonard: "En todos. Ese el punto", exclama entonces Sheldon, aludiendo a la teoría de que nuestro universo no es el único existente. Ambos personajes son estereotipos, por supuesto, pero como todos los estereotipos, poseen algún grado de realidad: no pocos físicos teóricos se han sentido, o se sienten, "superiores" a los experimentales.



En Sheldon también aparece un rasgo que encontramos, con diferencias de grado, en protagonistas de otras series de éxito: en la antropóloga forense Temperance Brennan, de Bones, y en la inspectora Saga Norén, de El puente. Bron. Los tres viven en un mundo dominado por una racionalidad extrema, un mundo en el que penetran con dificultad los sentimientos. Hay quien piensa que padecen el síndrome de Asperger, yo no lo creo, pero lo que es cierto es que muestran algunas de las características de quienes lo sufren: un fuerte egocentrismo, casi imposibilidad de apreciar los puntos de vista de los demás, y gran dificultad para mostrar el interés que pueden sentir por otros.



The Big Bang Theory es, en resumen, fiel a la ciencia (cuenta con asesores que cuidan que los detalles científicos sean ciertos), pero para mí su verdadera atracción reside en sus personajes, en el plural microcosmos sociológico que nos muestra. Es como la vida misma.