Image: ¿En qué piensan los pulpos?

Image: ¿En qué piensan los pulpos?

Entre dos aguas por José Manuel Sánchez Ron

¿En qué piensan los pulpos?

2 febrero, 2018 01:00

Imagen de un Octopus Tetricus, el pulpo 'sombrío'. Del libro Otras mentes

El libro de Peter Godfrey-Smith Otras mentes da pie a José Manuel Sánchez Ron para reflexionar sobre la capacidad de pensamiento de los animales. En concreto, los pulpos, que, destaca, tienen en su cuerpo 500 millones de neuronas. "La evolución tiene sorpresas y peculiaridades", dice.

No soporto ver en un zoológico a seres imponentes, maravillosos "productos" de largos y alambicados procesos evolutivos, encerrados, recorriendo una y otra vez los mismos y limitados caminos - aunque desde hace bastante los zoológicos no sean aquellos terribles y vergonzosos antros que existían en mi infancia (la Casa de Fieras del parque madrileño de El Retiro era uno de ellos; ¿cómo pude, ay, gozar yendo allí?)-. Cuando miro a un perro, o a muchos otros animales, y ellos me miran a mí -y lo pueden hacer fijamente-, a veces me pregunto: ¿qué estará pensando?, ¿qué significa pensar para este animal? Porque no dudo de que, de una forma u otra, seres como perros, gatos, leones, elefantes, osos, chimpancés, caballos, cabras y un largo etcétera (entre los que por supuesto se hallan delfines, loros o cuervos), provistos de un sistema nervioso altamente desarrollado, de cerebros, "piensan", aunque pensar y sentir sean en sus casos, acaso, conceptos difícilmente distinguibles.

Adviértase que todos los ejemplos que acabo de poner pertenecen a un, en realidad pequeño, grupo de seres, los vertebrados (animales con espina dorsal o columna vertebral), clase de la que también forman parte aves, peces, reptiles y anfibios. En muchos casos, además, se trata de animales con los que los humanos estamos, genética y evolutivamente, emparentados. Son, por decirlo de alguna manera, parientes cercanos nuestros, circunstancia que hace que podamos acercarnos mejor a comprender sus sistemas cognitivos. Ahora bien, ¿qué pasa con especies que nos son más lejanas como, por ejemplo, los pulpos, invertebrados miembros del grupo de los cefalópodos? Se trata, efectivamente, de un pariente nuestro muy lejano: si buscásemos un antepasado común a los grupos de los que forman parte humanos y pulpos, tendríamos que remontarnos a unos 600 millones de años.

Confieso que no habría pensado en los pulpos si no fuese por un espléndido libro que acaba de publicarse en castellano, Otras mentes (Taurus), de Peter Godfrey-Smith, un australiano que combina sus intereses en filosofía e historia, materias que imparte en la Universidad de Sidney y en la City University de Nueva York, con el submarinismo, práctica sin la cual no habría podido escribir esta obra, que para sí quisieran haber producido muchos biólogos. De entrada, tenemos que los pulpos son un tipo de moluscos, uno de los grandes troncos (filos) del reino animal, que incluye a almejas, ostras y caracoles. Puede parecer extraño que los pulpos, que carecen de conchas, sean moluscos, pero la evolución de las especies tiene estas cosas, estos meandros, estas peculiaridades y sorpresas: parece que con anterioridad a la era de los dinosaurios -que aparecieron hace unos 230 millones de años- algunos cefalópodos empezaron a abandonar sus conchas, lo que les permitió más libertad de movimientos, pero también les hizo ser más vulnerables, lo que, a su vez, pudo impulsar el desarrollo de sus "mentes": pocas cosas estimulan más a la hora de buscar soluciones, de innovar, que el peligro. Y que los pulpos piensan, que tienen "mentes", es algo que demuestra con claridad Godfrey-Smith.

Un pulpo común tiene en su cuerpo 500 millones de neuronas, no muchas menos que las que tiene un perro (los humanos tenemos alrededor de 100.000 millones). Sin embargo, la distribución de estas neuronas no se parece en nada a la nuestra: la mayoría de sus neuronas no se encuentran en su cerebro, sino en sus brazos. Otra diferencia notable entre pulpos y humanos es que aquellos tienen tres corazones -sí, tres- y no uno como nosotros, una diferencia fisiológica que implica importantes diferencias vitales.

Seguir las descripciones y explicaciones que se dan en este libro constituye un ejercicio fascinante, uno que nos plantea cuestiones fundamentales. Si los pulpos poseen algún tipo de "inteligencia", sistemas nervioso y neuronal elaborados, aunque sean diferentes a los nuestros, de alguna manera el lejano (600 millones de años) antepasado común debía tener algún sistema nervioso, por muy primitivo que fuera. El que la "geografía interna" neuronal, y por consiguiente la configuración cerebral, terminase siendo muy diferente entre mamíferos y cefalópodos, no es sino una muestra más de que no hay nada predeterminado en la evolución de las especies. Aun así, y para complicar más todo -o si se prefiere, para dar mayor riqueza a la historia de la evolución de las especies- resulta que en algún caso sí sucedió que caminos diferentes condujesen a resultados muy parecidos. Ocurrió con los ojos: se supone que ese antepasado común al que me estoy refiriendo tenía simplemente unas "manchas oculares", por denominarlas de alguna forma, pero, a pesar de sus muy diferentes historias y escenarios en los que evolucionaron, vertebrados y cefalópodos, humanos y pulpos entre ellos, desarrollaron, independientemente, ojos "de cámara", con una lente que enfoca una imagen sobre una retina.

Hubo un tiempo en el que yo pensaba que la única manera de que un posible Mefistófeles podría tentarme como al Fausto de Goethe, sería ofrecerme hacer que pasara por mis ojos y por mi entendimiento, como si fuese una película a cámara acelerada, toda la historia del Universo. Hoy ya no pienso lo mismo, salvo en lo que se refiere a que me explicasen -si es que lo pudiera entender (creo que nuestros poderosos, pero también limitados, cerebros nunca nos permitirán encontrar respuesta a semejante pregunta)- cómo es que existe el Universo, pero entiendo que semejante explicación valdría mucho más que cualquier trato con un humano. La oferta que me tentaría ahora sería ser testigo de otra "película", en principio más humilde, la de la historia de la vida, una historia con muchísimas más variantes, creo, que la del Universo, por rica que ésta sea, que lo es. Libros como Otras mentes, historias como las de los pulpos, demuestran que es así.