Acabo de enterarme de que la astrónoma Nancy Grace Roman, conocida como ‘La madre del Hubble', por el Telescopio Espacial, falleció el 25 de diciembre. Tenía 93 años. No recuerdo, y no tengo ahora a mano el libro para comprobarlo, si la doctora Roman aparecía en un magnífico libro que leí hace muchos años, The Space Telescope. A Study of NASA, Science, Technology and Politics (Cambridge University Press, 1989), del historiador de la ciencia Robert W. Smith. Estoy razonablemente seguro (Smith es un historiador excelente), que aparecería nombrada, pero para mí lo más importante -¿significativo?- es que no debí detenerme lo suficiente en esta astrónoma como para recordar su nombre. Si ahora lo he hecho en la noticia de su fallecimiento es - si se sorprenden e, incluso, se irritan un poco, no les culpo- porque su nombre me es conocido desde que hace algún tiempo compré el conjunto de LEGO, Women of NASA (Mujeres de la NASA). Se lo regalé a mi mujer, física como yo, pero aún no lo ha montado, ni siquiera lo ha abierto. Creo que lo hará cuando nuestra nieta tenga la edad suficiente. Tal vez eso la ayude, junto al ejemplo de otras mujeres de su familia, si no a convertirse algún día en científica -no todo el mundo tiene por qué serlo, es obvio-, sí a valorar y respetar la ciencia, algo que sí debería hacer todo el mundo. Y también, claro está, a desdeñar a quienes -todavía los hay y los habrá- sostienen que las mujeres son menos capaces en ciencia y tecnología.
Como jefa de Astronomía de la Oficina de Ciencia Espacial de la NASA, un departamento que ella inauguró, Nancy Roman supervisó los comienzos y el desarrollo del Telescopio Espacial Hubble, esa joya de la tecnología que tanto ha aportado a la ciencia astronómica a lo largo de ya casi 30 años; aportaciones que abarcan desde el descubrimiento de numerosos exoplanetas hasta agujeros negros supermasivos, pasando por estrellas en formación o a punto de llegar a su estado terminal, como la que se vislumbra (no se puede apreciar bien al estar rodeada de un denso disco de polvo y gas) en una imagen que una cámara, instalada en el Hubble durante el último servicio del Transbordador Espacial, tomó en 2009 en la Butterfly Nebula (la Nebulosa Mariposa), técnicamente conocida como NGC 6302, situada a algo menos de 4.000 años-luz de la Tierra, en la constelación del Escorpión (Scorpius). Las dos “alas” de la “mariposa” -que alcanza la gigantesca anchura de 3 años-luz- son emisiones de la moribunda estrella. Puede incluso -todavía no hay consenso en este punto- que el Hubble haya sido el primero en detectar una exoluna, Kepler-1625b I: las observaciones, publicadas en octubre de 2018, sugieren que el planeta “madre” debe de tener varias veces la masa de Júpiter, mientras que el propio Kepler tiene un tamaño y masa similar al de Neptuno.
Al tomar posesión de su cargo como jefa de Astronomía, Roman sabía que las tareas que debería acometer le apartarían de la primera línea de la investigación astronómica: “Sabía”, declaró durante una entrevista, “que tomar esa responsabilidad significaría que ya no podría hacer investigación, pero asumir el reto de formular un programa desde cero que creía influiría en la Astronomía durante décadas era demasiado grande como para resistirlo”. Roman se había doctorado en Astronomía por la Universidad de Chicago, de la que dependía el célebre Observatorio de Yerkes, en el que ella trabajó seis años, durante los cuales descubrió (1953) que el espectro emitido por la estrella AG Draconis había cambiado totalmente desde observaciones anteriores, un hecho con profundas implicaciones y que le ayudó a progresar en su carrera como astrofísica (antes de ingresar en la NASA había trabajado como jefa de la sección de Espectroscopía de Microondas del Laboratorio de Investigación Naval).
Roman se dedicó incansablemente a lo que es una de las tareas que menos agradan a los científicos, como es el obtener los fondos necesarios -en este caso, del Congreso de Estados Unidos- para desarrollar un proyecto costoso. Tuvo éxito: el 25 de abril de 1990, once años después de que ella se jubilase, y con un coste de 1.500 millones de dólares, el Hubble fue puesto en órbita. Fue el primer telescopio óptico que operó en el espacio, librándose de esa barrera que dificulta las observaciones astronómicas terrestres que es la atmósfera, con sus nubes, lluvias y poluciones varias.
Pero el legado de Nancy Roman no se limita al Hubble, también fue importante su contribución para conseguir que se construyese el Cosmic Bakground Explorer (COBE), con el que se detectaron en el fondo de radiación de microondas, la huella fósil del Big Bang, las “arrugas” de las que brotaron las primeras condensaciones estelares. Fue la primera mujer en acceder a un puesto ejecutivo de la NASA. Sabía, porque lo experimentó durante su carrera, las dificultades que las mujeres encontraban en la ciencia, actividad dominada entonces, prácticamente, de manera completa por los hombres. Pero insistió, luchó, triunfó y fue una gran defensora del papel de las mujeres en la ciencia, así como de ésta en general: emocionó verla participar, ayudada por un andador, en la Marcha por la Ciencia celebrada en Washington D. C. el 22 de abril de 2017.
Por supuesto, es obligado recordar a las otras ‘Mujeres de la NASA' que también aparecen junto a Nancy Roman en el conjunto de LEGO.
Margaret Hamilton (n. 1936), matemática, experta en computación e ingeniería de sistemas, que dirigió el equipo que desarrolló el software de navegación para el interior de las naves del Programa Espacial Apolo; años más tarde fundó la compañía Hamilton Technologies, Inc. El 22 de noviembre de 2016, el presidente Obama reconoció su trabajo en la NASA entregándole la Medalla Presidencial de la Libertad. Sally Kristen Ride (1951-2012), física, que el 18 de junio de 1983 se convirtió en la primera mujer estadounidense en alcanzar el espacio como parte de la tripulación del transbordador espacial Challenger, en una misión en la que, por primera vez, se utilizó un brazo robot -que ella había ayudado a desarrollar- para recuperar un satélite. Y Mae Jemison (n. 1956), ingeniera y física, la primera mujer afroamericana en viajar al espacio; lo hizo, durante ocho días, en 1992 a bordo del Endeavour. Tras sus años en la NASA (1987-1993), fundó Jemison Group, Inc., que desarrolló un sistema de telecomunicaciones basado en satélites, destinado sobre todo a facilitar la asistencia médica en países subdesarrollados.