Oro, incienso y... carne de laboratorio
Descubrir vida inteligente en algún lugar de nuestra galaxia, curar el cáncer y desarrollar la energía limpia a través de la fusión nuclear, principales deseos para este 2023
Queridos Reyes Magos: he sido perezoso y no os he enviado mi carta con la suficiente antelación como para que pudierais tenerla en cuenta, pero, por otra parte, ya soy bastante mayor (no debería tener que explicarlo pues me conocéis de sobra, recordad que hoy es mi cumpleaños y que por tanto tengo una relación estrecha con vosotros) y sé que vuestras obligaciones preferentes son con los niños (utilizo el masculino genérico). Además, soy consciente de que lo que os pido excede a vuestras excelsas facultades, aunque nunca se sabe, tal vez podríais echar una mano…
Las peticiones que deseo transmitiros para este nuevo año de 2023 se refieren solo a la ciencia, a lo que me gustaría ver cumplido. Como tengo, repito, mucho más pasado que futuro, albergo cierta urgencia, pero esto, claro, no significa nada. Somos transeúntes pasajeros en la Tierra, disfrutando de un viaje que nos trajo –a las partículas que componen nuestros cuerpos– de las estrellas y que nos llevará de nuevo a los inmensos espacios del universo.
Polvo estelar fuimos y polvo estelar seremos. Creo que me comprenderéis bien, porque soy de los que se adhieren a la idea de que poseíais conocimientos de astronomía, y de que os guiasteis por las estrellas para dirigiros a Belén en busca del rey de los judíos, que supisteis que acababa de nacer, aunque os encontrasteis con un nacimiento diferente. Por supuesto, sé que a esta historia, mito o como lo queráis llamar, se le puede aplicar perfectamente el viejo dicho italiano: “se non è vero, è ben trovato”, pero…
Me tienta la idea de pediros que hagáis algo para que el reciente avance de la fusión nuclear dé resultados prácticos rápidamente
Mi primer deseo-petición lo anhelo desde hace mucho tiempo: que durante 2023 los astrofísicos obtengan evidencia conclusiva de que existe vida inteligente en otro lugar de la Vía Láctea, en alguno del cerca del billón de exoplanetas que se estima que existen –hasta el momento se han detectado casi 5.000, de los que se cree que unos 50 pueden albergar vida, esto es el 1%, una cifra aparentemente pequeña, pero que no lo es tanto si se tiene en cuenta el número total– y que orbitan alrededor de 100.000 millones de estrellas. Vida lo suficientemente inteligente como para ser capaz de enviar mensajes al cosmos, porque vida a secas es algo que no dudo que existe y que pronto se detectará.
Me doy cuenta de que estrecho mucho el tipo de vida inteligente al que me refiero, pues la inteligencia asociada a la capacidad de resolver problemas está muy extendida en los seres vivos, incluso en algunos minúsculos (uno de estos, el moho mucilaginoso Physarum polycephalum, más conocido simplemente como “blob”, que soluciona problemas muy complejos), pero es esa inteligencia la que me interesa.
Detectarla culminaría el proceso que inició Copérnico cuando a mediados del siglo XVI desplazó a la Tierra del centro del entonces pequeño universo (formado, se creía, por la Tierra, la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno, más la esfera de las estrellas supuestamente “fijas”), y que profundizó Charles Darwin cuando en 1859 concluyó que el Homo sapiens no es sino producto de una larga cadena de procesos evolutivos.
Mi segundo deseo tiene que ver con el cáncer, ese conjunto de enfermedades –existen más de cien tipos, algunos comunes, como el de pulmón, otros raros, como el mesotelioma maligno peritoneal– caracterizado por una proliferación anormal de células con capacidad de diseminarse e invadir estructuras vecinas. Se trata de un viejo conocido de la humanidad: el médico y anatomista romano Galeno (129-194) describió una de estas patologías como “un tumor que se extiende por los dos lados mediante prolongaciones anormales que invaden los tejidos adyacentes.
Esto se parece a las patas de un cangrejo, que también están en la cabeza y en todo el cuerpo del animal”. Por eso se terminó imponiendo la palabra “cáncer”, que en griego significa “cangrejo”. Me imagino que sabréis que en 2022 se identificaron unas células tumorales en el hígado y en los pulmones que habían pasado desapercibidas antes. Su estudio ha permitido averiguar cómo se desarrollan para dar lugar a la metástasis, y comprobar que pueden ser eliminadas si se utiliza pronto la inmunoterapia. Me gustaría que se continuase avanzando en el estudio del cáncer y poder erradicar sus muchas variantes.
[Pedro Duque: "La Luna es parte de las condiciones de vida de la Tierra"]
Me tienta también la idea de pediros que hagáis algo para que el reciente avance que se ha producido en la fusión nuclear dé lugar rápidamente a resultados realmente prácticos. Es cierto que la noticia que se ha publicitado a bombo y platillo –algo que ocurre con frecuencia creciente en la ciencia, que de esta manera participa en lo que se ha denominado “civilización del espectáculo”– es alentadora, pero la ganancia neta de energía que se ha anunciado –1,8 megajulios (MJ) empleados y 2,5 MJ obtenidos– tiene truco, pues para que funcionen los doscientos láseres que se requieren para producir esos 1,8 MJ se necesitan 500 MJ.
Mi última petición es menos, digamos, “fundamental”. Tiene que ver con algo que aliviaría mi sentimiento de culpa por ser carnívoro, característica, como bien sabéis, innata a nuestra especie, los Homo sapiens, y que ha contribuido en gran medida a que podamos tener el cerebro que tenemos, un órgano que representa el 2 % del peso de un adulto pero que consume el 20 % de la energía que genera. Me gustaría que se realizasen grandes avances en la producción de carne de laboratorio, esto es, carne cultivada a partir de células madre animales, o bien de origen vegetal, y que se extendiera su utilización.
Cuánto dolor de millones y millones de animales se evitaría si se lograse, porque el dolor es algo universal, que aparece en cualquier sistema nervioso lo suficientemente desarrollado, algo que no es, ni mucho menos, exclusivo de los animales. Así, quizás, la ciencia pueda ayudar a transcender nuestros orígenes irremediablemente carnívoros. Y nos haría mejores, más solidarios y compasivos con la vida, con todas las formas de vida animal.
Me doy cuenta, ahora que ya termino mi carta, que no os he dicho si he sido bueno o malo. En estos tiempos tan convulsos, en los que no escasean las mentiras, o la división cerril, lo más que puedo deciros es que he intentado mantener la dignidad.