Image: Ciencia en el arte

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Entre dos aguas por José Manuel Sánchez Ron

Ciencia en el arte

20 octubre, 2017 02:00

Homenaje a Parménides (1982) de Gustavo Torner

Partiendo de la exposición de Gustavo Torner en la Calcografía Nacional en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Sánchez Ron busca las señales de la ciencia en el arte. Rembrandt, Dalí o Vermeer son algunos de los artistas que se han inspirado en motivos científicos para sus trabajos.

A veces pienso que soy como un detective que busca en todos los rincones pistas de aquello que le ocupa. Un detective que lo que pretende no es resolver un caso, encontrar un culpable o sustanciar una defensa, sino establecer un mapa -un mapa universal- que muestre la ubicua presencia de "su caso". Y como lo que me ocupa es la ciencia, no me limito a tratar de entender su historia, su presente o, ay, atrevimiento mayúsculo, su futuro, sino también a encontrar rastros de ella en todo tipo de actividades: literatura, política, derecho, historia, filosofía, economía, música y, ¿cómo podría olvidarlo?, el arte pictórico. La presencia de detalles científicos en la pintura (óleos, frescos, serigrafías, etc.) es amplísima. La delicadeza de El astrónomo (circa 1668) de Vermeer me viene inmediatamente a la mente, lo mismo que La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp (1632) de Rembrandt, o los cuadros que Dalí dedicó al ADN o a los relojes blandos, una buena metáfora de cómo varía la medida del tiempo según la Teoría de la Relatividad General.

Muy conocido es el óleo de Jacopo de Barbari, Luca Pacioli (1495), en el que se representa a ese monje franciscano señalando a una figura geométrica dibujada en una pizarra, en cuyo borde está escrito el nombre de Euclides; y suspendida del techo, a la izquierda del lienzo, se muestra uno de los sólidos semirregulares de Arquímedes, el rombicuboctaedro, compuesto de ocho triángulos y dieciocho caras cuadradas, mientras que a la derecha se encuentra un dodecaedro, uno de los "sólidos platónicos". En el famoso fresco de Rafael que se halla en el Museo Vaticano, La Escuela de Atenas (1508-1511) aparecen, entre otros filósofos-científicos, Pitágoras, Ptolomeo y Euclides o Arquímedes (no hay acuerdo sobre quién es). Si se mira con detenimiento, se observa que al lado de Pitágoras hay una pizarra en la que está dibujada una lira de cuatro cuerdas, encima de la cual aparece, escrita en griego, la palabra "tono", y que sobre cada cuerda aparecen unos números romanos que dan los intervalos musicales octava, quinta, cuarta; que Euclides-Arquímedes está dibujando dos triángulos equiláteros, y que Ptolomeo, astrónomo y geógrafo, sostiene un globo terráqueo, mientras que a su lado, quien podría ser Zoroastro o Estrabón tiene una esfera celeste. Más modesto en su contenido científico es el fresco que Sandro Boticelli compuso en 1480 en la iglesia de Ognissanti de Florencia, San Agustín en su estudio, que muestra, en la parte superior izquierda, una esfera armilar geocéntrica, manifestación del dominio que por entonces ejercía el sistema aristotélico-ptolemaico (la Tierra en el centro del Universo), mientras que en el ángulo superior derecho se ve un tratado de geometría, en el que se observan algunas figuras geométricas.

El denominador común de los ejemplos anteriores (excluyendo al surrealista Dalí) es lo que podría denominarse "representación realista". Los elementos científicos se reconocen inmediatamente, un telescopio es un telescopio, un dodecaedro es un dodecaedro, etc. Pero el arte pictórico no se limita al realismo, de manera que cabe preguntarse si otros estilos -en particular, el abstracto- acogen también a la ciencia. Es esta una pregunta que se me ha vuelto a hacer presente con fuerza tras visitar la magnífica exposición dedicada a la obra gráfica del pintor y escultor abstracto Gustavo Torner que, con ocasión del Premio Nacional de Arte Gráfico que se le otorgó en 2016, ha organizado la Calcografía Nacional en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid (hasta el 26 de noviembre). Contemplando el más de centenar de obras expuestas allí, encontré títulos que muestran que, de alguna forma, la ciencia las ha "inspirado" (inspiración es, lo sé, una palabra oscura donde las haya): A Luca Pacioli. Destrucción de formas por la luz, Summer waves, Homenaje a Parménides o Líquido fuego, I y II.

Y si repasamos el catálogo de este gran artista conquense, y dejando al lado (por hoy) su maravillosa serie de 40 collages Vesalio. El cielo, las geometrías y el mar, encontramos obras como los Homenajes a Newton, Oppenheimer, Edison, Galileo o Pitágoras, a quien también dedicó una escultura, La sombra de Pitágoras (La rectitud de las cosas). Salvo, si acaso, en el Homenaje a Galileo, donde una plomada recuerda el péndulo con el que sabio pisano consiguió llegar a la ley de la caída de los graves, lo representado no es un objeto, lo que domina son formas, colores, líneas. Y sin embargo, si los títulos significan algo habrá que concluir que la sensibilidad y forma de entender la naturaleza de Torner y, acaso en general, de artistas abstractos como él, llevan asociadas imágenes diferentes de la realidad. Un atisbo de lo que Torner entiende por realidad se halla en una lección magistral que pronunció en la Universidad de Castilla-La Mancha en 1986: "Debemos ser justos y aceptar que si no fuera por la ciencia tampoco podríamos tener otras vivencias: ¿Cómo aceptar hoy día lo que se llama arte realista, aceptarlo como reflejo de la realidad, cuando sabemos por la ciencia que la realidad, y esto nos afecta mucho, va desde las partículas atómicas a las galaxias y nos encontramos alabando ingenuamente lo bien que está pintada la arruga del pantalón?".

Formas, líneas y colores decía antes, y enseguida viene a la mente la obra del pintor abstracto holandés Piet Mondrian, quien en su búsqueda de los aspectos universales de las formas, desarrolló imágenes - compuestas por líneas rectas y colores mínimos- completamente desprovistas de intención representacional, creando un nuevo lenguaje artístico. Y, en cuanto al color, no es posible olvidar al expresionista abstracto Mark Rothko, que terminó eliminando de sus representaciones cualquier aspecto que pudiera ser reconocible, centrándose en formas coloreadas que interaccionan entre sí. Como ha explicado el Premio Nobel de Medicina Eric Kandel en un libro reciente, Reductionism in Art and Brain Science (Columbia University Press, 2016): "Rothko argumentó que solamente llevando más lejos los límites de color, abstracción y reducción, puede el artista crear una imagen que nos libera de las asociaciones convencionales con el color y la forma, permitiendo así que nuestro cerebro forme nuevas ideas, asociaciones y relaciones, y nuevas respuestas emocionales a ellos". Es decir, que existe todo un universo neuro-cerebral detrás de, al menos, algunas manifestaciones del arte abstracto. Y no he mencionado al cubismo, que al igual que la relatividad einsteiniana busca poner en pie de igualdad las percepciones de observadores situados en planos (sistemas de referencia) diferentes.

Hay, por consiguiente, mucha ciencia en el arte... y también mucho arte en la ciencia. Pero este es otro tema.